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Dinero 2009

El mundo vive su crisis económica más profunda, que ha provocado el paro de millones de personas. Los países industrializados revisan el funcionamiento del sistema financiero, pero con reformas cortas.

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El año que termina ha confirmado que la actual recesión, que se gestó con el estallido de la crisis subprime en Estados Unidos en el verano de 2007, es la más profunda en 60 años. La primera mitad de 2009 se saldó con millones de empleos perdidos en todo el mundo, la caída en picado de todos los indicadores macroeconómicos y el cierre de numerosas empresas por las dificultades para acceder al crédito.

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Tan abrupta fue la caída como rápida está siendo la recuperación en algunas de las economías más avanzadas. Pese a las muchas incertidumbres que pesan aún sobre la salida de la crisis, es posible una vuelta al crecimiento en forma de uve, la opción más rápida y la menos lesiva. Desgraciadamente, en países como España y Reino Unido, que tuvieron que encajar el embate de la crisis internacional con su propia burbuja inmobiliaria, esta hipótesis parece menos probable, por mucho que, ya en mayo pasado (en lo peor de la crisis), la vicepresidenta económica, Elena Salgado, se empeñara en vislumbrar "brotes verdes" en la evolución de la economía, parafraseando al presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke. Siete meses después de aquella frase y a pesar de que se ha atenuado la caída de los indicadores (el PIB español podría cerrar ya en el último trimestre de 2009 con un ligerísimo crecimiento), muchos temen que esos brotes se sequen o tengan un débil crecimiento.

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La pérdida masiva de empleos (que previsiblemente, continuará en España en la primera mitad de 2010, aunque de forma menos virulenta), y la puesta en marcha de multimillonarios planes de estímulo por parte de los gobiernos y de paquetes de rescate para la banca (donde ha sido necesario) han tenido como primera consecuencia un imparable deterioro en las finanzas públicas, que tienen a algunas de las grandes economías (España incluida) en el punto de mira de los analistas internacionales. El último coletazo ha sido la quiebra de Dubai World, el conglomerado inmobiliario del emirato árabe, y la rebaja de la calificación crediticia de la deuda de Grecia.

Pero no todo han sido malas noticias: los países del G-20 se han apuntado un cierto éxito en la coordinación de las medidas para evitar una crisis todavía mayor en sus reuniones de Londres (en abril) y Pittsburgh (septiembre), aunque el ambicioso objetivo de reformular el capitalismo que flotaba en el ambiente previo a esas reuniones parece haber quedado en el olvido.La muestra más evidente es la reforma pendiente del sistema financiero, causante de la crisis, cuyo alcance está por ver. El ejemplo más claro es la falta de acuerdo para la imposición de límites a los bonus de los ejecutivos. Algunos países ya han implantado limitaciones, siquiera temporales (Reino Unido y Estados Unidos) y otros todavía los están perfilando (España). Pero, en un mundo global, está por ver si la puesta en marcha de esos topes de forma aislada tiene eficacia real.

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Junto al financiero, uno de los sectores más castigados en esta recesión ha sido el automovilístico, muy dependiente del consumo y del acceso a financiación. El culebrón de la no-venta de Opel por parte de General Motors es el ejemplo más gráfico del carácter impredecible de la actual crisis.

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