Este artículo se publicó hace 15 años.
"Una deuda pública elevada no tiene por qué ser la catástrofe"
Michael A. Bernstein. Profesor de Historia y Economía en la Universidad de Tulane. Experto en la Gran Depresión, asegura que la crisis actual no es tan severa como la que siguió al ‘crash’ de 1929
El profesor Michael A. Bernstein, de la Universidad de Tulane (Lousiana, EEUU) es uno de los grandes expertos en la crisis de 1929. En su libro La Gran Depresión, publicado en 1988, estima que el crash de la Bolsa de Nueva York, hace hoy 80 años, fue un "acontecimiento fortuito" que complicó y amplificó los problemas preexistentes que subyacían en la economía norteamericana de la década de los años veinte. En 2004, en su libro Progreso arriesgado, sobre los economistas norteamericanos en el Siglo XX, Bernstein retrata una profesión que ha acabado por repudiar al Estado, ignorando la justicia redistributiva y privilegiando los deseos privados en el estudio de la vida económica. .
"Un análisis más amplio sobre la Gran Depresión sugiere que cualesquiera que hayan sido sus orígenes, las razones de su duración y severidad sin precedentes trascienden los hechos de 1929". ¿Recuerda quién escribió estas líneas?
Sí, fueron publicadas en 2001, cuando analicé las implicaciones actuales de la Gran Depresión. En la crisis actual, existe la percepción general de que el desencadenante ha sido la fragilidad financiera de los mercados de capitales en Estados Unidos. O más claramente: hay consenso en que el marco relativamente desregulado en el que operaban los mercados de EEUU en la pasada década ha causado la crisis en curso.
Usted escribió un libro de gran impacto académico sobre la Gran Depresión. La Gran Recesión actual tampoco es una de esas desaceleraciones más o menos normales de la economía, que acumulaba grandes contradicciones y desequilibrios ¿Cómo la explica?
En mi trabajo sobre los años treinta he señalado que la combinación de un colapso financiero en la Bolsa de Nueva York y cambios a largo plazo en la relativa fortaleza de los mercados financieros de EEUU dieron a la Gran Depresión un sesgo particularmente severo y una duración prolongada. En la crisis actual, diría que el colapso financiero ha resultado ser incluso peor por el elevado nivel de las hipotecas y la deuda de las tarjetas de crédito, la debilidad de muchos bancos e instituciones financieras y las dificultades que van a sufrir muchos consumidores a la hora de restaurar su gasto incluso si tienen la suerte suficiente para mantener su empleo.
La economía norteamericana ha funcionado en menos de una década propulsada por dos burbujas, la tecnológica y la de la vivienda. ¿La economía capitalista ya no puede vivir sin burbujas?
La burbuja de la vivienda fue un ejemplo de especulación extrema sin base genuina en las empresas, riqueza o un proceso de decisión racional. Está claro ahora que la Reserva Federal de Alan Greenspan estimuló artificialmente la subida de la vivienda y el uso de las refinanciaciones hipotecarias para financiar los gastos de las familias y así inflar la actividad financiera. Supongo que la idea era que un índice Dow Jones por encima de la media de los 10.000 puntos, tanto si estaba basado en cálculos reales de fortaleza económica como si no, tiraría de la economía. La mayoría de los que nos alineamos en el punto de vista keynesiano diríamos que son los fundamentos económicos reales los que determinan las perspectivas financieras, y no al revés, como se pretendía.
"La peor crisis desde la Gran Depresión" es una frase que se escucha ahora a diario ¿Es acertada?
Decididamente no es tan severa como la Gran Depresión de los años treinta. Entonces, el paro llegó al 25% en EEUU, donde se perdió un 33% del PIB. Ahora ha habido enormes pérdidas de riqueza y de ingresos pero no veremos una tasa de paro del 25% ni caerá un tercio el PIB
¿Qué factores condujeron a la crisis y qué duración se puede avizorar?
Hay factores que claramente pueden hacer de ésta una crisis larga y muy difícil: el crecimiento de la deuda de las familias es una carga tal sobre los consumidores que lastra la recuperación del gasto en el medio y largo plazo. También hay que subrayar el estancamiento relativo de los salarios de los trabajadores en relación con los ingresos y la riqueza del 5% al 10% de la población. Esta gran desigualdad en la distribución del ingreso en EEUU hace también muy difícil conseguir la recuperación del consumo. Hay que añadir la significativa caída en el crecimiento del gasto público en educación, investigación y desarrollo, factores todos ellos que reman en contra del mantenimiento de la fortaleza estadounidense en tecnología, innovación e inversiones de capital. Y sumemos una variedad de prácticas que limitan la competitividad de la industria norteamericana (entre ellas, el servicio privado de la sanidad).
Por ello, los planes de expansión monetaria y de estímulo fiscal tienen dificultades en hacer arrancar a la economía. Hoy se publica el dato del PIB, que confirmará que la economía de EEUU ha crecido entre un 3% y 3,5% en el tercer trimestre de 2009. Pero esta recuperación gracias a las ayudas oficiales, ¿no será famélica?
El rescate de los bancos ha impedido que la situación empeore. Pero claramente no consigue una genuina recuperación. El plan de estímulo de la Administración Obama es débil para lograrla. Y hay que recordar que incluso las políticas del New Deal [el programa de la Administración Roosevelt entre 1933 y 1937] no consiguieron una recuperación plena, lo que se logró con la Segunda Guerra Mundial. La recuperación, por tanto, tendrá forma de L [caída abrupta y estancamiento prolongado] en lugar de la V [caída abrupta y rebote fuerte] que muchos esperaban. No estamos ante una crisis más o menos tradicional, a la cual sigue un rebote y la economía regresa a los picos previos al crash, sino a una venta masiva de activos superinflados en los mercados financieros, de tal modo que la economía cae a un nuevo nivel, situado por debajo del que teníamos antes del estallido.
Tras los estímulos monetarios y fiscales queda otro gran recurso: la caída del dólar. Obama tiene que conseguir algún rebote para paliar el paro hasta las elecciones legislativas de noviembre de 2010, y quizá las exportaciones ayuden. ¿Lo cree?
Un dólar débil ciertamente ayudaría. El problema es que las exportaciones representan menos de una quinta parte del PIB. Así pues, Obama tiene un gran dilema en el camino hacia las legislativas de 2010: estimular las exportaciones o proteger el comercio y empleo domésticos. EEUU dejará caer el dólar aunque sólo sea porque con ello puede fortalecer su poder de persuasión cuando afirma que las naciones con grandes superávits exteriores, sobre todo China, deben dejar apreciar sus monedas. En otras palabras, si busca un régimen mundial de cambios flotantes, debe dejar también que flote el dólar.
España no tiene esa posibilidad al ser miembro del euro. El aterrizaje suave de la burbuja inmobiliaria española se convirtió en un crash. Ahora se necesita tiempo y gasto público hasta que el sector privado se reanime pero tenemos la limitación del déficit al 3% del PIB. ¿Parece un callejón sin salida, no?
La restricción en la eurozona sobre el déficit público es, en mi opinión, de lo más desafortunada. No representa la mejor práctica del pensamiento económico, sino la influencia política de los conservadores. El déficit puede y debe ser incrementado significativamente en las grandes recesiones. El coste de oportunidad de la producción y el empleo perdidos es mayor que la carga de la deuda que habrá que reducir más adelante. Y, si las cosas se hacen bien, la economía será dentro de varios años más rica y mejor preparada para hacer frente a la deuda. Históricamente, la carga de una deuda pública elevada no tiene que conducir ni ha conducido siempre a la catástrofe. En EEUU, al final de la Segunda Guerra Mundial, la deuda pública estaba bastante por encima del 100% del PIB. Y ello no interfirió en el poderoso crecimiento y desarrollo y en el pago de esa deuda en los años posteriores.
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