La desigualdad y el cáncer de mama
Cuando ni siquiera hay para comer
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MÁLAGA.- “Tienes cáncer de mama”. Aquella frase les sonó como una sentencia. Desde ese instante, Marisa, Mari Ángeles y Mara sabían que su vida sería diferente. No sólo por el tumor al que debían hacer frente, sino porque a su alrededor todo parecía una barrera de obstáculos: paro, pobreza, ayudas insuficientes o la ausencia de una protección estatal que cubra sus necesidades. Esta es la historia de tres mujeres que han superado el cáncer de mama, y que reclaman más igualdad y protección para que otras afectadas no pasen por su misma situación.
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Cuando ni siquiera hay para comer
La mamografía que le hicieron en 2013 no mostraba nada, pero Marisa seguía impaciente con aquel bulto que se palpaba en la mama. Al año siguiente, ya tenía su diagnóstico en la mesa. “¿Por qué a mí? Esa fue la primera pregunta que me hice. A partir de ahí, me harté de llorar ese día”, confiesa. Tenía que hacer frente a dos retos: vivir y cómo vivir en sus circunstancias.
Marisa afrontó la enfermedad muy sola. Su pareja no aceptó la enfermedad desde la primera sesión de quimioterapia.
Menciona la entrega de su cuñada y de su mejor amiga, Eli, y se le quiebra la voz. Sin ellas y el dinero que le daban poco a poco, no hubiese podido sobrevivir. Además de la enfermedad y las necesidades básicas, tenía otro obstáculo: la hipoteca. “Yo sólo ingresaba los 365 euros y la hipoteca era de 360 euros. Así que ese dinero tenía que ser para comer o pagar facturas. Pero el banco me llamó. Yo les dije que no me negaba a pagar, pero es que no podía. Una de las empleadas de la sucursal me dijo que si yo quería, podía hacerlo. Así que me presenté en el banco, para que me viera en qué estado estaba, cuando no podía ni trabajar. Me quedaban diez años de hipoteca, y me hicieron una moratoria. Me la han alargado a cuarenta años. Ahora mismo pago veinte euros al mes durante cinco años, mientras tengo el tratamiento de las pastillas”, detalla.
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Desempleo y un hijo en situación de dependencia
Mari Ángeles pensaba que iba a morir. No recuerda que los médicos le dieran esperanzas. En ese momento, después de que a su hijo le detectaran una enfermedad, ella estaba en depresión. También arrastraba dolor en el brazo y en la mama desde hacía tiempo. La última mamografía y ecografía no indicaban nada, mientras su médico de cabecera sólo le recetaba antibióticos. “Tenía la sensación de que todo el mundo creía que me quejaba de vicio”, rememora. Tardaron cuatro meses en hacerle la prueba definitiva. Sólo recuerda llamar a su hermana, para que se lo comunicara a su madre.
“Me sentía completamente inútil, incapaz de cuidar a mi hijo dependiente. Todo lo hacía mi marido y mi madre, que venía a cuidar de los niños cuando yo estaba en quimio”
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Junto a la enfermedad, no tuvo tratamiento ni atención psicológica para su depresión. Mari Ángeles había perdido a su padre cuando ella tenía seis años, por cáncer, y le aterraba la idea de pensar que sus dos hijos pasaran por lo mismo. “Me sentía completamente inútil, incapaz de cuidar a mi hijo dependiente. Todo lo hacía mi marido y mi madre, que venía a cuidar de los niños cuando yo estaba en quimio”. Su marido llevaba en desempleo desde el inicio de la crisis, pero al convertirse en su cuidador, ni siquiera podía buscar trabajo. “Es una enfermedad que tira de toda la familia, y necesitábamos la ayuda de los nuestros”, menciona.
Ser autónoma y enfermar
“En este mes de octubre te sientes como el producto de un negocio donde muchas empresas comen. Es tremendo esto del lazo rosa, y estar en invitaciones que no van a nada, porque hay un ocultación real de lo que pasamos las afectadas”. Quien habla es Mara León, una fotógrafa sevillana. Ella misma se ha retratado en una de las imágenes de su proyecto 730. La cifra es una metáfora de los dos años que, de media, hay que esperar para la reconstrucción de una mama, aunque explica que es un proceso que se puede alargar más, porque es probable que se precise más de una operación.
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“Con la crisis me despidieron y, desde entonces, intenté sobrevivir en un país derrumbado económicamente. En 2013 me diagnosticaron la enfermedad. Yo llevaba más de cinco años sin cotización, no tenía prestación ni derecho a nada”
Mara trabajó diecisiete años en un estudio de arquitectura. “Con la crisis me despidieron y, desde entonces, intenté sobrevivir en un país derrumbado económicamente. En 2013 me diagnosticaron la enfermedad. Yo llevaba más de cinco años sin cotización, no tenía prestación ni derecho a nada”. Pocas alternativas le quedaban, salvo hacer frente con las escasas soluciones que se le venían a la cabeza.