Este artículo se publicó hace 16 años.
Desahuciados por 162 euros
La Audiencia de Sevilla ignora la situación social de una viuda con dos hijos enfermos a su cargo
En el rostro de Adela García se puede observar mucha preocupación además de agotamiento, debido tal vez a demasiadas horas de esfuerzo y cuidados, tanto en la que pronto dejará de ser su casa, como en la que trabaja como empleada del hogar desde hace 22 años y en la que cobra algo más de 500 euros, que junto a los 350 de su pensión de viudedad componen sus ingresos, de los que dependen además sus dos hijos enfermos.
Adela tiene 54 años y es vecina de San Juan de Aznalfarache (Sevilla). Pronto será desahuciada de su casa, situada en un bloque de viviendas del barrio alto de San Juan. Fue demandada por la propietaria de su piso, por el impago de sus dos mensualidades: en total 162 euros. Ella no tiene problema en reconocerlo: su marido estaba muy enfermo, tuvo que perder días de trabajo y no pudo hacer frente al alquiler; sabe que es poco dinero y no le importaría pagar más, aunque “un alquiler de 400 euros sería demasiado, no podríamos vivir”.
Ayer, en un parque cercano, Adela recibió el apoyo de algunos de sus vecinos en la rueda de prensa que organizó la Liga de Inquilinos “La Corriente”.
En primera instancia un juzgado de Sevilla desestimó la demanda, ya que no consideró los hechos tan graves como para ordenar el deshaucio, y sólo le obligó a pagar los 81 euros de la segunda mensualidad adeudada, ya que la primera ya la había satisfecho antes del juicio. Hoy no existe ninguna deuda. Pero la propietaria apeló el fallo y la Audiencia de Sevilla decidió condenar a Adela con el deshaucio. Algunos de los fundamentos jurídicos son peculiares, como el que señala que las circunstancias de Adela “no son las mejores pero trabaja, tiene una pensión y dos hijos en inmejorable edad para trabajar”.
Ante este párrafo Adela siente una especial amargura, ya que su hijo Javier de 29 años es toxicómano y su hija Rocío, de 26, sufre trastorno de la personalidad. Su abogado, José Ignacio Aguilar, se indigna ante unos jueces “que parece que no están en contacto con la realidad”. Adela ayer sonreía al ver el apoyo de sus vecinos, y aunque el llanto ahogaba sus palabras, no se rendía: “No me voy a ir, aquí lo tengo todo, mis amigos y mi familia”.
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