Este artículo se publicó hace 15 años.
La crisis aviva el escepticismo electoral de los portugueses
La crisis en Portugal, la peor en tres décadas, ha avivado el escepticismo electoral de los diez millones de portugueses, que reprochan a su clase política no haberles llevado al nivel de desarrollo de otras naciones europeas.
Los electores eligen el próximo domingo, día 27, entre dos modelos para salir de la recesión: el de las inversiones públicas del Partido Socialista (PS), cuyo líder es el actual primer ministro José sócrates, o el de la austeridad económica del Partido Social Demócrata (PSD), que dirige la conservadora Manuela Ferreira Leite.
Sin embargo, ninguna de las dos propuestas parece entusiasmar a los ciudadanos, que según las encuestas apoyan en poco más del 30 por ciento a cada uno de esos candidatos, pero se muestran muy preocupados por la situación económica.
La tasa de paro ha crecido en Portugal hasta el 9,1%; las empresas no paran de desaparecer -entre agosto de 2008 y el mismo mes de 2009 cerraron 46 por día-, y los bajos salarios -el sueldo mínimo en Portugal no rebasa los 500 euros- son habituales en amplias franjas de trabajadores.
En la calle es fácil oír quejas por la situación del país y el hecho de que, pese a pertenecer a la Unión Europea (UE) desde hace dos décadas, sigue lejos de los niveles de desarrollo de sus socios más ricos.
En un país que aún tiene en el exterior cerca de dos millones de emigrantes, equivalentes a una quinta parte de la población, muchos portugueses reprochan a sus gobernantes la incapacidad de haberles situado en la clase media europea, como otras naciones que entraron en la UE en condiciones parecidas.
Entre los problemas socio-económicos del país están los niveles de escolarización -sólo un 53,4 por ciento de la población de entre 20 y 24 años tenía estudios secundarios completos en 2007-, y la limitada cobertura de la sanidad pública -3,7 médicos por cada mil habitantes en 2008-.
Portugal ha disfrutado durante dos décadas de los Fondos de Cohesión de la Unión Europea sobre todo para mejorar las infraestructuras del país, aunque tanto entre los empresarios como entre los sindicatos se lamenta que no se hayan aprovechado más para mejorar la competitividad de la industria o de la fuerza laboral.
Estos subsidios, además, se ven ahora mermados por la fuerte competencia de los nuevos socios comunitarios del Este de Europa.
Las anteriores elecciones legislativas de 2005, que dieron la mayoría absoluta al PS de José Sócrates, se saldaron con casi un 35% de abstención, que fue aún mucho mayor en las elecciones europeas de junio pasado, cuando rozó el 63 por ciento.
Pese a la tendencia a esos porcentajes de indiferencia ante las urnas, en el último año se han producido varias grandes manifestaciones en Portugal, protagonizadas por el numeroso colectivo de los funcionarios públicos.
Maestros, policías y otros colectivos de empleados de la Administración contestaron en la calle las políticas de reducción de costos aplicadas por Sócrates mientras los partidos a la izquierda del PS se lanzaron también a las calles para pedir más atención al empleo y protestar contra las políticas "neoliberales" del Gobierno.
La pérdida de puestos de trabajo por la crisis económica internacional tiene ya en Portugal apuntados a los centros de empleo a más 500.000 personas y constituye, según los sondeos, una de las primordiales preocupaciones de los electores.
La tormenta financiera mundial ha acentuado la tendencia a la "deslocalización" de empresas extranjeras que ya mostraba Portugal y ha hecho que multinacionales como la alemana Wolkswagen, cuya planta lusa da trabajo directo e indirecto a más de 9.000 personas, o la fabricante de chips Qimonda, la mayor exportadora lusa, entraran en suspensiones temporales de actividad.
Antonio Torres del Cerro
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