El Congreso denuncia la "paranoia delirante" del PP
Ningún grupo apoyó las peticiones de comparecencia de los conservadores. Todos los portavoces les exigieron que presenten pruebas de las acusaciones de espionaje político
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El PP se estrelló ayer de lleno contra la realidad. Después de semanas alimentando la teoría de la persecución política contra su partido, los conservadores tuvieron que ver cómo la Diputación Permanente del Congreso la reducía a cenizas. Sus diputados se quedaron solos en cada una de las tres solicitudes de comparecencia relacionadas con las supuestas escuchas a dirigentes de su partido. Ni María Teresa Fernández de la Vega, ni Alfredo Pérez Rubalcaba, ni el fiscal general, Cándido Conde Pumpido, tendrán que acudir a la Cámara. Era la primera vez que el resto de grupos tenían la oportunidad de retratarse y todos evitaron alinearse con unas denuncias que descalificaron con contundencia. Joan Ridao, de ERC, lo resumió en dos palabras: "paranoia delirante".
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Aunque CiU y PNV se abstuvieron, el resultado de las votaciones no refleja la crudeza de las criticas contra el PP. Los discursos fueron durísimos. Uno tras otro, los portavoces de todas las fuerzas políticas pusieron en duda el grueso de las denuncias del PP y le culparon de desplegar una cortina de humo para tapar la corrupción que afecta al partido. "El Partido Popular es un auténtico experto en la aplicación de esta estrategia", lamentó Francisco Jorquera, del BNG. A su juicio, el partido de Rajoy "está totalmente obsesionado con las teorías conspiratorias, como ya demostró después del 11-M".
El PSOE cree que las denuncias buscan un territorio de impunidad
No fue el único portavoz que se acordó de las hipótesis sobre la masacre que hasta hace poco defendía el PP. Ridao les recriminó que sus denuncias "van camino de convertirse en una paranoia casi tan delirante como la trama del 11-M". El portavoz republicano advirtió a los conservadores que, sin embargo, "tras la muleta de ese espionaje truculento, el toro de la corrupción va a continuar embistiendo".
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Los socialistas se sumaron a las críticas generalizadas. Su portavoz, José Antonio Alonso, tachó las denuncias de "conjunto de inventos, de insidias y de mentiras". La causa, la misma que ya habían señalado otros grupos: "Conseguir un territorio de impunidad" y tratar de que "no se hable de los casos de corrupción que afectan a miembros del PP".
Según avanzaba la sesión, los calificativos se iban acumulando. "Fabulación", "delirio" o "mentira de distracción masiva" fueron algunos de los que aportó Gaspar Llamazares. Con algo de sorna, el vasco Emilio Olabarría tachó incluso el debate de "esotérico". Tanto él como Jordi Janè, de CiU, tildaron de "frivolidad" las denuncias sin pruebas. Ambos, sin embargo, se abstuvieron.
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«Hoy somos nosotros; mañana cualquiera que les estorbe», dijo el PP
La diputada navarra, Uxue Barkos, por su parte, llamó la atención sobre un posible espionaje de la Policía a Aralar denunciado en Francia y declaró su intención de que se aclare en sede parlamentaria.
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Mientras, el PP circulaba en sentido contrario al resto de grupos. Soraya Sáenz de Santamaría denunció la cortina de humo tras la que el Gobierno esconde la crisis. "Si no vence a la oposición en el debate político, se crea otro y se le inyectan los suficientes decibelios de tensión para que tape todo lo demás", se quejó. La portavoz del PP incluso apeló a la solidaridad del resto de grupos. Parafraseando una célebre cita que denunciaba los excesos del régimen nazi en Alemania, Sáenz de Santamaría advirtió: "Nadie debería pensar: esto no va conmigo. Hoy somos nosotros, mañana cualquiera que les estorbe".