Este artículo se publicó hace 15 años.
China exhibe poderío en su 60º aniversario
El desfile del Día Nacional muestra cazas y misiles nucleares
"¡Larga vida al Partido Comunista de China!". Como si nada hubiera cambiado en 60 años, el presidente chino, Hu Jintao, volvió a pronunciar ayer la famosa frase exclamada por Mao Zedong en la plaza Tiananmen de Pekín cuando, el 1 de octubre de 1949, declaró la fundación de la República Popular China. Hu reiteró la consigna en el discurso de inauguración del fastuoso desfile militar que tuvo lugar ayer en Pekín para conmemorar el 60º aniversario de la fundación de la China moderna y fortalecer la imagen de poder del PCCh.
El desfile, en el que 8.000 soldados mostraron 150 cazas de última generación y 500 vehículos armados, exhibió también misiles con cabeza nuclear y 52 nuevos tipos de armamento made in China.
En una escena digna de Hollywood, un Hu de rostro solemne, vestido con un traje oscuro de estilo Mao, pasó revista a las tropas montado en un antiguo descapotable, popular en los años 50, el mismo modelo de auto que transportaba a Mao pero con la totalidad de sus piezas fabricadas en el país asiático.
El presidente afirmó que "sólo la reforma y la apertura pueden garantizar el desarrollo de China". "El desarrollo y el progreso de la Nueva China en los últimos 60 años demuestran que sólo el socialismo puede salvar China", proclamó Hu, acompañado del ex presidente Jiang Zemin. En el desfile participaron alrededor de 200.000 personas, entre militares, bailarines y niños que acompañaban las carrozas populares que representaban los logros del país en los últimos 60 años.
Seguridad extremaLa conmemoración se llevó a cabo entre medidas extremas de seguridad, con el centro de la ciudad blindado, obligando a millones de personas a seguir el desfile por televisión.
Sólo un grupo selecto de políticos, diplomáticos y periodistas pudo presenciar en directo el desfile, bajo un sol de justicia y un cielo azul intenso. Teniendo en cuenta la niebla de polución que ha envuelto Pekín en las últimas semanas, todo apunta a que el servicio de manipulación meteorológica del Gobierno disipó las nubes lanzando sustancias químicas a la atmósfera, como hizo en los Juegos Olímpicos.
Gracias a las imágenes aéreas, la televisión pública se encargó de transformar un desfile lento y aburrido, reducto de la vieja escuela de propaganda comunista, en un imponente espectáculo, capaz de reflejar el nuevo poderío económico y militar del gigante asiático.
Tras su discurso, el presidente permaneció de pie en la tribuna de Tiananmen durante las tres horas que duró el desfile, una ceremonia de propaganda mezcla de patriotismo y mal gusto. Un ejemplo: en la carroza que representaba la región de Xinjiang (hogar de la minoría étnica musulmana uigur), un grupo de bailarinas danzaba al son de música uigur a la sombra de una alfombra mágica que transportaba una plataforma petrolífera. Nada permitía adivinar el acoso que las autoridades chinas ejercen sobre la minoría uigur, que se siente discriminada a la hora de beneficiarse del desarrollo económico del país y de su provincia, rica en recursos energéticos.
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