Este artículo se publicó hace 17 años.
César Antonio Molina dice que "no hay mayor ficción que cuando uno habla de sí mismo"
César Antonio Molina alterna desde hace años la gestión cultural, y su más reciente responsabilidad como ministro de Cultura, con su vocación de escritor, ésa que constituye su "ser permanente" y que refleja en sus "Memorias de ficción", cuyo tercer volumen se publica ahora.
Titulado "Esperando a los años que no vuelven", esta tercera entrega forma parte de ese singular proyecto literario que Molina emprendió hace tiempo con la intención, según le dice a Efe, de "dejar un testimonio de su paso por el mundo" y de reflexionar sobre cuestiones como la creación literaria, la mitología, la historia, el arte y "las civilizaciones perdidas".
"Es el libro de un gran lector, porque no hay mejor viaje que la lectura", asegura Molina (A Coruña, 1952), que en este tomo, al igual que hacía en los dos anteriores -"Vivir sin ser visto" y "Regresar a donde no estuvimos"- mezcla lo narrativo con lo ensayístico y establece "un diálogo permanente entre el pasado, el presente que le toca vivir al narrador y el futuro".
Publicadas por Destino, sus memorias "son una especie de novela de lo que una persona ha visto, ha leído y ha contemplado a lo largo de su vida", afirma Molina, que insiste en el alto grado de invención que hay en este proyecto literario, subtitulado por ello "Memorias de ficción".
"No hay mayor ficción que cuando uno habla de sí mismo, porque trata de mejorar su vida, de cambiarla, de meter sus sueños y todas aquellas cosas que él no pudo llevar a cabo", señala este poeta, ensayista, profesor y periodista, que, antes de ser nombrado ministro de Cultura el pasado mes de julio, dirigió el Instituto Cervantes durante tres años.
Reflexiones sobre el paso del tiempo, la pérdida de la juventud, el compromiso del escritor, la memoria, el deseo y la muerte, entre otros muchos temas, impregnan las más de 500 páginas de "Esperando a los años que no vuelven", en las que hay un constante desfile de escritores de épocas y países diferentes, que dan una clara idea de los gustos literarios de este coruñés para el que la poesía es su "esencia", su razón de vivir.
Desde Marco Aurelio, Ovidio, Virgilio, Dante, Boccaccio o Cervantes hasta Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Cernuda, Cunqueiro, Valente, César Vallejo, Borges, Neruda, Huidobro, Octavio Paz y Jorge Edwards, pasando por Baudelaire, Apollinaire, Rimbaud, Cioran, Tristan Tzara, Mircea Eliade o T.S. Eliot.
Esta es sólo una mínima parte de la lista de escritores con los que Molina dialoga en el tercer tomo de sus memorias, unas veces para decir lo que opina de ellos y de sus obras, otras para citar algún poema o fragmento y, otras, para cuestionar sus posiciones ideológicas.
Como ejemplo puede valer Neruda: Molina deja clara su admiración por el escritor chileno, que "no es sólo un poeta, sino muchos poetas y muchas tendencias conjugadas y asimiladas". "Es la poesía misma", asegura.
Pero el ministro de Cultura expresa también sus "recelos personales" hacia el Premio Nobel chileno por haber escrito una oda a Stalin -"¿Cómo se puede haber alabado al asesino de poetas y de millones de personas?", se pregunta- y afirma que le molesta el "anticulturalismo y el populismo" de Neruda, "cuando la mayor parte de su poesía es de difícil acceso".
Infatigable viajero, a Molina le gusta recorrer el mundo en busca de los escenarios de sus libros preferidos y de los personajes que los protagonizan, sean o no legendarios. Es "una especie de mitomanía cultural" que él "lleva más allá" y lo convierte en "hierofanía", es decir "son lugares sagrados donde uno se encuentra bien aunque sean imaginarios", señala en sus declaraciones a Efe.
El cuarto tomo de las memorias, "Lugares donde se calma el dolor", ya está entregado y, cuando sus responsabilidades políticas se lo permitan, vendrán otros volúmenes.
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