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Los artífices de la debacle financiera que asoló medio mundo en 2008 y cuyas consecuencias todavía hoy pagamos tienen nombre y apellido; Bernard Madoff, Jordan Belfort, Hal Francis, Alberto Vilar... un grupo selecto de aviesos banqueros cuyos tejemanejes financieros consiguieron resetear el ya de por sí maltrecho Estado del bienestar.
En Memorial del engaño (Alfaguara) el escritor mexicano Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) se pone en la piel de un ficticio J. Volpi, un "villano deleznable" capaz de narrar en primera persona la gran estafa perpetrada por esa pléyade de usureros al por mayor. Una novela en la que Volpi reflexiona sobre la historia económica del siglo XX de la mano de sus principales protagonistas; de los firmantes de los acuerdos de Bretton Woods a los "virtuosos" especuladores que pusieron patas arriba el sistema, ardua labor para alguien que, como confiesa el propio autor, "acostumbraba a tirar a la basura la sección financiera cuando compraba el periódico los domingos", ahora, en cambio, es lo primero que lee.
¿Dónde estaba Volpi cuando estalló la burbuja financiera?
Me tocó vivirla, mejor dicho, me tocó verla en Madrid. En México por primera vez en mucho tiempo esta crisis no afectó, aunque yo he vivido cinco crisis económicas allí muy semejantes a esta.
No por predecible, deja de llamar la atención el desdén con que el protagonista narra la gran estafa.
Yo quería que el narrador fuera un villano, un tipo deleznable. Quería que al narrar todos los engaños de su época lo hiciera también sin ninguna prevención moral, sin ningún sentimiento de culpa para contar desde dentro cómo funcionaron todos los mecanismos que nos llevaron a esta burbuja económica.
Pero al mismo tiempo es un tipo acomplejado y frágil.
Es un villano que engañó a medio mundo y que no tuvo reparos de engañar a su propia familia, pero también es alguien que vive bajo el estigma de ser huérfano, obsesionado con la figura del padre, obsesionado con una madre posesiva a la que quiso satisfacer tratando sin suerte de cumplir su deseo de que fuera músico.
Da la impresión de que el sector financiero no ha entonado su mea culpa en lo sucedido.
Así lo plantea el protagonista y creo que es absolutamente cierto. De algún modo este libro es también un alegato contra la justicia, ya que solamente los criminales financieros son los que han pagado, los verdaderos responsables de que se creara este ambiente de especulación de mercados desregulados que son los políticos, legisladores, ejecutivos de las grandes empresas, banqueros, ninguno de ellos ha sido responsabilizado de la catástrofe judicialmente, ninguno está preso, ninguno ha pagado. Los causantes de la debacle financiera viven en el reino de la impunidad.
Parece que en su día caló en la opinión pública aquella máxima de que el capitalismo carece de ideología.
Yo creo que ese fue el gran engaño de esta ideología triunfante; decir que todo era técnico, que así es como funcionan las cosas y que no había por qué cuestionarlas. Lo que ha sucedido es que ha terminado revelándose como una ideología tan poderosa y tan dura como el comunismo. Se trata de una ideología que imaginaba que el Estado había que reducirlo al mínimo y que no había que regular los mercados salvo el laboral impidiendo la libre circulación de las personas, todas estas son medidas ideológicas que se revelaron como tales ya en 2008.
La novela también refleja cómo el neoliberalismo impregna hasta lo más íntimo.
Es que la ideología neoliberal ha triunfado no sólo en lo económico. La idea moral de que uno debe perseguir esencialmente su propio beneficio está presente en toda la sociedad y, en cierta forma, la gran derrota de la izquierda es que al desacreditar su modelo también se desacredita la idea de solidaridad, hermandad o altruismo, que desaparecen del discurso político pero también desaparecen de las prácticas íntimas.
¿Y qué piensa de las tímidas medidas regulatorias que se han tomado desde que estalló la crisis?
Lo único que ha habido son remiendos y parches a ese sistema neoliberal. La izquierda no ha sido capaz en ningún momento de ofrecer un sistema alternativo, ya sea porque cuando gobernaron realmente adoptaron la misma economía neoliberal, o porque cuando estuvieron en la oposición lo único que hicieron fue corear las mismas consignas que utilizaron en la época de la guerra fría. La izquierda debería tomar una postura propositiva, no se ha encontrado desde la caída del muro de Berlín.
¿No cree que la reacción de los intelectuales ha sido algo tibia en los últimos años?
El papel de los intelectuales se ha diluido. El peso que tenían en la sociedad se ha erosionado por mil razones distintas, como por ejemplo por la voluntad misma de la clase política o por la aparición de las redes sociales u otras formas de crear la agenda pública. Por otro lado, ante el descredito generalizado de la clase política, ésta ha querido a su vez desacreditar cualquier oposición a ella como si fuera siempre culpa de vándalos o de radicales de izquierdas, provocando este ambiente de confrontación social.
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