Este artículo se publicó hace 16 años.
Caricias de Passos y nostalgia de Nascimento en el cumpleaños de la bossa nova en Vitoria
Hoy tocaba retrospectiva en el festival de Vitoria, festejar 50 años de la bossa nova, de la cosa más linda, con el presente, las caricias de Rosa Passos, y el pasado, la nostalgia de Milton Nascimento.
Los dos, tan diferentes, homenajearon al pionero Antonio Carlos Jobim, cantando, por separado, "Eu sei que vou te amar", la eterna declaración de amor: "por toda a minha vida eu vou te mar/em cada despedida eu vou te amar/desesperadamente eu sei que vou te amar".
Abrió Rosa Passos, cálida como siempre, repasando su último disco, el dulzón "Romance".
Baladas clásicas de Jobim y Vinicios de Moraes, como "Por causa de vocé", de Chico Buarque, o sensuales canciones como "Gesto", más adecuadas para susurrar al oído en un club íntimo que para un pabellón metálico como el del Vitoria.
Passos dialogaba más el contrabajo de Paulo Paulelli, dejando la percusión discreta para que resaltara su voz, en un swing que conectó con un público maduro, en busca de una velada tranquila y agradable.
La segunda parte fue para Milton Nascimento, quien se hizo de rogar. Antes de aparecer en el escenario dejó que la suave voz de Daniel Jobim, su pianista, recordara clásicos como "La chica de Ipanema".
Nascimento ofreció un guiño a la nostalgia, la vuelta a las raíces, a los primeros tiempos de la bossa nova, de la batida de guitarra.
Desgranó su reciente último álbum, "Novas Bossas", junto al hijo -Paulo- y al nieto -Daniel- de Antonio Carlos Jobim, el autor de "Chega de saudade" (Basta de añoranza), la canción con la que nació la bossa nova.
"Basta de añoranza" es una pequeña ironía, porque si algo estuvo presente en el concierto de Nascimento es saudade, nostalgia, en forma de homenaje a Jobin y a Vinicius de Moraes, del que cantó "Medo de amar".
Milton ya no tiene la voz ante la que "las estrellas no podían permanecer impasibles" como dijo el obispo Pere Casaldáliga, ahora suena más grave y solemne, quizá más adecuada para un concierto de recuerdos.
Así que se limitó a un repaso más señorial, espaciando los falsetes que le hicieron famoso. Le costó conectar, con una primera parte estática, lo que hizo que parte de público abandonara el pabellón, vencido por el sueño de la medianoche.
Quedaron los fieles, que hicieron bien en resistir porque la noche se fue animando, entre bailes y jaleos a Milton.
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