Este artículo se publicó hace 11 años.
Las caras visibles de la realidad sanitaria actual del colectivo Trans
David Vivas y Sonia Bustillo cuentan sus experiencias en las Unidades de Identidad de Género de Madrid y País Vasco
Cèlia Muns
Sonia Bustillo nació hace 46 años en pleno agosto bilbaíno. Tiene un hijo y cuando éste cumplió la mayoría de edad decidió dar el paso definitivo para convertirse en la persona que siempre quiso ser. Sonia nació, tal y como ella misma afirma, con disforia de género y, "por hacer lo que se debía de hacer", vivió en un cuerpo que no era el suyo hasta la cuarentena.
"Empecé yendo al psicólogo y me remitieron a la UIG. Yo ya llevaba casi un año hormonándome por mi cuenta, así que cuando vi por primera vez a la psiquiatra de la Unidad de Identidad de Género del País Vasco, ambas sabíamos que mucho del trabajo ya estaba hecho", afirma esta empresaria.
Sonia se considera una afortunada por el tratamiento recibido en la UIG que, desde 2009, el gobierno del País Vasco pone a disposición de los hombres y mujeres transexuales en el hospital universitario Cruces de Bilbao. "El trato siempre ha sido exquisito e inmediatamente me remitieron al endocrino diciéndome que yo lo que necesitaba era un control hormonal. A los seis meses me dieron los papeles para hacer el cambio de nombre en mi DNI".
"Nuestras cirugías son importantes pero no de primera necesidad", asume SoniaEsta bilbaína, madre de un hijo de 23 años, retrasó por motivos personales la cirugía mamaria: "Desde que la solicité hasta que me la realizaron pasó un año, pero por elección personal mía", recalca. Sonia cuenta a Público que habló con el mismo cirujano que le puso las prótesis mamarías para despejar dudas sobre la operación de reasignación genital y, si hubiera querido, en tan sólo seis meses podrían habérsela realizado por la Seguridad Social.
Bustillo sabe que la situación en el resto de España es bien distinta y justifica este contraste alegando que el número de personas que se tratan en el País Vasco en las Unidades de Trastornos de Identidad de Género es mucho menor que en el resto de comunidades autónomas por el hecho de haber menos población.
Esta mujer transexual también pide paciencia: "Tenemos que ser conscientes de que nuestras cirugías son muy importantes pero no de primera necesidad, a vida o muerte. En el País Vasco somos, a día de hoy, unos privilegiados, parece que ha habido una gestión sanitaria mejor que en el resto de España y se nota en la UIG, que ahora cuenta con más personal que antes".
La otra cara de la monedaDavid Vivas tiene 19 años y es el presidente de la asociación madrileña Hombre Transexual. Comenzó el proceso de reasignación de género hace tres años acudiendo a un psicólogo privado ya que no le permitían entrar en la UIG de Madrid hasta que no cumpliera la mayoría de edad: "No pude empezar con hormonas hasta los 18 años y hasta entonces no me dieron el informe psicológico en el cual ponía que yo padecía disforia de género". "Me considero un tío afortunado, tengo el apoyo de mi madre y de mi hermana y conservo a mis amigas de la infancia", afirma este madrileño.
David anima a luchar contra la transfobia mediante la educaciónDavid, que lleva cinco meses siguiendo un tratamiento a base de testosterona, cuenta que existe otra alternativa en la sanidad pública a los tratamientos de la UIG: "A mí me recomendaron que después de recibir el informe del psicólogo de la Seguridad Social, acudiera a los endocrinos del Hospital Clínico más próximo a mi domicilio. Es una alternativa a la Unidad de Identidad de Género de la Paz, eso sí, las UIG tienen un protocolo más cerrado y estricto para acceder, listas de espera más largas y peor trato", cuenta.
Vivas no tuvo una adolescencia como la de cualquier persona de su edad: "Yo sabía que era un chico pero vivía fingiendo ser lo que no era, me vestía como chica, me pintaba, aun así odiaba mi cuerpo y también a la gente por llamarme guapa en vez de guapo".
El tratamiento comienza a hacer efecto y David ha recuperado la confianza en sí mismo. Ha vuelto a ir al instituto y se presenta en masculino, género al que dice siempre haber pertenecido.
David anima a luchar contra la transfobia mediante la educación: "Yo siempre supe que era un niño, solo que tenía miedo a decirlo", cuenta. Actualmente su vida está en pleno cambio y, paso a paso, su cuerpo está empezando a adoptar el género que su mente siempre tuvo.
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