Este artículo se publicó hace 14 años.
Caja Madrid y Bancaja van por delante
La fusión fría de ambas, que se vende como un banco, demuestra que los grandes no necesitan ley
Rodrigo Rato, actual presidente de Caja Madrid, intentó como ministro de Economía en 2002 que la Ley Financiera que se negociaba entonces limitase al 50% la presencia política en los órganos de gestión de las cajas de ahorros. No lo consiguió y no fue sólo por la negativa de comunidades gobernadas por el PSOE, sino también por regiones bajo mandato de su propio partido, el PP. La segunda oportunidad de cambiar los vicios de las cajas, la que está a punto de aprobarse, no tiene mucho mejor aspecto en algunos puntos, ya que vuelven a ser los dos partidos mayoritarios los que, pese a los acuerdos y las fotos de sus líderes, se enrocan contra la pérdida de poder en las entidades regionales.
Rato, esta vez desde la presidencia de una caja, ha decidido demostrar que se puede ir por libre, que no va a esperar a ver cómo queda la ley para dejar claro que lo que tiene ahora entre manos huele y sabe a banco y que pretende seguir trabajando para que cada vez lo sea más.
Centralizan toda la operativa y no descartan salir a bolsa
Ha encontrado un cómplice perfecto de su plan en José Luis Olivas, presidente de Bancaja, entidad con la que ha formado una fusión fría junto con otras de menor tamaño Caja de Canarias, Laietana, Ávila, Segovia y Rioja. El acuerdo dará lugar a la mayor caja de ahorros española, por delante de La Caixa.
En una presentación a inversores en Londres hace un par de semanas, Bancaja y Caja Madrid exhibían su futuro cuerpo de banco como prueba de solvencia y capacidad de captación de capital.
Lejos de las guerras intestinas típicas de las fusiones, se vanagloriaban de tener planeado "operar como una única entidad de forma integrada y centralizada". "El SIP será un banco bajo supervisión del Banco de España", añadía la presentación. "Será responsable de todas las decisiones clave, con las cajas de ahorros solo responsabilizándose de la distribución en sus regiones de origen y de la gestión de la obra social y sus fondos". Como sociedad anónima que es el banco que engloba el SIP, celebrará juntas generales de accionistas "con capacidad de voto en la misma proporción que el porcentaje de capital del banco que tengan en su poder".
Buscan la paz política visitando a los presidentes de sus autonomías
A partir de aquí, aunque por mayoría cualificada de la junta, Caja Madrid y Bancaja abren la puerta a todas las operaciones características de un banco: "Entrada de nuevos accionistas o aumentos de capital". Y hasta la más importante para pasar a depender del escrutinio del mercado: "Salir a cotizar a bolsa".
El motivo de esta campaña ante los mercados es que la entidad, como banco, puede dar una mayor sensación de fortaleza, reforzada por los 4.465 millones de euros que ha pedido al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), los 9.500 millones de provisiones ya dotadas entre las diferentes cajas y los 2.000 milllones en créditos fiscales que obtendrá la nueva sociedad común, que le permitirá acelerar la limpieza de los 16.000 millones en activos de dudoso cobro que prevén que se transformen en pérdidas.
Y todo ello con el objetivo único de captar fondos para elevar su solvencia. Presentarse en los mercados internacionales como caja es ahora casi un seguro de no recibir financiación, mientras que hacerlo como banco eleva un poco las posibilidades de éxito.
Ronda políticaRato y Olivas tampoco se han olvidado del recelo de los políticos por las fusiones interregionales, pero, como la ley no parece que vaya a hacer mucho para reducir la influencia de los poderes públicos, están visitando a los presidentes de los gobiernos autonómicos para explicarles el proyecto. El primero fue el president de la Generalitat de Valencia, Francisco Camps, la semana pasada.
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