Este artículo se publicó hace 13 años.
La caída del contrato de integración francés
El tejido social francés puede seguir enriqueciéndose de la cultura autóctona francesa, gracias a la no aplicación de las medidas
Busque alguna noticia o polémica en los periódicos franceses a propósito de los otrora celebérrimos Contratos de Acogida e Integración (CAI) que Nicolas Sarkozy quería hacer obligatorios para los extranjeros, aquellos exámenes de lengua, cultura y hasta "civilización francesa" que iban a ser eliminatorios. No encontrará esa noticia. Simplemente, porque no existe. La Administración gala ha moderado por completo el cerrojazo de Sarkozy en ese terreno, hasta el punto de que hoy esos CAI son irrelevantes, tanto para los políticos como para los propios inmigrantes.
Los certificados son ya irrelevantes para los políticos y los inmigrantes
Gracias a esa no aplicación de los exámenes y las formaciones obligatorias y eliminatorias que Sarkozy quería inicialmente, el tejido social francés puede seguir haciendo, como desde hace dos siglos, su trabajo de enriquecimiento de la cultura autóctona francesa, y de integración progresiva.
Francia registró en 2009 179.000 entradas legales de inmigrantes, llegados oficialmente para quedarse. La cifra es muy parcial, según todas las fuentes. Pero tiene la ventaja de ser oficial: esos 179.000 llegan con todas las de la ley y se instalan para siempre.
Pues bien, de ellos, sólo 21.814 optaron o se vieron obligados por la insistencia de algún funcionario a pasar previamente, en su país de origen, la entrevista que, de alguna manera, hace las veces de lo que debía ser un examen eliminatorio. Por lo tanto, sólo un 12,2% de los inmigrantes "legalizados" se ven afectados por lo que, en su día, Sarkozy calificó de "cambio radical" en la política de integración.
En 2009, sólo pasaron por la entrevista el 12% de los que llegaron
Conocimiento de los valoresLo interesante llega en el detalle de la entrevista. Un 80,5% aprueba el cuestionario sobre "los valores de la República Francesa". No está nada mal que, en el fondo de Turquía o en el antiguo Imperio Malinké, el 80,5% esté tan bien informado sobre "los valores de la República Francesa". Ni en el distrito VII del centro de París, sede de los principales ministerios, hay un 80,5% de gente que los conozca tan bien.
Una vez en Francia, la idea inicial de Sarkozy era someter a todos los inmigrantes a una carrera de obstáculos de larga duración y de varios años, también eliminatoria, que recibió el nombre de Contrato de Acogida e Inmigración (CAI).
En 2009, "se han propuesto" el giro semántico es importante un total de 99.402 de esos CAI, cifra en descenso respecto a los 103.952 de 2008, cuando el Sarkozy preveía una subida. La oficina de acogida, no obstante, se congratula de que casi la totalidad de las personas a las que se propone el CAI lo acepten (un 95,8%), en su mayoría magrebíes, africanos y turcos. Por el contrario, la Oficina Francesa de Inmigración e Integración (OFII) se abstiene de citar en sus documentos que sólo tocan pues al 55,5% de los inmigrantes legales.
Cuando se entra en el detalle del Informe de Actividad de la OFII 2009, llega lo interesante. Para poder alcanzar esa cifra de CAI "propuestos", la Administración se ha librado a un auténtico ejercicio de contorsionismo. Entra en un CAI todo aquel inmigrante que sigue algún cursillo de formación, de los que existen desde siempre en Francia.
La OFII anuncia triunfalmente que "ya casi 510.736 contratos han sido firmados". En la letra pequeña del informe se ve que es mucho más modesto. Se han firmado medio millón "entre julio de 2003 y el 31 de diciembre de 2009", es decir, incluso antes de que existiera el CAI. Es más, para alcanzar la cifra, se cuentan no los cursos y exámenes, sino todo lo que se parezca a una formación: balance de competencias, formación en el país de origen, formación linguística...
Vaciado de contenido y trasformado en un simple envoltorio, el CAI ha perdido toda realidad operativa para los inmigrantes legales. De hecho, las redes más activas de defensa de los trabajadores inmigrantes ya no se preocupan demasiado por ese dispositivo, aunque sí reconocen, no obstante, que ha jugado un papel en el cerrojazo general a la inmigración, y "con toda verosimilitud, ha contribuido a fabricar más sin papeles".
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