Este artículo se publicó hace 17 años.
Los cacos más frikis
De colmenas, alcantarillas y picaportes... a huesos humanos: los robos extraños y curiosos están a la orden del día
Un elevadísimo porcentaje de los delitos y faltas que se cometen en España son contra el patrimonio. Basta con echar un ojo a los datos del Ministerio del Interior del año 2006. Policía y Guardia Civil contabilizaron 664.036 delitos contra el patrimonio. Las faltas se elevaban a 821.110. Viviendas y vehículos son los objetivos principales de los delincuentes, pero no son los únicos.
Los cacos se las ingenian para robar casi cualquier cosa imaginable, por extraña que parezca: alcantarillas, placas solares, señales de televisión, aldabas de puertas, lápidas, bobinas de cobre... "Incluso los hay que se adueñan de personalidades y estados civiles de terceras personas", explican responsables de la Brigada de Delitos Tecnológicos (BIT) de la Policía.
Los Mossos detuvieron ayer a 21 personas a punto de 'levantar' 20.000 metros de coche
Casi todo puede caer en manos de los ladrones. Y aunque a priori pueda parecer lo contrario, muchos de estos "robos extraños" cuestan mucho dinero. Es el caso, por ejemplo, del cobre. Hace pocos meses, la Policía detuvo en Valencia a 23 personas. En la operación se intervinieron tres toneladas de este metal, valorados en 30.000 euros.
El método es sencillo: se sustraen y pelan los cables, se funde el cobre y se coloca en el mercado negro. Las pérdidas son muy elevadas para las empresas, que en muchas ocasiones ni siquiera denuncian el pillaje. Para evitarlo, en Catalunya los Mossos d'Esquadra patrullan desde hace una semana en las obras del AVE para evitar que ningún intruso se cuele por la noche.
De la M-30 a torreones medievales
Las bobinas, las catenarias y los cables de señalización son toda una tentación. Lo saben también en Madrid. "Nos hacen polvo cada vez que nos roban cobre, es una sangría", reconocen desde el Ayuntamiento de la capital. No es para menos. El precio se ha disparado hasta los ocho euros por kilo, y cada vez es más codiciado. Uno de los últimos objetivos han sido los nuevos túneles de la M-30.
No es la primera vez que esta ciudad ha vivido oleadas de robos extraños. Hace unos años, desaparecieron picaportes, algunos de ellos auténticas antigüedades, de portales de la zona centro. Su más que probable destino fueron anticuarios.
Lo mismo ocurrió en Segovia. En enero de 2007 las dos aldabas de la puerta del Torreón de Lozoya, uno de los más emblemáticos de la ciudad, se esfumaron. No estaban. Alguien las había robado. Y aunque el portón había sido restaurado en los años 60, los dos llamadores eran originales de los siglos XV-XVI. No fue un caso aislado. En pocos meses, se sustrajeron otros tiradores de casas antiguas y palacetes de Segovia. Su destino fue, con toda seguridad, el mercado negro.
El Grupo de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil calcula que, desde 1980, se han robado entre 4.000 y 5.000 obras de arte y otros objetos de valor de iglesias, viviendas y edificios públicos. La cifra es insignificante si se compara con países como Italia o Francia, con entre 2.000 y 3.000 sustracciones anuales.
La mayoría de estos pillajes no trascienden, aunque siempre hay excepciones. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, con los mapamundis e ilustraciones que birlaron de la Biblioteca Nacional, algunos de ellos auténticos incunables del siglo XV. Las autoridades ya han recuperado y devuelto a la institución ocho láminas, aunque todavía faltan por volver a España otros 19 dibujos, localizados en Argentina, Australia y EEUU.
Saqueos macabros
Los cementerios tampoco se libran de los saqueos. Lápidas de bronce, forjas de hierros de las tumbas, pomos... o restos humanos. Más de una vez han desaparecido huesos de osarios. No siempre se trata de actos vandálicos o de simples gamberradas.
En ocasiones, se ha visto implicado algún que otro estudiante de medicina. En Manzanares el Real (Madrid), la Guardia Civil detuvo hace ya unos cuantos años a siete alumnos por sustraer los restos de siete cadáveres. Los huesos aparecieron en varias ollas sobre las barbacoas de un merendero. Junto a ellos, unos guantes de cirujía y varios frascos de agua oxigenada delataron su origen. Para evitar este tipo de robos, en Barcelona este año reforzaron la seguridad de los camposantos. Y en los más grandes, como son los de Collserola y Montjuïc, esta vigilancia es ininterrumpida las 24 horas del día.
En enero de 2007 se 'esfumaron' dos aldabas de la puerta del Torreón de Lozoya, en Segovia
Más complicado es custodiar las imágenes religiosas de los humilladeros que se levantan junto a numerosos pueblos de España. Su robo es muy sencillo ya que estos monolitos están situados en caminos alejados de núcleos habitados, muchos de ellos además en zonas rurales. El expolio se ha cebado en estos monumentos, tan difíciles de proteger. Una posible solución pasa por colocar en estos humilladeros, que son un patrimonio cultural desconocido para mucha gente, una réplica de los santos, vírgenes y cruces que peligran.
Nada que ver con estos tesoros religiosos es el robo que aconteció en Málaga el año pasado. Un hombre fue detenido por desvalijar objetos mucho más mundanos: casi 300 tapas de alcantarilla que vendía a chatarreros. Tan peligrosa se puso la cosa que la Policía Local montó un operativo de urgencia por la ciudad para evitar que los peatones cayeran por el orificio.
Incluso algo tan nimio, aparentemente, como robar unos jamones puede convertirse en un auténtico problema. Es lo que le ocurrió a un individuo que robó, en 2005, hasta 850 jamones de Jabugo en una empresa de Salamanca. La Guardia Civil sólo pudo recuperar 182 piezas. En su huida, el maleante impactó contra un coche policial e ingresó en prisión acusado de hurto, robo con fuerza en las cosas, delito contra la seguridad del tráfico, atentado contra agentes de la autoridad y delito de daños.
El último de estos robos estrambóticos tuvo lugar hace pocos días. Esta vez, las "víctimas" eran insectos alados y los malhechores actuaban ocultos entre pinos. Su botín: 377 colmenas, valoradas en más de 60.000 euros. La Guardia Civil descubrió, además, que en la operación se habían vendido a una empresa al menos 21.000 litros de esta miel, sin ningún tipo de control sanitario.
Personalidades que se usurpan
Pero hay desfalcos más sofisticados, retorcidos y elaborados que no siempre buscan obtener dinero de forma fraudulenta. En ocasiones, su objetivo es algo menos tangible y, posiblemente, mucho más cruel: el chantaje. "A veces, para llevarlo a cabo, el delincuente lo que hace es robar personalidades, incluso de gente conocida", explica un alto responsable de la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT).
Todo vale con tal de llevar a cabo el fraude, y las nuevas tecnologías son el cauce idóneo para poder conseguirlo. Este año, la Policía detuvo a un individuo que se hacía pasar por el director de contrataciones del canal televisivo Cuatro. Este hombre ofrecía supuestos contratos de trabajo a jóvenes modelos a cambio de relaciones sexuales. Algo parecido hizo otro delincuente hace escasos meses, quien usurpaba las identidades de profesionales del mundo de la televisión, el cine y la moda para cometer abusos sexuales.
"Incluso se apropian de estados civiles y cuelgan los datos de otras personas en Internet con la intención de molestarles o por venganza", relata este investigador de la BIT. Lo que empieza como una simple broma suele degenerar al final en injurias e insultos, y ese delito ya es punible porque está tipificado en el Código Penal. "Y después está el robo de las cuentas de correo, que se da muchísimo con pedófilos que simulan ser un menor y que lo que buscan es conseguir imágenes de otros jóvenes mediante chantaje puro y duro", prosigue este agente.
Pero la Red también puede ser un buen canal para pegar pelotazos millonarios. Hay webs que son trampas mortales para el usuario ya que tras ellas pueden ocultarse auténticos profesionales del timo. Piratas tecnológicos que atacan tanto a ciudadanos anónimos como a empresas. Los sistemas de seguridad han mejorado pero los malhechores aprovechan cualquier resquicio para dar el golpe.
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