Este artículo se publicó hace 16 años.
Borradas de la memoria, pendiente el estudio de las mujeres represaliadas
No se trataba de eliminarlas físicamente sino de dar ejemplo, de que recordaran quiénes eran y cuál era su sitio, de "cortarles las alas", de hacerlas "invisibles". Borradas de la memoria durante décadas, el estudio de la represión contra las mujeres durante el franquismo sigue siendo una asignatura pendiente.
Una de esas mujeres es Concha Ramírez Naranjo, hija de un coronel republicano, que a sus 85 años habla desde Sevilla de los días de 1936 en que los bombardeos de los nacionales oscurecieron su casa de Madrid, justo en la época en la que comenzó a escribir un diario que ha acabado por publicar.
Recuerda la tristeza, el drama, los cañonazos y la oscuridad, pero, sobre todo, a su madre llorando a lo largo del periplo que les llevó al exilio en Francia después de que las tropas de Franco tomaran Barcelona.
Casi 70 años después sigue reclamando que se recupere la memoria de tantas mujeres que sufrieron las miserias de la guerra y la represión posterior, y considera "una pena" que el Gobierno no se comprometa más intensamente en esta tarea.
El destino de Concha Ramírez Naranjo fue el destierro y la Segunda Guerra Mundial, sin embargo muchas otras no corrieron la misma 'suerte'.
El presidente de la Asociación Guerra, Exilio y Memoria Histórica de Andalucía, Manuel Velasco, narra el caso de Victoria Macías Gutiérrez, de 24 años, fusilada embarazada el 19 de septiembre de 1936 en Los Corrales (Sevilla) y violada después de muerta por un falangista "que la quiso por novia". Su delito, haber bordado una bandera.
Entre otras mujeres represaliadas en esa población sevillana, Velasco se detiene en el asesinato de Adelina Muñoz Camas, de 37 años y madre de siete hijos. La mataron el 24 de septiembre de 1936 por llamar "criminales" a los insurgentes. Una vez muerta, ataron su cadáver a un burro para llevarlo a una fosa común.
Velasco coincide con el presidente de la Asociación de Memoria Histórica y Justicia Social de Andalucía, Rafael López Fernández, en que la represión contra las mujeres es "muy poco conocida" y, a pesar de que hubo muchos menos fusilamientos en comparación con los hombres, las humillaciones públicas fueron particularmente crueles.
López Fernández pone como ejemplo a la joven almonteña María de los Santos, a la que pelaron, dieron aceite de ricino y obligaron a trabajar durante largas jornadas, un día tras otro, sacando agua de un pozo y volviéndola a verter en su interior.
El desprecio de los vencedores hacia sus víctimas queda patente en unas palabras del general Queipo de Llano a Radio Sevilla días después del alzamiento, que López Fernández sugiere a raíz de que el juez Baltasar Garzón las incluyera en su auto para investigar las desapariciones durante la guerra y el franquismo.
Cita el documento: "Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo qué es ser un hombre. De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido hombre de verdad y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará".
El trabajo de la investigadora Pura Sánchez en "Represión de las mujeres en Andalucía (1936-1949)" es una excepción.
No se atreve a dar una cifra exacta de mujeres que sufrieron la represión franquista en la comunidad, que presume en torno a 2.000, pero subraya que los datos cuantitativos no son tan importantes como los cualitativos.
Precisa que en el archivo del Tribunal Militar Territorial número 2, que reúne los expedientes judiciales de las provincias occidentales de Andalucía, la relación de mujeres respecto a los hombres es de un 4 por ciento.
Cataloga esta represión de selectiva y ejemplarizante, y señala que el objetivo principal de estos castigos era la "deshumanización" de las mujeres, a las que el bando nacional quería "redefinir".
Por eso las tachaban de "individuas" y "sujetas", frente a las señoras y señoritas de derechas, comenta Pura Sánchez, quien presta especial atención al "lenguaje no verbal" de la represión: los pelados, las violaciones, las humillaciones, la separación de los hijos y los encarcelamientos, que muchas ocasiones concluían con caquexia (estado de extrema desnutrición producido por enfermedades).
"Y todo por actuar como los vencedores creían que no debían actuar las mujeres", añade. "Porque hubo vencedores, pero no vencedoras -prosigue-. Todas las mujeres, de un bando y otro, volvieron a ser invisibles después de la República".
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