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Bauhaus: El trastero abre sus puertas

Una vieja cervecería albergará el archivo de la famosa escuela, que ya se puede visitar

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La cuna triangular que Peter Keler diseñó en 1922 para Vasily Kandinsky asoma por la tapa abierta de un contenedor. Un montón de sillas de Marcel Breuer y Mies van der Rohe se acumulan en la estancia contigua. En la Antigua Fábrica de Cerveza de Dessau, los archiveros desembalan algunos de los depósitos más valiosos de la Fundación Bauhaus, cedidos a Japón para una muestra itinerante que recibió unas 180.000 visitas.

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En marzo de 1919, hace ahora 90 años, el arquitecto Walter Gropius fundó en la vecina ciudad de Weimar una escuela interdisciplinar que se mudaría a Dessau en 1925 por motivos políticos y existiría hasta la llegada al poder de los nazis, en 1933. Sin ella no se entienden el arte, la arquitectura, la fotografía, la escenografía y el diseño de hoy. La devolución de las piezas de Japón y el traslado completo del archivo a la cervecería, que se completará de aquí a final de año, coinciden en el Año Bauhaus, que celebran Weimar, Dessau y Berlín con ocasión del aniversario.

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"El edificio de la escuela nunca estuvo pensado como almacén. Es todo piel y huesos, acero y cristal", explica el conservador del archivo, Werner Moeller. La cervecería, en cambio, es un depósito ideal para los fondos. La privatización de esta fábrica había sido un fracaso económico para la filial regional de la Treuhand, la sociedad que se encargó a partir de 1990 de incorporar a la nueva economía capitalista las empresas e inmuebles de la antigua República Democrática Alemana. Esta circunstancia permitió en 1999 a una asociación cultural adquirir el edificio por el precio simbólico de un marco (50 céntimos de euro). Ahora, la Fundación Bauhaus es la principal inquilina de este enorme complejo de ladrillo rojizo.

El depósito cuenta actualmente con unos 26.000 objetos, la mayoría del período 1925-1932. Hay materiales de archivo como documentos, cartas y fotos, pero también una gran cantidad de muebles y todo tipo de utensilios de los maestros y sus discípulos, así como unos 200 cuadros.

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Aunque la colección sigue creciendo gracias a los hallazgos de objetos históricos durante las obras de saneamiento de los edificios. Así, los inquilinos de construcciones contemporáneas de la escuela descubren en el jardín o en el garaje no ya picaportes, sino hasta puertas enteras. "El volumen de objetos a conservar crece continuamente", explica Moeller al pasar junto a un montón de grifos, tuberías, cables, cascotes y una bañera rescatados de las ruinas de una vivienda que ocupó László Moholy-Nagy, el pintor, fotógrafo y diseñador húngaro que enseñó en la Bauhaus entre 1923 y 1928.

La mudanza de los fondos a la cervecería ha permitido montar en el sótano de la escuela, antiguo taller de los primeros alumnos de Dessau, una nueva exposición permanente que resume las principales aportaciones de los tres directores de la Bauhaus: Gropius, el suizo Hannes Meyer y Van der Rohe.

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En la célebre "oficina del director" falta el escritorio original de Gropius, oculto aún en alguno de los contenedores devueltos de Japón. El eco de esta exposición nipona se ha convertido en una buena base para el Año Bauhaus alemán, que culminará en julio con la mayor muestra organizada hasta hoy sobre la escuela.

Además de las piezas de las colecciones alemanas, en Berlín se exhibirán por primera vez objetos que maestros y discípulos se llevaron al exilio en EEUU para cederlos a instituciones como el MoMA y la Universidad de Harvard.

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El aniversario también estimulará debates sobre la recepción de la Bauhaus. ¿Una escuela elitista cuyo legado se limita hoy a sillas de diseño en despachos de ejecutivos? Moeller matiza que algunas fases de la escuela están más relacionadas que otras con artículos de lujo. "Las lámparas de escritorio de Marianne Brandt, asimétricas y lacadas de negro, se encuentran fácilmente por 80 euros en muchos mercadillos, pero la de Wilhelm Wagenfeld es efectivamente un objeto de lujo", explica.

El archivo de la Bauhaus dejará de ser dominio exclusivo de investigadores hoy, cuando empiezan los recorridos diarios para diez personas en la cervecería. Un trabajador se encargará de las explicaciones y otro de impedir que los visitantes se metan souvenirs en el bolsillo. “Con todo esto esparcido, la tentación es grande”, apuntan desde la fundación.

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