Este artículo se publicó hace 17 años.
Un arzobispo se somete por primera vez a la justicia terrenal
El juez del 'caso Malaya' preside la vista contra un prelado de Granada acusado de 'mobbing'
Una silla forrada de pana verde con reposabrazos de madera. Así era el banquillo en el que por primera vez se sentó un arzobispo para ser juzgado por los hombres.
Sucedió ayer en Granada, donde el prelado Francisco Javier Martínez negó haber vejado y humillado al sacerdote Francisco Javier Martínez Medina, al que destituyó de sus cargos en la catedral (era archivero y conservador de patrimonio), le impidió su acceso a una cátedra de Teología y le prohibió decir misa en público por haber trasladado su caso de la jurisdicción eclesiástica a la ordinaria, según la acusación.
Martínez Medina aseguró en la vista que su superior llegó a decirle en una conversación que "era un mal sacerdote" y que "le iba a hacer obedecer con el látigo". El prelado negó haber pronunciado esas palabras y aseveró que había actuado así porque los nombramientos son competencia suya. Y agregó que había perdido la confianza en Martínez Medina y que en ningún momento quiso ofender a nadie con sus actos.
Como los designios de Dios son inescrutables, el juez Miguel Ángel Torres, instructor del caso Malaya contra la corrupción en Marbella, es ahora el encargado de decidir si condena al arzobispo a pagar 45.000 euros por los delitos de injurias, calumnias, acoso moral, lesiones y coacciones, como pide la acusación, o lo absuelve, como reclama la defensa y la fiscalía.
Ayer, Martínez Medina, que declaró en calidad de testigo, afirmó que su relación con el arzobispo es "nula" y atribuyó la muerte de su madre al "estrés y las vejaciones" sufridas por los ataques de su superior.
Martínez estuvo sentado enfrente de Torres desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde (hubo un receso de una hora para comer) y sólo abrió la boca para responder a las preguntas de los letrados. Ahora mirando al techo de la sala, ahora cabizbajo, parecía rezar mientras hablaban los testigos de la acusación.
Libro financiado por Cajasur
Casi todo ayer se centró en la edición de un libro encargado por el anterior arzobispo de Granada, Antonio Cañizares, a Martínez Medina sobre la catedral y financiado por Cajasur.
La acusación trató de demostrar que Martínez, anterior obispo de Córdoba, mantenía una enemistad manifiesta con Miguel Castillejo, entonces presidente de la caja de la Iglesia, y que al descubrir que el sacerdote mantenía buenas relaciones con éste, había parado la publicación. En sus declaraciones, rechazó estos argumentos y dejó esta perla: "Cajasur no existiría sin mí".
Trataba así de explicar que había jugado un papel decisivo en la salvación de la entidad de la ley de cajas andaluza de 1999, que pretendía que el presidente fuera elegido por el consejo de administración y no por la Iglesia directamente.
Martínez se negó a contestar a las preguntas más peliagudas para él y a las que se referían a procedimientos de la Iglesia. En la sala mandaba el juez Torres, que estaba de buen humor, y a mitad de interrogatorio le permitió sentarse ("tengo escoliosis", pidió el arzobispo). Pero le amonestó cuando contestó airadamente a un requerimiento de la acusación. "Sea menos brusco al responder al letrado. Lo digo para que haya cierta cordialidad", le espetó. Martínez se disculpó.
A las preguntas de su defensa, el arzobispo respondió, sin embargo, con calma. Afirmó que "podía haberle retirado la licencia para impartir docencia", pero que no lo había hecho y remachó: "Yo no he amenazado nunca al señor Medina".
En la jurisdicción terrenal el acusado tiene derecho a no decir la verdad. La vista continúa el próximo miércoles con la presencia de los testigos de la defensa.
Inocencia publicitada
El nuncio del Vaticano en España tiene sobre la mesa un documento de 132 sacerdotes críticos con su gestión. Francisco Javier Martínez, el primer prelado que se sienta en el banquillo de la justicia ordinaria, acumula una trayectoria polémica. Fue denunciado por no renovar el contrato a un profesor de Educación Física, en un centro dependiente de su archidiócesis, por "no sentir la llamada de Cristo".
Dejó además sin misas, bodas y entierros a la localidad granadina de Albuñol, mientras no cesaran las protestas por el traslado del párroco del pueblo. Varios vecinos llegaron a acudir a Sevilla para protestar ante el Defensor del Pueblo, José Chamizo, y arremetieron contra la política del comandante de la diócesis. Cuando fue obispo de Córdoba, sus trifulcas con el entonces presidente de Cajasur, Miguel Castillejo, fueron sonadas.
La "prepotencia" del arzobispo
En Granada ha impreso la doctrina más conservadora a su gestión. Para Comisiones Obreras, la causa del despido del profesor de gimnasia es "la prepotencia" del arzobispo, que sustituyó en la ciudad al actual vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Antonio Cañizares. "Quiere cambiar la filosofía de éste y de otros centros como la Facultad de Teología [regentada por los jesuitas]", denuncia Juan Martínez, responsable en Granada de Enseñanza Privada del sindicato. "A los seminaristas hasta les ha creado una escuela propia", añade.
Ayer, acudió al juzgado de Granada acompañado de varios sacerdotes. No está solo. Uno de ellos llegó a besarle el anillo tras terminar la declaración. El arzobispo se gastó, además, unos 2.000 euros en publicitar su inocencia en varios rotativos granadinos.
El domingo pasado dio una homilía en la que pedía disculpas a su manera: "Aunque nunca he querido conscientemente hacer daño a nadie, ni he deseado el mal de nadie, todos podemos equivocarnos y ofender aun sin saberlo. Los cristianos sabemos muy bien esto". "Os ruego que oréis por mí", agregó. Y remachó: "Quiero que sepáis que mi sentimiento es el de afecto y de perdón hacia todos los que puedan querer hacerme daño, a mí y a la Iglesia. Son fragmentos de lo que insertó como publicidad en los periódicos locales. ¿Estará arrepentido de sus actos?
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