Este artículo se publicó hace 14 años.
Artistas latinoamericanos buscan desestigmatizar la hoja de coca en Berlín
La hoja de coca es el hilo conductor de una exposición en Berlín en la que diversos artistas latinoamericanos tratan de desestigmaticar y reivindicar esa planta andina haciendo ver que "la coca no es cocaína".
Bajo el título de "La mata que no mata", un total de siete artistas exponen sus creaciones, que, siempre con la hoja de coca como elemento inspirador, van desde la pintura hasta la escultura, pasando por la fotografía y los dibujos sobre telas.
La plantación de coca, planta tradicional de la zona andina amazónica que crece entre los 800 y los 2.000 metros de altitud, ha sido atacada y perseguida desde hace años por varios gobiernos, pues su utilización suele vincularse directamente con la producción de cocaína.
Los artistas de la muestra usan sus obras para rebelarse contra esa "confusión" y explicar que la cocaína es un producto resultante de la hoja de coca, pero sólo después de un largo y complicado proceso químico de transformación.
Así, la idea de esta exposición tiene su origen en un artículo publicado el año pasado por el periodista colombiano Rodrigo Restrepo, que, con el mismo título que el que ahora recoge la muestra, reflexionaba sobre la estigmatización y demonización de la planta de la coca en el imaginario colectivo actual, frente a su uso tradicional por los pueblos andinos.
Con esa referencia, el ex diplomático cubano reconvertido en galerista y asentado en Berlín Alejandro Villalón decidió recopilar obras de diversos artistas que trataran el tema de la coca y exponerlos juntos en la capital alemana, dentro de su galería "Siguaraya".
Según Villalón, los siete artistas, de diferentes generaciones y con diferentes estilos, "han logrado dar un panorama bastante amplio de la problemática de la coca" gracias a la exposición, que se ha inaugurado esta semana y se mantendrá hasta el próximo 15 de mayo.
Uno de los artistas es el peruano Héctor Acevedo, quien a través de sus cuadros habla de la parte de la coca vinculada con los mitos y rituales tradicionales de los pobladores de los Andes y la Amazonía.
La comunicación con las almas gracias a sus propiedades alucinógenas, o el viaje al más allá con una hoja de coca en la boca son temas que inspiran a este pintor, atendiendo a algunos de los usos más enraizados de la planta.
Peruanos son también Vidal Bodeya, quien realiza composiciones abstractas inspiradas en las plantas de coca, y Belinda Tami, que agranda la hoja y la sitúa como protagonista de cuatro cuadros similares en diferentes tonalidades.
Lucia Falconi, de Ecuador, hace su aportación a la exposición dentro del campo de la escultura con una colorida planta de coca realizada a partir del material que se utiliza para el fuselaje de los aviones, y recubre una parte con relatos del poeta Pablo Neruda.
La galería también cuenta con la participación del boliviano Gastón Ugalde, que realiza sus cuadros con hojas de coca reales, jugando con los claroscuros del anverso y el reverso, y algunas de cuyas obras han sido regaladas a mandatarios internacionales por el presidente de Bolivia, Evo Morales.
En Berlín, Ugalde expone una pieza de tela, típica manta andina, decorada con diversos motivos dibujados en verde con la clorofila de las hojas de coca.
El colombiano Edison Quiñones es el más joven de los artistas que participan en "La mata que no mata", donde presenta una serie de cuatro imágenes en las que intenta confrontar la planta de coca como icono con los efectos nocivos que la cocaína tiene para las personas.
Por su parte, otro colombiano, Marcelo Verastegui, interviene en la exposición con un original proyecto que, a través de fotografías, realiza una defensa de la planta confrontándola con el proceso real desarrollado para obtener cocaína.
La recolección, el procesamiento, el empaque y la distribución de la droga es estudiado e imitado por Verastegui, quien inventa una alternativa para lograr que la planta de coca llegue en forma de postal a cuantos sitios en el mundo sea posible.
El artista, que juega a ser "traficante cultural", está en contra de la "confusión" y de que los gobiernos ataquen a la planta en sí, "porque ella no mata ni es mala, sino que es una especie tradicional con múltiples propiedades positivas, y utilizada por los pueblos desde hace más de 2.000 años".
Ximo Albors
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