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Alta inseguridad biológica

Bajo sospecha. Un investigador del centro se suicidó poco antes de que el FBI le acusara de bioterrorismo

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El alto mando del mayor laboratorio militar contra el bioterrorismo de EEUU ha encontrado en su almacén más de 9.000 muestras de virus y patógenos peligrosos que no figuraban en los archivos del centro. Las muestras extraviadas incluyen virus del ébola, la fiebre del Rift y la encefalitis, así como otros patógenos peligrosos como el ántrax. La noticia ha vuelto a poner en evidencia las medidas de seguridad del centro, un año después de que el FBI acusara a uno de sus investigadores de perpetrar el peor ataque bioterrorista de la historia de EEUU.

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El microbiólogo Bruce Ivins trabajó durante 28 años en los laboratorios del Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas (USAMRIID), que es parte del Fuerte Detrick, en Maryland. El laboratorio se creó en 1969 para buscar vacunas y antídotos contra los patógenos de nivel 3 y 4, los más peligrosos del mundo. En sus instalaciones trabajan militares y civiles como Ivins. Según la investigación, el experto escamoteó esporas de ántrax de su laboratorio y las envió por carta a periodistas y políticos poco después del 11-S, acompañadas de mensajes como "muerte a América" o "Alá es grande" . Las esporas que contenían las cartas mataron a 5 personas y causaron infecciones a otras 17. Poco antes de ser acusado formalmente, con el FBI estrechando el cerco sobre su persona, Ivins apareció muerto en su domicilio cercano al cuartel con una sobredosis de paracetamol.

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La posibilidad de que esta vez se hayan robado algunas muestras no catalogadas es "extremadamente improbable", explica a Público Caree Vander Linden, portavoz del laboratorio.

Aún así, no es la primera vez que se traspapelan muestras peligrosas. El último hallazgo ha sido fruto de una limpieza general que comenzó en febrero después de que se detectaran por casualidad varios tubos con encefalomielitis equina que no estaban catalogados. La mayoría de los proyectos de investigación quedaron paralizados durante cuatro meses mientras se repasaba el contenido de todos los congeladores donde se guardan las toxinas. El recuento acabó en junio con un total de 9.220 muestras que no constaban en el inventario del centro, que atesoraba otras 66.000 que sí estaban registradas. Eso supone que se desconocía la existencia de una de cada ocho muestras.

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Vander Linden explica que se trata de muestras "históricas" que llevaban años olvidadas en los refrigeradores. Algunas se remontan a la Guerra de Korea, (1950-1953). El centro habilitó una base de datos electrónica en 2005, pero muchas probetas se quedaron fuera. Los responsables creen que habrían sido dejadas a su suerte por investigadores que se jubilaban o cambiaban de trabajo sin hacer un inventario exacto del peligroso material que manejaban.

"Estos virus y bacterias se replican. Una sola muestra es suficiente para generar material suficiente con el que organizar un ataque bioterrorista", advierte Richard Ebright, profesor de biología química de la Universidad Rutgers (EEUU). Todos los patógenos estaban en congeladores y, para sacarlos del centro, sería necesario mantenerlos en ese estado, lo que supone una traba importante. Pero otros, como las esporas de ántrax, son extremadamente resistentes y pueden aguantar años sin necesidad de frío. Este último material fue el que supuestamente usó Ivins en varias cartas que se enviaron el 18 de septiembre y el 9 de octubre de 2001. En su periplo hacia sus destinatarios, que incluían al famoso periodista de la NBC Tom Brokaw así como los senadores demócratas Tom Daschle y Patrick Leahy, el contenido de las cartas acabó con la vida de dos carteros, un trabajador sanitario, un editor de fotografía y una anciana de 94 años. Según el FBI, el perfil genético de las esporas que causaron esta estela de muertes coincide exactamente con las de la cepa con la que trabajaba Ivins. Además, las autoridades mencionan que, en los días previos al envío de las cartas, el científico trabajó hasta muy tarde a pesar de que acostumbraba a irse a casa a las cinco de la tarde. El caso aún no se ha cerrado y muchos han alertado de que hay muchas inconsistencias, por ejemplo, que no se ha demostrado la presencia de Ivins en New Jersey los días que fueron enviadas las cartas desde esta ciudad. Muchos científicos defienden a Ivins y la Academia Nacional de Ciencias ha comenzado una revisión independiente del caso. Lo que por ahora no se menciona es cómo pudo usar el ántrax de un laboratorio que está sometido a medidas de máxima seguridad.

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Vander Linden dice que los controles se han aumentado considerablemente desde los ataques del 2001 y que incluyen vigilancia por vídeo de todos los laboratorios, cacheos sorpresa y la obligación de ducharse al salir de algunas salas donde se usan los patógenos. Sin embargo, el laboratorio no ha abierto una investigación para averiguar cómo pudieron extraviarse tantas muestras y buscar responsabilidades. "Es muy urgente que se investigue este catastrófico error de mando", considera Ebright, quien cree que el laboratorio necesita reforzar sus controles. "Una muestra sin documentar refleja prácticas de seguridad laxas. Más de 9.000 reflejan medidas de seguridad inexistentes", concluye.

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