El príncipe Alberto de Mónaco cumple mañana cincuenta años, los tres últimos al frente del pequeño Estado mediterráneo y sin haber garantizado su sucesión ya que, al menos públicamente, no ha comunicado planes de boda.
Oscurecido por una familia con luz propia, Alberto Grimaldi ha desarrollado una gran parte de su vida en medio de la discreción, alimentando más comentarios por hipótesis que por hechos reales.
Su padre, el príncipe Rainiero, y su madre, la actriz estadounidense Grace Kelly, dieron lustre y glamour al Principado mientras que sus hermanas Carolina y Estefanía se encargaron de dar que hablar por sus amoríos.
A la sombra de todos ellos Alberto se ocupó de estudiar y de formarse para suceder un día a su padre, lo que ocurrió en abril de 2005 con la muerte del veterano jefe de Estado.
Por primera vez todos los focos se dirigieron al nuevo príncipe, que en casi tres años de gestión ha mantenido algunas de las líneas directrices de su padre en el sentido de mantener al pequeño Estado como foco financiero y turístico de alto nivel.
Sin embargo, ha optado por poner énfasis en el respeto al medio ambiente y, en lo económico, por la transparencia frente a la mayor opacidad de épocas anteriores.
Esa apertura, no obstante, no se ha producido totalmente en el plano personal, al menos en lo relativo a su eventual matrimonio.
Desde hace tiempo Alberto II mantiene una relación estable con la nadadora sudafricana Charlene Wittstock, de la que muchos medios han aventurado que acabará en boda.
El rumor más reciente lo ha publicado la revista francesa "Point de vue", quien en su último número ha dado por hecho que el príncipe anunciará su boda con Wittstock mañana mismo, con motivo de su aniversario.
El artículo ha sido desmentido por el Principado, lo que implica que al menos mañana no habrá anuncio oficial, lo que no quiere decir que Alberto no tenga planes de matrimonio.
En varias ocasiones ha expresado su deseo de casarse (sin especificar con quién) y de tener un hijo que le pueda suceder.
El príncipe monegasco tiene ya dos hijos de relaciones esporádicas, pero la Constitución de su país sólo reconoce el derecho a la sucesión al trono a los hijos nacidos de un matrimonio, que en Mónaco tiene que ser siempre en una ceremonia religiosa.
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