La agenda catalana volverá a marcar la de Zapatero
El fallo del TC sobre el Estatut y la reválida del Tripartito en las urnas llegarán en 2010. Montilla y Mas se juegan el ser o no ser
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Catalunya de nuevo. Las vicisitudes de la política catalana volverán a copar discursos y dolores de cabeza de los líderes españoles, especialmente del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Todo se remonta a 2003, cuando, prometiendo un Estatut que resolviera para una generación el "encaje" en España, el Tripartito catalanista y de izquierdas de Pasqual Maragalltomó el relevo de Jordi Pujol y CiU en el Govern. Y hasta 2010. A lo largo del año, el Tribunal Constitucional deberá, si quiere acabar con una situación que lo desgasta y amenaza la paz institucional, dictar sentencia sobre el Estatut. Además, el president de la Generalitat, José Montilla, convocará elecciones al Parlament en otoño. El tripartito, asediado por el desgaste de sus integrantes y con perennes dificultades para transmitir sus logros, se someterá a una dura reválida en plena crisis.
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El PP, en busca de la llave
El presidente y también Rajoy se juegan en Catalunya parte de su futuro
Zapatero se volcará en campaña. A ella no será nada ajeno Mariano Rajoy, que intentará convertir Catalunya en la antesala de la derrota estatal del PSOE si el PSC pierde el poder y, como él pretende, el PP tiene la llave y hace president a un Artur Mas que esta vez no acudirá al notario comprometiendo a CiU a no pactar con ellos. Todo pese a que los conservadores (además del Defensor del Pueblo, Enrique Múgica) son quienes han recurrido al TC el núcleo duro del Estatut.
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La sentencia, que discute un TC con cuatro de los diez magistrados fuera de mandato por el bloqueo del PP a su renovación, tendrá efectos imprevisibles que condicionarán el escenario. Unas consecuencias que pueden ser corrosivas para los más implicados en la redacción última y defensa del Estatut: PSC y CiU. Si como pretende la que ahora es una mayoría en el TC el recorte es severo (30% de artículos), los discursos del "acomodo" federal o confederal de Catalunyase pulverizarían y la "desa-fección" que pregonó Montilla podría desbocarse.
La falta de unidad ante la sentencia aparece como talón de Aquiles catalán
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Por esa y otras causas, crece el independentismo (los sondeos lo sitúan por encima del 20%; y alguno, cerca de la mayoría). Su extensión, intensa entre votantes de CiU e ICV y agitada por figuras de buscado pero difícil acomodo político como el presidente del Barça, Joan Laporta, se evidenció en las 167 consultas soberanistas del 13-D. Hace 10 años, eran impensables y, en febrero y abril próximo, llegarán a otros cien municipios, entre ellos Girona. En la Moncloa, tienen claro que la implicación de CiU en el desafío es un "error" que ayuda al PSC.
Los partidos velan armas de cara a la sentencia. Pese a la agónica petición de la prensa catalana con un editorial simultáneo, el TC parece en las antípodas de la implorada magnanimidad; y las formaciones, lejos de la unidad. El PSC se dispone a adoptar una posición de rechazo político al fallo sin que ello ponga en un brete a Zapatero. Buscará, eso sí, recuperar con traspasos o leyes lo recortado. CiU entiende que la respuesta no puede ser otra que ir a la una en Madrid para erosionar la relación PSOE-PSC. ERC, en cambio, asumirá un fallo adverso como un rearme ideológico. Insiste en que la próxima legislatura debe ser la de la consulta soberanista vinculante.
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Ayer, en un homenaje al president Francesc Macià de cuyo natalicio se han cumplido 150 años y que reinstauró la Generalitat en la Segunda República, Montilla apeló a la "unidad" en defensa del autogobierno. Aseguró que "toca defender" el Estatut y que, para hacerlo, Catalunya "es más fuerte". "Tenemos la historia de nuestro lado", afirmó solemne. Antes, proclamó que su Govern, como el de Macià (fundador de ERC y padre del independentismo), practica "el catalanismo popular".
Vincular "progreso nacional y social" será la divisa (a menudo molesta en Madrid) con la que Montilla irá a las urnas el año que viene con el ánimo de arrebatar a CiU la centralidad. De esa confrontación, sólo sobrevivirán él o Mas.
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El president no puede, en Catalunya, ser más que eso. Y si no, deberá buscar acomodo en Madrid, donde Montilla ya fue ministro entre 2004 y 2006. Será la tercera vez que Mas concurra al frente de CiU. Las otras dos ha ganado, en 2006 con amplitud. Pero no supo tejer las alianzas para ser investido. Si vuelve a fracasar, la federación revisará su posición (más liberal y nacionalista que con Pujol) y liderazgo.
Montilla lidia con sectores del PSC despreocupados por la salud del tripartito
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El segundo Tripartito ha tenido un funcionamiento más plácido que el de Maragall, pero sus integrantes asumen que la crisis que se ceba con el tejido industrial catalán pasará factura. Logros como la financiación autonómica han tenido rendimiento efímero. El Estatut "lo tapa todo".
Montilla espera apuntarse en 2010 varios tantos. En unos días, se concretará el traspaso de Cercanías. La Generalitat asumirá un servicio que aqueja una falta de inversión histórica. Si no da problemas gracias a lo invertido estos años, Montilla exhibirá gestión.
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Además de desplegar el Estatut, la Ley del Cine o la del Tránsito de Diputaciones a veguerías, la prioridad es que la Generalitat sea "determinante" en la gestión del aeropuerto de El Prat, una infraestructura básica para la economía catalana y cuyo traspaso genera consenso social. España tiene un modelo aeroportuario centralista que en Europa sólo tiene parangón en Rumanía, Turquía y Polonia. Fomento ultima su reforma entre recelos del Govern por la poca disposición a ceder el control real.
La cogestión de El Prat y la eficacia con Cercanías, claves para exhibir balance
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Ante las urnas, en el PSC conviven dos almas. Por una parte, Montilla, preocupado por ERC e ICV, puesto que sólo si el tripartito suma él seguirá de president y, por otra, algún dirigente del partido y el Govern, que sólo piensa en los registros del PSC. De ahí la dureza con ICV en la Ley de Educación y el Impuesto de Sucesiones o los jarros de agua fría a ERC por el catalanismo de los medios públicos. Nadie comparte la idea de un PSC gregario de Mas para facilitar votos de CiU a Zapatero (la geometría variable ha funcionado) pero muchos creen que el liderazgo de Montilla debería ser más fuerte. Y con 37 diputados de los 135, es difícil.
Al menos, al president le queda el consuelo de seguir marcando agenda.