Los adolescentes son más legales
Las descargas de música son sustituidas por el 'streaming'
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La industria discográfica quizá no se haya enterado aún del todo, pero el fantasma de la piratería ha comenzado a desvanecerse en un proceso que aparenta ser irreversible. El remedio no procede de leyes draconianas ni de amenazas de sanciones, sino de la tecnología.
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Un estudio difundido en el Reino Unido confirma lo que muchos usuarios ya conocen. Las descargas de música están siendo sustituidas por el streaming (la distribución de contenidos audiovisuales por Internet sin descargas). Y los adolescentes están convencidos de los beneficios del cambio.
Una encuesta, realizada por la empresa Music Ally con entrevistas personales, revela que un 65% de los jóvenes británicos de 14 a 18 años escucha música a través del streaming de forma frecuente. Hasta el 31% de ellos lo hace todos los días, una cifra superior a la media de los usuarios.
Las ventajas de utilizar YouTube o Spotify se imponen sobre las descargas. El usuario no se baja canciones. No despierta las iras de la industria ni de los gobiernos. Sólo las escucha tantas veces como quiera, y tiene a su disposición la mayor parte del catálogo de las grandes empresas discográficas, que han firmado acuerdos con Spotify y otros servicios similares. Escuchan la música que les gusta y no les llaman piratas. No es mal negocio ni para ellos ni para la industria.
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Spotify cuenta en el Reino Unido con más de dos millones de usuarios registrados. Un competidor reciente, We7, acaba de alcanzar esa cifra. El salto ha sido espectacular. En mayo, sólo tenía 600.000 usuarios.
Ambos son además excelentes plataformas promocionales para la industria musical. Comienza a ser habitual que algunos discos lleguen antes a los ordenadores personales, a través de estos servicios, que a las tiendas de discos.
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Music Ally confirma que las descargas tocaron techo en el Reino Unido y que es improbable que vuelvan a recuperarse. En septiembre de 2007, descubrió que un 42% de los entrevistados bajaban canciones a sus ordenadores. Ahora sólo lo hacen el 26%.
"Estas cifras cuestionan la idea de que las descargas iban a continuar subiendo", ha dicho a The Guardian Paul Brindley, consejero delegado de Music Ally. "Aunque no pensamos que la guerra contra la piratería se haya ganado, al menos suponen una noticia esperanzadora para la industria musical".
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La viabilidad económica de los servicios de más éxito está lejos de estar asegurada. Ni Spotify ni We7 han abandonado los números rojos en el Reino Unido. Su fuente de ingresos son los anuncios que aparecen de vez en cuando mientras se está escuchando música. Lejos de la saturación habitual en la radio, suelen ser mucho más breves. Los adolescentes han generado una reacción adversa a la publicidad que no es tan habitual entre los adultos. Por eso, We7 vende anuncios de entre tres y siete segundos, una irrupción rápida para captar la atención de un oyente reticente a los contenidos publicitarios.
El éxito de estos servicios se ve favorecido por el desarrollo de las redes sociales en Internet. Los jóvenes ya no buscan sólo escuchar música ni mucho menos comprar todo lo que quieren oír. Quieren compartirla con sus amigos, crear listas de sus canciones favoritas y recibir recomendaciones.
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Su gran aliado es la tecnología y la han utilizado con pasión desde el primer momento. La diferencia con la industria es que a las grandes empresas les ha costado más tiempo entenderlo.