Este artículo se publicó hace 15 años.
El abuelo de la selección
Gabriel Jorge Sosa. Actualmente, el internacional español más longevo
Gabriel Jorge Sosa (Santa Cruz de Tenerife, 6-12-1916) tiene 92 años y es historia viva de la Roja. Considerado uno de los jugadores más emblemáticos del Espanyol en la primera mitad del siglo pasado, el tinerfeño es el internacional más veterano aún con vida. Pese a que las piernas ya no le responden como antes (de vez en cuando, como en los actos del centenario de la Real Federación Española de Fútbol, RFEF, se ayuda de silla de ruedas) y su memoria le nubla muchos detalles de su etapa como futbolista, Jorge mantiene la chispa y el optimismo de vivir.
"Lo pasé muy bien en Madrid", dice. "Fue bonito. No pude hablar mucho con antiguos compañeros, porque en realidad ya ni quedan jugadores de mi época. Soy de los pocos que sobreviven de mi quinta", apunta entre risas de complicidad. "Eso sí añade, tuve la oportunidad de conocer en persona a los que ahora sigo por televisión y pasé un buen rato con Martinito", dice en tono cariñoso en alusión al que fuera defensa y entrenador del Tenerife y Las Palmas, Martín Marrero.
Cuestionado sobre los futbolistas de la España de antaño, el canario reconoce las lagunas de su memoria, pero no se resiste a dejar de disfrutar con el fútbol. "Sinceramente comenta, me acuerdo poco de mi debut y de los partidos de aquella época, pero sigo a la selección por la televisión. Hay un grupo joven y con talento, que dará muchas alegrías".
Disparos en AranjuezJorge confesaba a los pocos días de cumplir 92 años que tenía todavía sueños por realizar, uno de ellos viajar a Cuba; y recordaba su fichaje por el Espanyol, recién terminada la Guerra Civil, poco después de escapar vivo, "por muy poco, de una nube de disparos en Aranjuez", contaba. El paso del tiempo apenas le deja dar detalles de su único partido con España y de su dilatada trayectoria en el club catalán, pero lo cierto es que tras su rostro arrugado y su entrañable optimismo seesconde una historia curiosa.
"Tuvimos que tapar el escudo de la 2ª República con esparadrapo"
Una historia que nació en las tardes de solar y alpargatas del barrio de El Cabo, en su Santa Cruz natal, y le llevó luego a una larga etapa en el Espanyol de la posguerra. Jorge fue descubierto para el fútbol de Primera igual que otros ilustres del balompié canario de la época, o sea, durante un amistoso en las Islas del equipo españolista. Escala habitual de los clubes peninsulares camino de sus giras por Suramérica, el Archipiélago fue entonces un surtidor muy fiable de talento para una Liga, la española, todavía en pañales.
En esos tiempos en los que el fútbol todavía era sólo deporte y no negocio, Gabriel Jorge se convirtió en un interior de jerarquía en el Espanyol, donde llegó a jugar hasta tres finales de Copa. Fue campeón en 1940, tras ganar al Madrid en la capital por 3-2, con dos goles suyos; y luego perdió las ediciones del 41 y el 47 ante el Valencia (3-1) y el propio Madrid (2-0). El tinerfeño se ganó a pulso la llamada de la selección y debutó con la Roja el 12 de enero de 1941. Ocurrió durante un amistoso en Lisboa (2-2), coincidiendo con el primer partido de España tras la Guerra Civil y también con el debut del seleccionador Eduardo Teus.
Cinco años y mil y una calamidades después, el equipo nacional volvía a juntarse en medio de un ambiente politizado por las circunstancias del momento. "Recuerdo", contaba Jorge cuando la memoria aún no le traicionaba tanto como ahora, "que fue todo muy improvisado y que, incluso, tuvimos que tapar con un esparadrapo el escudo anterior del pantalón. Hacía poco que había caído la Segunda República y la Federación no había cambiado todavía los equipajes. Eran tiempos muy duros y el fútbol por lo menos mantenía a la gente entretenida y ajena a sus problemas".
La escasez de partidos de la selección, que entonces sólo jugaba amistosos contra países neutrales o naciones afines políticamente a la dictadura de Franco, y lacoincidencia en el tiempo con otros grandes jugadores en su misma demarcación (Herrerita, Alonso, Escolá) privaron a Gabriel Jorge de volver a vestir la camisola de España. Sin embargo, el tinerfeño se convertiría en uno de los favoritos de la afición de Sarriá, donde completó una trayectoria de lujo: 158 partidos oficiales y 50 goles en ocho años de periquito.
Tiene 92 años y debutó en el primer partido de España tras la Guerra Civil
Gabriel Jorge Sosa (Santa Cruz de Tenerife, 6-12-1916) tiene 92 años y es historia viva de la Roja. Considerado uno de los jugadores más emblemáticos del Espanyol en la primera mitad del siglo pasado, el tinerfeño es el internacional más veterano aún con vida. Pese a que las piernas ya no le responden como antes (acudió a los actos del centenario de la RFEF en silla de ruedas) y su memoria le nubla muchos detalles de su etapa como futbolista, Jorge mantiene la chispa y el optimismo de vivir.
"Lo pasé muy bien en Madrid", dice. "Fue todo muy bonito. No pude hablar mucho con antiguos compañeros, porque en realidad ya ni quedan jugadores de mi época. Soy de los pocos que sobreviven de mi quinta", apunta entre risas de complicidad. "Eso sí", añade, "tuve la oportunidad de conocer en persona a los que hora sigo por televisión y pasé un buen rato con Martinito", dice en tono cariñoso en alusión a otro ex internacional tinerfeño, el que fuera defensa y entrenador del Tenerife y Las Palmas, Martín Marrero.
Cuestionado sobre los futbolistas de la España de antaño, el canario reconoce las lagunas de su memoria, pero no se resiste a dejar de disfrutar con el fútbol. "Sinceramente", comenta, "me acuerdo poco de mi debut y de los partidos de aquella época, pero sigo a la selección por la tele. Hay un grupo joven y con talento, que puede darnos muchas alegrías".
Protagonista a finales del año pasado de un concurso intergeneracional de relatos promovido por la Universidad de La Laguna, Jorge confesaba a los pocos días de cumplir 92 años que tenía todavía sueños por realizar, uno de ellos viajar a Cuba; y recordaba su fichaje por el Espanyol, recién terminada la Guerra Civil, poco después de escapar vivo "por muy poco de una nube de disparos en Aranjuez", contaba. El paso del tiempo apenas le deja dar detalles de su único partido con España y de su dilatada trayectoria en el club catalán, pero lo cierto es que tras su rostro arrugado y su entrañable optimismo se esconde una historia curiosa.
Una historia que nació en las tardes de solar y alpargartas del barrio de El Cabo, en su Santa Cruz natal, y le llevó luego a una larga etapa en el Espanyol de la posguerra. Jorge fue descubierto para el fútbol de Primera División igual que otros ilustres del balompié canario de la época, o sea, durante un amistoso en las Islas del equipo españolista. Escala habitual de los clubes peninsulares camino de sus giras por Sudamérica, el Archipiélago fue entonces un surtidor muy fiable de talento para una liga, la española, todavía en pañales.
"Me acuerdo poco de mi debut y de los partidos de aquella época, pero sigo a la selección por la tele"
En esos tiempos en los que el fútbol todavía era sólo deporte y no negocio, Gabriel Jorge se convirtió en un interior de jerarquía en el Espanyol, donde llegó a jugar hasta tres finales de Copa. Fue campeón en 1940, tras ganar al Real Madrid en la capital por 3-2, con dos goles suyos; y luego perdió las ediciones del 41 y el 47 ante el Valencia (3-1) y el propio Madrid (2-0). El tinerfeño se ganó a pulso la llamada de la selección y debutó con la Roja el 12 de enero de 1941. Ocurrió durante un amistoso en Lisboa (2-2), coincidiendo con el primer partido de España tras la Guerra Civil y también con el debut del seleccionador Eduardo Teus.
Cinco años y mil y una calamidades después, el equipo nacional volvía a juntarse en medio de un ambiente politizado por las circunstancias del momento. "Recuerdo", contaba Jorge en una entrevista hace unos años, cuando la memoria aún no le traicionaba tanto como ahora, "que fue todo muy improvisado y que, incluso, tuvimos que tapar con un esparadrapo el escudo anterior del pantalón. Hacía poco que había caído la Segunda República y la Federación no había cambiado todavía los equipajes. Eran tiempos muy duros y el fútbol por lo menos mantenía a la gente entretenida y ajena a sus problemas".
La escasez de partidos de la selección, que entonces sólo jugaba amistosos contra países neutrales o naciones afines políticamente a la dictadura de Franco, junto a la coincidencia en el tiempo con otros grandes jugadores en su misma demarcación (Herrerita, Alonso, Escolá), privaron a Gabriel Jorge de volver a vestir la camisola de España. Sin embargo, el tinerfeño se convertiría en uno de los favoritos de la afición de Sarriá, donde completó una trayectoria de lujo: 158 partidos oficiales y 50 goles en ocho años de periquito.
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