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Llegó a competir con Barack Obama en las primarias demócratas de 2008. La contienda duró poco. Dejó a un lado sus aspiraciones para convertirse en estos últimos cuatro años en los que ha ejercido de número dos del presidente estadounidense en su mejor y principal aliado.
Joe Biden, que el próximo 20 de noviembre cumplirá 70 años, lleva unas cuatro décadas en política. Tras graduarse por la Universidad de Delaware y la Escuela de Derecho de Syracuse, a los 29 años, se convirtió en uno de los senadores más jóvenes de EEUU. Ya es todo un veterano en Washington y durante todos estos años se ha convertido en el demócrata que más sabe de política exterior, faceta en la que la revista Foreign Policy le coloca como "el vicepresidente más poderoso en la historia junto con su predecesor, Dick Cheney".
Joe Biden se convirtió, con 29 años, en uno de los senadores más jóvenes de Estados Unidos
Cuando Obama, con quien ha forjado una sólida alianza, le pidió en 2008 que fuera su compañero en la candidatura, Biden sólo puso una condición: que "en cualquier decisión clave, económica y política, pudiera estar en la habitación". Desde entonces Biden acompaña a Obama cuando recibe la sesión informativa diaria de los servicios de inteligencia y en las sesiones semanales con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario de Defensa, Leon Panetta, en las que no duda en intervenir y posteriormente departir en privado con el mandatario para exponer con franqueza sus opiniones.
En estos cuatro años, este católico de origen irlandés que nació y se crió en una familia muy modesta de Scranton, Pensilvania, ha jugado un papel central en las decisiones de la Casa Blanca sobre la política de EEUU con Afganistán, Rusia, China, Israel y el mundo árabe.
Joseph Robinette Biden Jr. es un demócrata moderado que conecta muy bien con el electorado blanco, obrero y conservador que bien podría optar por los republicanos. Le sobran tablas y desparpajo en el ruedo político, algo que también le ha jugado malas pasadas y le ha valido las críticas de quienes consideran que es un político impulsivo y algo bocazas.
Su locuacidad es un logro personal ya que de niño luchó contra un problema de tartamudez
Pasará a los anales cuando en la ceremonia de promulgación de la ley de reforma sanitaria al cederle la palabra al presidente le comentó al oído mientras le estrechaba la mano y le cedía el podio "This is a big fucking deal" ("Esto es algo de puta madre"). Y es que cuando se siente cómodo en un auditorio, no se puede contener. Recientemente dejó a todo un auditorio boquiabierto cuando dijo en un mitin en Virginia, frente a una audiencia compuesta mayoritariamente por afroamericanos, que los grandes bancos apoyados por Romney "os van a poner de nuevo a todos las cadenas".
Su locuacidad es un logro personal ya que de niño luchó contra un problema de tartamudez. Para zafarse de las burlas de sus compañeros trabajó duramente relajando sus músculos faciales en una sonrisa algo forzada y aprendiendo poemas de memoria para recitarlos frente a un espejo. Biden está de vuelta de todo. Intentó, sin éxito, abordar la carrera presidencial en dos ocasiones. En 1987 renunció a su primer intento, entre otras cosas, por plagiar un discurso del líder laborista británico, Neil Kinnock, en una de sus intervenciones.
También ha tenido que sortear la tragedia. Pocas semanas después de ser elegido senador en 1972, murieron en accidente de tráfico su primera esposa, Nelia, su hija de un año, Naomi, y resultaron gravemente heridos sus dos hijos, Joseph y Hunter. La vida le volvió a sonreír cuando en 1977 se casó con su actual esposa, Jill, a la que según ha contado Biden tuvo que pedir matrimonio hasta cinco veces, una perseverancia que emplea tanto en defender sus ideas como en dar sus mejores consejos al presidente Obama.
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