Antonio di Pietro (Campobasso, 1950) es el líder de Italia de los Valores. En 1985 aterrizó en Milán, donde comenzó a trabajar como fiscal en el departamento contra la criminalidad organizada. Estuvo al lado del gran Giovanni Falcone durante el proceso Manos limpias. Ha sido dos veces ministro en los gobiernos de Romano Prodi. Y con este historial no podía ser otra cosa que la antítesis y la némesis de Silvio Berlusconi. Está convencido de que Il Cavaliere tiene los días contados y espera llevar cuanto antes la legalidad a las instituciones gracias a una reforma de la ley electoral.
Con la crisis política y económica, ¿hasta cuándo puede aguantar el país el Gobierno de Berlusconi?
Italia no puede seguir perdiendo el tiempo. Necesita renovar a su clase dirigente para recuperar la credibilidad en el extranjero y la confianza de los mercados. Hacen falta unas elecciones que den una nueva clase política y un nuevo Parlamento. Para conseguirlo es necesario cambiar la ley electoral y por eso hemos recogido 1,2 millones de firmas, que ya presentamos al Supremo. La señal es clara: los electores piden un cambio para volver a creer en la política.
¿En qué consiste esa reforma?
Los italianos, cuando votan, tienen que poner una cruz en el símbolo del partido, no ponerla en un nombre. Así, las personas que acaban en el Parlamento son elegidas por el secretario del partido. Queremos una ley que restituya al elector la posibilidad de una elección nominativa. La actual ha creado un Parlamento de sirvientes del patrón de turno y no de representantes de los ciudadanos. No hay más que ver todas las leyes ad personam que ha votado este Gobierno para favorecer a Berlusconi
'El Gobierno sólo existe porque el primer ministro ha comprado los votos uno a uno'
¿Eso garantizaría que en el Gobierno no hubiera sospechosos de corrupción o imputados?
Si nos comprometemos a limpiar la corrupción de la actual clase dirigente, no podemos fallar. Para la nueva ley pido que se respeten tres condiciones: que los que hayan sido condenados no puedan ser candidatos; que si son condenados por el Supremo durante su mandato parlamentario, sean expulsados; la imposibilidad de asumir cargos en el Gobierno para quien sea enviado a juicio, y la incompatibilidad para desempeñar cualquier otro papel institucional.
¿Evitaría que Berlusconi compre diputados, como denunció el martes a la Fiscalía? ¿Qué pruebas tiene?
Cuando la Fiscalía haga pública la denuncia, podré desvelar el contenido. Existe un modelo criminal que nació en las semanas anteriores a la moción de censura del 14 de diciembre y que sigue intentando hacer cuadrar los números de una mayoría vendida, chantajeada y comprada. Algunos miembros de la oposición podrían pasar en los próximos días al Gobierno, y no son de mi partido.
Otro tipo de prostitución, diferente a la de las fiestas de 'Il Cavaliere', se ha instalado en el Parlamento.
Cuando la Cámara Baja desestimó hace tres semanas la moción de censura contra el ministro de Agricultura, Saverio Romano, que está investigado por asociación mafiosa, asistimos al clásico voto de intercambio: una mayoría parlamentaria que no existe compra, en el sentido material del término, los votos de algunas personas que no han sido elegidas con el centroderecha, pero que se venden para seguir en su poltrona.
Domenico Scilipoti hizo eso en la pasada moción de censura. ¿Qué hacía en Italia de los Valores?
Scilipoti estaba con nosotros desde hacía diez años ¿Podía esperarme después de todo este tiempo una traición así? Por eso denuncié ante la magistratura la compraventa. Los cambios de chaqueta de la oposición a la mayoría han sido muchísimos. Pese a que fuera a mi costa, la situación sirvió para dar a entender que el Gobierno hoy sólo existe porque Berlusconi ha comprado los votos uno a uno.
Una imagen de usted hablando con Berlusconi generó críticas y revolucionó a sus seguidores ¿Qué le dijo Il Cavaliere'?
Fue el primer ministro el que se me acercó en la Cámara, y no al revés. Se sentó a mi lado y me repitió la fábula del Gobierno que ha hecho milagros. Yo le dije a la cara lo que le digo desde hace meses: que se debe ir por el bien del país. Mi partido no tiene esqueletos en el armario y ha hecho la oposición más dura a Berlusconi y a su Gobierno porque siempre ha sabido que él entró en política sólo para protegerse de sus problemas judiciales.
Un ejemplo es la 'ley mordaza', con la que amenaza con la cárcel a los periodistas que publiquen pinchazos telefónicos.
Es una norma que hará saltar por los aires los pilares de la democracia, la libertad de prensa y el derecho de los ciudadanos a la transparencia. Todo para garantizar la impunidad y salvar al primer ministro. Pero no sólo eso, sino que obligará a las cabeceras periodísticas en internet a rectificar prácticamente cualquier información a petición de cualquier persona que crea que se mancha su imagen, sin que medie un juez. Berlusconi ha decidido vengarse de la red porque no consigue controlarla y ha entendido que todas las noticias que esconde en sus televisiones y periódicos acaban saliendo a la luz igual.
Gracias al mercadeo del que hablaba antes, ha conseguido blindarse en el Parlamento.
Berlusconi está encerrado en su búnker como un Gadafi cualquiera. Esta clase parlamentaria no le desafiará nunca. Tiene miedo a perder la poltrona y sus privilegios. Sólo es eficaz el desafío del pueblo.
'Berlusconi ha decidido vengarse de la red porque no consigue controlarla y todas las noticias que esconden sus televisiones acaban saliendo a la luz' ¿Qué puede hacer la izquierda? Las encuestas le son favorables.
Nosotros hemos demostrado que sabemos hacer oposición constructiva. No sólo denunciando durante 15 años las fechorías de Berlusconi. Estamos trabajando desde hace mucho tiempo para construir una alternativa creíble al modelo del actual Gobierno. Junto al Partido Democrático y a Izquierda, Ecología y Libertad, nosotros hemos sentado las bases de una alianza programática en la Conferencia de Vasto que pone en primer lugar el trabajo, la defensa de las capas sociales más débiles, la lucha contra la ilegalidad y la reactivación de la economía.
¿Sería partidario de una solución extrema, como permitir que 'Il Cavaliere' se exilie y se libre de la Justicia, a cambio de que deje la política?
Nosotros nunca aceptaríamos conceder un salvoconducto judicial a Berlusconi porque representaría una ofensa a la Constitución y a los ciudadanos.
Ha avisado varias veces de que la revuelta social está llamando a las puertas. ¿A qué se refiere?
Es un peligro real y puede explotar de un momento a otro. No es casualidad que cada día haya alguien que proteste contra la política desenfrenada del Gobierno. Todos los italianos le piden al Gobierno que se vaya, incluida la presidenta de Confindustria [Emma Marcegaglia, presidenta de la patronal]. No entender la gravedad de la situación equivale a cerrar los ojos y fingir que no está pasando nada. Eso lo puede hacer Gadafi en Libia, pero no Berlusconi en Italia.
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