Donato Ndongo: “Teodoro Obiang quiere mi cabeza”

«¿Qué mató al joven Abdoulaye Cissé?» (Editorial Sequitur) es la última novela del escritor, periodista y profesor guineoecuatoriano Donato Ndongo-Bidyogo (Niefang, 1950). Una historia reflexiva que nos hará cuestionarnos lo que se cuenta en los medios de comunicación convencionales sobre las relaciones entre el continente africano y Europa.

Texto: David VALIENTE

 

Abdoulaye Cissé es un joven maliense que cae desplomado en una calle céntrica de Madrid debido a las altas temperaturas. Va de camino a una entrevista de trabajo y, mientras los rayos del sol golpean sin piedad su piel joven, recuerda sus años en Mali y el duro trayecto que tuvo que recorrer hasta llegar a la tierra prometida.

Donato Ndongo-Bidyogo es una de las figuras más destacadas de la literatura guineoecuatoriana. Sus obras son estudiadas en las universidades anglosajonas y no es para menos porque Las tinieblas de tu memoria negra y Los poderes de la tempestad son testimonios estilísticamente singulares de los últimos años del colonialismo y el poscolonialismo en Guinea Ecuatorial.

Donato lleva vinculado a España desde su adolescencia, cuando vino a estudiar a los 14 años de edad a un internado valenciano. A mediados de los años 90 tuvo que huir de su tierra natal por recibir amenazas directas de altos cargos del país, pero antes había ocupado puestos de relevancia en el Centro Cultural Hispano-Guineano y la Agencia EFE. Una vez en España, se convirtió en el altavoz de sus compatriotas y de todo el continente. Es colaborador asiduo en varios medios españoles y un conferenciante reclamado en las universidades de toda Europa y Estados Unidos. Recientemente, Donato ha guardado ocho libros escritos de su puño y letra junto a una carta secreta en la Caja de las Letras número 708 en el Instituto Cervantes. En varias ocasiones ha sido presentado para el Premio Princesa de Asturias, la última vez en 2023.

Lleva mucho tiempo sin publicar una nueva novela, ¿cómo se encuentra?

No puedo ser hipócrita y tengo que decir la verdad. Nunca he sido un mentiroso y no voy a empezar a serlo a mis 73 años. Me ha preguntado cómo estoy, pues estoy mal. La cuestión aquí es ¿por qué Donato Ndongo no puede vivir de su trabajo en este país? Considero que todo se debe a la presencia del lobby guineano en España, que se encuentra compuesto por todas profesiones habidas y por haber. Hace unos años declaré en la prensa que algunos gerifaltes de Guinea Ecuatorial entraban en España por el aeropuerto de Barajas con las maletas llenas de millones de euros en divisas. Ahora están juzgando en Madrid al excomisario del aeropuerto, Carlos Salamanca, que permitió todo esto. En la actualidad, gerifaltes tiranos de mi país con las manos manchadas de sangre tienen chalets en La Moraleja. Asesinos con chalets en una urbanización de lujo. Yo, a diferencia de ellos, no he robado nada; es más, he trabajado para instituciones españolas en Guinea Ecuatorial: he sido director adjunto en el Centro Cultural Hispano-Guineano en Malabo durante siete años, también fungí de delegado para la Agencia EFE, encargado de las noticias de África central. Manuel Mbomba, quien era el Secretario de Estado de Seguridad en Guinea, me echó de mi país a punta de pistola.

 

¿Las autoridades españolas lo saben?

La embajada española lo tiene que saber y, por ende, también el Ministerio de Asuntos Exteriores e imagino que los presidentes de Gobierno que han ocupado la Moncloa. Sin embargo, en 1994, Miguel Ángel Moratinos, que por aquel entonces ocupaba la Dirección General de Política Exterior para África y Medio Oriente, prohibió a la Agencia EFE publicar que el delegado había sido expulsado a la fuerza del país. Yo no estoy inventándome nada. Miguel Ángel Moratinos prohibió publicar una noticia que hubiera ocupado la primera página de cualquier periódico español. Por eso, ahora nadie en España sabe lo que pasó. Después Moratinos prosiguió su carrera política en la cartera de Asuntos Exteriores, ha sido diputado en las Cortes y ahora es Alto Representante de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones; y sigue haciendo comentarios a favor de la tiranía de Teodoro Obiang ¡¿De qué estamos hablando, entonces?! Y ojo, no es el único que muestra simpatía por el régimen de Guinea Ecuatorial. Hay más y los conocemos.

 

Por lo que comenta, la complicidad es total entre Malabo y Madrid.

Está clarísimo y es algo evidente. Las relaciones entre Guinea Ecuatorial y España podrían ser normales si no hubiera entremedias algunos oportunistas, por decirlo de una manera suave, tanto guineanos como españoles, entorpeciéndolas. A ver, ¿por qué si no España se está viendo tan afectada por la crisis? ¿Por qué Portugal es el país que menos desbarajustes está sufriendo por la actual agitación internacional? Porque ha establecido con sus excolonias una relación de colaboración en igualdad de condiciones. Sin embargo, España, en vez de seguir las dinámicas de su vecino, ha tomado como ejemplo un modelo neocolonialista criminal. Algunos llevamos luchando durante décadas contra ese sistema. Me han tildado de antiespañol porque en el libro Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial mostré que los españoles no llegaron a las costas de Guinea Ecuatorial a civilizar, sino a buscar esclavos con los que mantener el aparato colonialista americano. Es una realidad y todo está documentado en los archivos españoles. ¡Ya está bien! Mi bisabuelo vivía tranquilamente en su selva y llegaron los hombres blancos y le dijeron que abandonara la superstición y abrazara la palabra de Cristo, que la verdad le haría libre. Así lo hizo, abandonó sus fetiches (como dicen por aquí) y empezó a creer que la verdad le haría libre. Mi abuelo, mi padre y yo hemos sido criados en ese ideal y, mire, me encuentro delante de usted diciendo la verdad, pero ha resultado que mi vida está colmada de miserias, cuando no debería ser así porque nunca he dejado de trabajar. Otras personas reciben premios por defender las libertades y los derechos humanos, en cambio, a mí me han denigrado por hacer lo mismo. Sí, es cierto, me realizan algunos homenajes que no dejan de ser paripés. Pero, ¡yo no soy tonto! Sí, me conceden un premio, pero luego no me dan ni una Coca-Cola. Y agradezco todos los homenajes y los premios, pero yo no vivo de la propaganda y mucho menos de la que hacen otros a mi costa. La Embajada de España en Estados Unidos hace unos días publicó un tuit donde me muestra como si fuera el negro presentable del país, cuando aquí vulneran mis derechos. El 11 de julio de 2023 presenté mis papeles para la jubilación y no me han hecho el primer pago hasta este mes pasado (la entrevista se realizó a finales de marzo, durante la Semana Santa). A causa de esto mi hijo, que estaba estudiando en Madrid, no ha podido terminar sus estudios este curso porque no he podido pagarle la estancia en la capital. Y no hablemos ya de la cuantía, porque debería tener una pensión más elevada, pero la Agencia de Cooperación Internacional, la institución encargada de financiar al Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo y a la Agencia EFE, no cotizó a la seguridad social los 10 años que estuve trabajando en ambas instituciones. La Seguridad Social me envió una carta donde me decía que, sin una sentencia judicial firme, no me pueden reconocer esos años de trabajo.

 

¿Siente que su trabajo ha sido ninguneado?

Todos estos años he mantenido mi boca cerrada para evitar armar un follón. Pero ya no me callo más. ¡Ya está bien! No culpo a ningún partido ni ideología en concreto, solo al Estado español y a los dirigentes que permitieron esas prácticas y las siguen consintiendo. Y encima me exhiben como si fuera un mono, cuando gracias a mis libros hace unos días impartí una conferencia en Cambridge y dos o tres veces he impartido cursos en las aulas de Harvard. Sin embargo, en España, si no es porque en Estados Unidos se comenzó a estudiar mi libro Las tinieblas de tu memoria negra, no se me conocería. De hecho, Joseph Désiré Otabela Maewolo, un estudiante camerunés que hizo el doctorado en la UNED gracias a una beca, en su tesis comparó La fiesta del Chivo de Vargas Llosa con mi segunda novela Los poderes de la tempestad. En un primer momento, el catedrático no aceptó el proyecto de Joseph porque no conocía a ese tal Donato Ndongo. El propio doctorando compró mi libro y se lo prestó a su director de tesis y, al final, terminó aceptando su propuesta, ya que se dio cuenta de su error. Me invitaron a la defensa de la tesis, y el catedrático me dijo que no me conocía. Esto está pasando en España: vienen estudiantes de otros países a decirle a sus profesores quién es Donato Ndongo.

 

Por lo que deduzco debe tener problemas financieros…

He podido mantener a mi mujer y mis hijos gracias al dinero que me han prestado amigos y familiares. Tengo un montón de deudas con gente allegada. Teodoro Obiang quiere mi cabeza. Como no tiene manera de detenerme, me está jodiendo la vida, a ver si así me rindo. De hecho, entre otros, Juan José Laborda, quien fuera presidente del Senado entre 1989 y 1996, me recordó que tenía familia, una mujer y dos hijos, que abandonara mi crítica al régimen de Obiang y que me uniera a su coro de alabadores. Por supuesto, me he negado en rotundo. Nadie quiere saber lo que está ocurriendo con la comunidad guineana aquí en España. Por eso, mi obra es un intento de sensibilizar a los españoles y que abran los ojos con lo que está pasando. Llevo años luchando contra el racismo y criticando abiertamente en mis artículos el modelo migratorio actual, que no ataja el origen del problema, sino que ha alentado, como yo ya vaticiné hace 15 años, el crecimiento de la extrema derecha. Nadie me hizo caso, de hecho, la gente se burló de mí, pero, mire, ahora existe Vox. España hace el tonto al dar dinero a Marruecos o Mauritania para que controlen los flujos migratorios. Lo que tienen que hacer los países europeos es dejar de poner gobernantes tiranos en África. No he conocido a ningún negro en todo el Viejo Continente (y eso que me lo he pateado) que quiera vivir fuera de su tierra natal, pero de una forma u otra nos han obligado a irnos de nuestros países. Yo mismo no estaría aquí hablando con usted si en Guinea Ecuatorial no hubiera un tirano impuesto por España. Porque, ¿quién puso a Teodoro Obiang en el poder en el año 79? No fuimos los guineanos. ¿Quién lo mantiene 45 años después? Desde luego, nosotros no. Si no nos quieren ni en África ni en Europa, ¿qué quieren hacer con nosotros?

 

Tengo entendido que el Gobierno de Teodoro Obiang tiene por costumbre comprar el silencio de los opositores…

El todopoderoso hermano de Teodoro Obiang, Armengol Ondo (más poderoso que el propio dictador, se dice que él podía sacar de la cárcel a las personas que mandaba encarcelar su hermano, pero Obiang no podía liberar a las personas que encarcelaba él), me llamó a su despacho y me dijo que me ingresaría todo el dinero que yo quisiera si le pasaba las informaciones que se iban a publicar en EFE. Y si no es verdad que salga Armengol a desmentirme. Claro, como rechacé su oferta, me amenazaron de muerte, pistola en mano. He podido ser ministro en tres ocasiones y embajador de España. La primera vez me ofrecieron lo que en 1989 se llamaba el Ministerio de Información, Turismo y Cultura, tres años después me propusieron para la cartera de Educación y en 1993, cuando sucedió la crisis entre Guinea Ecuatorial y España por la expulsión de Bata de un cónsul español, podría haberme sentado en la silla del ministro de Asuntos Exteriores; además de haber sido embajador de mi país en España. Sin embargo, nunca me he dejado comprar, y me hubiera sentido muy orgulloso de servir a mi país, pero una cosa es hacer un servicio público por el bien común y otra cosa es seguir dando cancha a una tiranía como la de Obiang. No podría presentarme delante de los periodistas españoles y mentirles descaradamente negando que el régimen haya asesinado a tal o cual persona.

 

Hablemos un poco de su literatura y del nuevo libro que acaba de publicar con la editorial Sequitur. Han sido muchos años de silencio narrativo…

Mi proceso creativo sufre interrupciones. Para ganarme la vida tengo también que escribir artículos o impartir conferencias. Sin ir más lejos, este libro (¿Qué mató al joven Abdoulaye Cissé?) tardé en escribirlo unos 16 meses. Si tan solo me hubiera dedicado a la escritura de la novela en menos de un año hubiera tenido terminada esta historia de 445 páginas. Me sucedió algo parecido con El metro, estuve 3 años sin tocarlo hasta que dispuse de las condiciones adecuadas para concluirlo. Lo comencé en el año 2000 y lo logré publicar en 2007. La estabilidad que me dio mi estancia en Misuri me ayudó mucho en su consecución. Por las mañanas impartía mis clases y por las tardes me dedicaba a escribir. Si hubiera tenido otras condiciones de vida, en vez de cuatro novelas, hubiera publicado ocho o diez, porque, una vez la idea ya está madurada en mi mente, escribo bastante rápido.

 

¿Cree que hay más interés por África?

Los occidentales están acostumbrados a los relatos folclóricos que vienen de África y al exotismo de Kipling; por eso esperan de un negro una novela de aventuras ambientadas en frondosas y húmedas selvas. Sin embargo, se topan con la realidad y es que escribimos de ideas universales, eso sí, expuestas dentro de los contextos que vivimos. Esto les descoloca mucho. Por otro lado, el periodismo no ha ayudado a la difusión de la cultura africana. Durante un tiempo trabajé en redacciones de periódicos y revistas de Madrid y vi a algún director desdeñar teletipos de noticias que llegaban del continente porque, según él, esos temas no interesaban si no eran sinónimos de desastres medioambientales o guerras étnicas. Recuerdo una rueda de prensa organizada por la Agencia EFE. Allí se encontraba todos los medios que informaban sobre África. Les dije que estaban engañando al público, que los conflictos que se estaban dando no eran guerras tribales, sino luchas de depredación instigadas por las propias empresas occidentales para controlar los recursos. Volví a sostener esta tesis en un artículo para la revista Muy Interesante en el año 96, antes de que se publicara Hotel Ruanda o Diamantes de Sangre. El director de la revista me llamó para decirme que no podía ser verdad lo que contaba, la causa de la guerra en el Congo no podía tener su raíz en los intereses de Europa. Al final el artículo se publicó y fue completamente premonitorio, ya que al poco tiempo la ONU publicó un informe que defendía mi misma tesis. Por supuesto, el director me encargó otro artículo. Yo fui el primero en hablar sobre estos temas aquí en España, pero no se me hizo caso.

 

¿A qué achaca esa sordera?

No se quiere entender que para mantener el sistema de bienestar se necesita que unos estén guerreando o se conviertan en refugiados, y además que lo explique un africano descoloca mucho a la gente, por eso lo tachan a uno de mentiroso. Los grandes medios de comunicación están financiados por las mismas empresas que pugnan en África por las materias primas. ¿Cómo van a informar en contra de quienes les dan su sustento? Por eso, los periodistas que se atreven a desviarse de la línea discursiva establecida se les expulsan de los medios. Todo esto lo he vivido yo. En mi caso, parto con una ventaja (o desventaja, según como se mire), porque yo conozco Europa y más en concreto España, y también conozco África y sobre todo Guinea Ecuatorial: sé lo que se dice y se hace aquí y lo que se dice y se hace allí. Por eso cuando he desvelado que alguien estaba mintiendo o robando se me han echado encima. Y no me estoy haciendo la víctima. Mire, hace unos años (creo que era mediados o finales de los noventa) me invitaron a un coloquio en la Universidad de las Palmas, donde estaban representantes de todas las ONG más importantes de aquel momento. Arranqué mi charla diciendo: “Yo de mayor quiero ser cooperante”. Los allí presentes se echaron a reír. Me atreví a hablar del alto nivel de vida que llevan los cooperantes en África y demostré que, pongamos, de los 100 euros que se recaudan, menos del 10% llegan a terreno.

 

Sí, esto lo comentan ahora muchos periodistas jóvenes especializados en los países africanos…

En esos tiempos nadie se atrevía a tirar de la manta, la gente desconocía lo que sucedía con el dinero que donaban. Ahora, pues, la noticia ha calado, se viaja más, pero en aquel momento fui el primero que se atrevió a decir la verdad. A lo mejor si hubiera alabado a las ONG ya me habrían dado el Premio Princesa de Asturias, al que me han presentado en 10 ocasiones (Risas).

 

(Risas) Sí, lo sé, he visto alguna de las campañas que se han realizado…

Si me lo dieran lo aceptaría y lo agradecería porque no soy ningún desagradecido, pero dudo mucho de que me lo vayan a conceder porque represento todo aquello que no favorece a los intereses de los poderosos. Mejor dicho: de los poderosos ladrones. Yo no soy anticapitalista, solo soy un partidario del ser humano, que no discrimina por sexo, orientación sexual o raza. Yo defiendo al ser humano en su conjunto y me abstengo de inscribirme en ningún tipo de lobby y de defender una causa particular ardorosamente. Creo que todo esto nos lleva a conflicto, y yo no estoy en esas. A lo largo de mi carrera he escrito en diferentes medios y no me ha importado la ideología. Eso ha supuesto que algunas personas dejaran de leerme porque también publicaba artículos en periódicos contrarios a su modo de pensar. Por eso el régimen de Teodoro Obiang me odia y también los poderosísimos amigos que tiene en España. Siempre me he encontrado en tierra de nadie de forma consciente.

 

¿Cree que la literatura africana tiene cada vez más presencia en Occidente?

En Europa sigue predominando el discurso del hombre blanco que acude a África a civilizar y a salvar a sus habitantes. La realidad es otra y se vincula a los fuertes intereses que se quieren proteger. De ahí que cuando un africano cuestiona ese discurso se le intente invisibilizar, ignorar o incluso asesinar. ¿Cómo va a triunfar, entonces, la literatura que proviene del continente vecino? Los pocos autores que han triunfado en Europa no han tenido otro remedio que asumir un tipo de vida que yo no querría vivir, pero que de algún modo estoy viviendo. Chinua Achebe murió en el exilio y pudo ganarse la vida gracias a que lo contrató una universidad americana. Wole Soyinka, el Premio Nobel, consiguió escapar de Nigeria minutos antes de que lo fueran a asesinar, además el mismo mes y año que a mí me echaron de Guinea Ecuatorial a punta de pistola. Sony Labou Tansi murió de sida en su Congo natal porque las autoridades se negaron a concederle el pasaporte que le hubiera permitido ir a Francia a tratarse la enfermedad. En la televisión se habla mucho de los piratas somalíes, de cómo los barcos de los ejércitos occidentales deben escoltar a embarcaciones civiles para que no sean atacadas por estos hombres armados; pero no te dicen que esas personas están defendiendo su modo de vida, están protegiendo su territorio de las multinacionales, están salvaguardando su alimento. Si protestas te tildan de terroristas. Sé que para determinadas personas yo soy un terrorista y eso que lo más cerca que he estado en mi vida de un arma es cuando me apuntaron para que me fuera de mi país.

 

¿Hay miedo a afrontar el pasado colonial?

Hace unos años puse a Gustau Nerín en la pista de un guardia civil de mi pueblo llamado Ayala que mataba niños. Él pudo escribir un libro (Un guardia civil en la selva) sobre este episodio sin preocuparse de las consecuencias; si lo hubiera escrito yo lo mínimo que hubieran hecho conmigo es expulsarme de España. España no ha sido un modelo de nada. Arribaron a las costas americanas con las mismas intenciones que los ingleses: esclavizar a los autóctonos. Se habla mucho del mestizaje, pero ¿quién puede creer que unas mujeres se hayan enamorado de unos desconocidos que llegaban sucios y malolientes al nuevo continente? ¿Ese discurso es creíble? Las mujeres quedaban embarazadas resultado de las violaciones sistemáticas que se produjeron durante siglos. Si eso es lo que España enarbola, no me parece nada edificante. Dentro de esta nefasta situación, el comportamiento de las editoriales y los medios de comunicación tiene su lógica porque están defendiendo sus intereses, pero los africanos con nuestra visión del mundo y nuestro discurso recalcitrante estamos defendiendo los nuestros. Esto es lo que no quieren entender.

 

¿Cómo se podría revertir esta situación?

En mis discursos insisto en la necesidad de extender lazos de complicidad entre las nuevas generaciones europeas y africanas. Desde finales del siglo XVIII, el Viejo Continente ha practicado un tipo de solidaridad con África que no ha cambiado nada. Necesitamos que las nuevas generaciones entiendan nuestros puntos de vista y aprendan nuestra historia como hemos hecho nosotros con ustedes. Y, partiendo de este punto, establecer un tipo de relación que nos aproxime como seres humanos. Un discurso así defendió Patrice Lumumba, un gobernante africano bastante razonable, pero que fue asesinado como muchos otros a causa de los intereses europeos. Estamos cansados de tener que abandonar nuestros países para mantener el sistema de bienestar occidental y encima tenemos que soportar manifestaciones en las que se jalean eslóganes donde nos comparan con animales. Pues si hay tanto senegalés en España es porque los barcos europeos, sobre todo los españoles, faenan en las aguas senegalesas y les quitan a la población autóctona su medio de vida.

 

El año pasado se produjeron una serie de revueltas en Níger y Gabón, algunos las han calificado de revolución y otros de golpes de Estado. ¿Cómo las calificaría usted?

Le voy a recomendar un libro en dos volúmenes: las conversaciones de Jacques Foccart, asesor para temas africanos del gobierno de Charles de Gaulle y George Pompidou, entre 1960-1974. Foccart comenta al periodista cómo, cuándo, dónde y por qué organizó los golpes de Estado en los países africanos de habla francófona. Si nos fijamos, desde las independencias hasta nuestros días, ha habido muchos golpes de Estado y todos han sido organizados en París. Nunca ha habido preocupación si en un país africano había un levantamiento militar hasta que la población autóctona lo ha hecho por sus propios medios. Entonces sí interesa.

 

Bueno, nos interesa el uranio.

Desde luego. Níger es el segundo productor mundial de uranio, uranio que va destinado a alimentar las centrales nucleares de Francia y media Europa, incluyendo España. La única diferencia que hay entre los golpes de Estados que se produjeron el año pasado y los anteriores es que, en vez de organizarse en París, se urdieron en las capitales de los países africanos, además sin la ayuda o el asesoramiento de los agregados militares franceses y en defensa de los intereses de los pueblos africanos. Ya veremos qué consecuencias habrá.

 

Durante las manifestaciones en las calles se vieron banderas rusas y chinas.

En los años 90 publiqué un artículo en la revista Consejeros en el que advertí de que China está desplazando a Europa en muchos países africanos. Por aquel entonces no se me hizo ningún caso: Pekín no suponía ningún peligro y lo consideraban un socio de confianza, entonces podía cometer todas las barbaridades que quisiera. No sé si merecerá la pena cambiar de “colono”, pero a lo mejor así conseguimos una serie de tecnologías que nos ha negado Occidente.

 

Bueno, no se puede decir que al Congo le esté yendo mejor con los chinos…

Tampoco es que les fuera muy bien con los belgas y los franceses. Que nos dejen libres para tomar nuestras decisiones aunque puedan ser erróneas. Ningún africano ha venido a decirles a los europeos que camino deben tomar, ¿por qué nosotros no tenemos más alternativa que soportar que nos digan lo que tenemos que hacer? Ya basta. En la actualidad, un concepto muy ligado al de independencia es el de Estado fallido; fue marcharse los europeos y, argumentan, empezar a resquebrajarse los Estados africanos. Aquí lo único que ha fallado es el modelo de descolonización: imponer la seguridad de los europeos sobre la libertad de los africanos. A los guineanos nos impusieron a un tirano llamado Teodoro Obiang para asegurarse el suministro de petróleo casi gratis. Estos 45 años de tiranía han dado como resultado que la mitad de la población esté fuera de su tierra natal y otro tercio bajo el suelo. Y, sin embargo, a los americanos, franceses, españoles y portugueses no les importa, siguen apoyando el régimen de Teodoro. A ver si de una vez por todas nos quitamos el tufillo colonialista, aunque sea con la ayuda de Rusia, y eso que Vladímir Putin no es para nada santo de mi devoción. Yo he defendido aquí en España a Macías, aunque nos haya masacrado, porque simbolizaba la voluntad de mi pueblo (Macías fue elegido democráticamente), aunque nos hayamos equivocado. Con esto que acabo de decir no quiero que la gente piense que celebro el triunfo de una dictadura, porque si algo aplaudo es el triunfo de la independencia.