Dominio público

Después de todo

Alana Portero

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a una cumbre de la UE, en Bruselas. REUTERS/Yves Herman
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a una cumbre de la UE, en Bruselas. REUTERS/Yves Herman

Allá donde esté el drama, la escenificación y un buen giro argumental que nos agite la molicie, estará el corazón de esta columnista. Cuando entendamos que dos contrarios pueden darse a la vez sin que se descosa el tejido del espacio-tiempo, viviremos, si no más tranquilas, sí más esperanzadas, o menos cínicas, que es a lo que deberíamos aspirar. Nada más atorrante y desmovilizador que el cinismo; en cada "os lo dije", en cada oráculo de su pueblo, en cada lector avezado de los tiempos que le ha tocado vivir, se esconde alguien que está deseando señalar la estulticia de los demás. Nada más pedante que los enemigos de la inocencia, capaces de pintar siluetas en la pared para tener enemigos a la vista.

No cabe duda de que Pedro Sánchez es un "hombre profundamente enamorado de su mujer" y que debe estar bastante preocupado, incluso asustado, por la campaña de bulos y maledicencias de la que es objeto Begoña Gómez. Del mismo modo, su trayectoria política, nos cuenta su enorme capacidad para transformar situaciones adversas en golpes de efecto, meramente estéticos la mayoría, que afianzan su posición y seducen otro poquito al electorado de la izquierda almidonada, engordándolo, conquistándolo, haciéndolo mayoría. Es admirable esa forma de arracimar los escrúpulos en un bouquet para depositarlos en las futuras tumbas de sus oponentes, porque eso hace casi siempre el presidente, para muestra el espacio político a su izquierda, hecho jirones, incapaz de gastar su tiempo y sus energías en otra cosa que no sea remendar los rotos provocados por el acoso mediático, el lawfare y la propia incapacidad de permanecer en formación. Si miramos a la derecha la cosa no está mucho mejor, teniéndolo todo a su favor, desde una maquinaria mediática aplastante, hasta una inercia ultraderechista internacional, Alberto Núñez Feijoo se pasea por el hemiciclo y las ruedas de prensa como un Quijote sin un Marcial Dorado montado en un borrico que le asista, impotente, diciendo majaderías y tratando de convencernos de que no es presidente porque no quiere.

Estábamos cerca del puente del primero de mayo y Pedro Sánchez decidió que teníamos que tomarnos un tiempo, y se lo concedimos, que otra cosa podemos hacer si el guapo capitán del equipo de baloncesto nos lo pide. El lunes, más despejado, tras haber conversado con Begoña, retoma lo nuestro y anuncia fortaleza, responsabilidad y mano dura contra las manipulaciones de la derecha. Escuchamos esto con cara de interrogación, preguntándonos por qué no se hizo antes, cuando una punta de desdentados hacía guardia en la puerta de la casa de Irene Montero y Pablo Iglesias, o cuando apalearon el nombre de Mónica Oltra y reventaron su proyecto político, o cuando Vicky Rosell fue perseguida por el juez Alba, o cuando a Rita Maestre la expulsan del pleno por decir que hay nazis en una concentración de nazis. Podemos estirar la genealogía de la difamación y el lawfare hasta que queramos, desde estos nombres públicos hasta decenas de activistas a los que se les han montado casos y acosos que les ha costado mucho sufrimiento. En Cataluña y sobre todo en Euskadi nos pueden ilustrar sobre este particular hasta la naúsea.

Pedro, Mr. Hansome, caprichito de Ferraz, oh capitán, mi capitán, después de los juegos florales, qué, después de las palabras, qué, después de las intenciones, qué, después del amor qué va a pasar. Qué tiene que suceder para que toda esa habilidad para el desconcierto al enemigo se transforme en un nunca más. A quién hay que violentar para tomarse en serio el secuestro de facto de instituciones del estado, poderes y medios en el que vivimos, responsables de violencias que tuercen la democracia, la libertad y la esperanza de quien tiene vocación política transformadora.

Existe una expresión de uso común en redes sociales, un meme, que dice "You’ve been PSOe’d again", algo así como "el PSOE te la ha vuelto a liar, has sido PSOEizado", refiriéndose a la histórica decepción que el partido socialista provoca a sus votantes, simpatizantes o esperanzados, cada vez que tiene el poder. Las frases hechas aplicadas a la política me repugnan, me parecen una herramienta de incompetentes, pero ese ruido de decepción es cierto, al menos para quien haya creído en el potencial transformador del PSOE alguna vez. Creer en el amor como muro de contención contra el odio, la manipulación y la violencia reaccionaria es hermoso, que tal dignidad esté en manos de quien solo quiera usarla para hacer refuerzo intermitente a una sociedad que teme al monstruo, y así conservarla en un estado de ansiedad sumisa, sería miserable.

Decía Antonin Artaud que "actuar es una cuestión de vida o muerte", en ese escenario necesitamos a Pedro Sánchez, por los que han muerto políticamente, por las que están heridas, marcadas y abandonadas a su suerte. Que prevalezca Artaud sobre José Hierro y no acabemos la legislatura pensando "después de tanto todo para nada".

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