Posos de anarquía

Qué hay de lo mío, también en sequía

El llenado de las piscinas privadas está en manos de los Ayuntamientos andaluces. - ACN
El llenado de las piscinas privadas está en manos de los Ayuntamientos andaluces. - ACN

Pese a las buenas noticias de las últimas lluvias, Catalunya y Andalucía continúan en situación de emergencia por la sequía. En el caso andaluz, las regiones más críticas son el Campo de Gibraltar en Cádiz y la Axarquía malagueña. A las puertas del verano, que con toda probabilidad volverá a batir récord de temperaturas, sorprendentemente continúa el debate sobre el llenado de las piscinas. La Junta de Andalucía evitar tomar las riendas y deja la patata caliente de esa decisión en el tejado de los Ayuntamientos.  

Nadie quiere ser el malo de la película, pero quizás no es necesario mirar hacia las diferentes Administraciones Públicas y sí hacerlo en su lugar a pie de calle para identificar dónde está el error. El miedo de Juan Manuel Moreno a tomar una decisión impopular como la de prohibir el llenado de piscinas este verano no sólo refleja su cobardía, sino también la irresponsabilidad de buena parte de la ciudadanía que incluso en localidades con cortes de agua un tercio del día continúa demandando chapotear en su piscina.

Esta exigencia es especialmente indignante en las zonas costeras, donde existen playas en las que combatir el calor y disfrutar de momentos de ocio. La irresponsabilidad es contagiosa y transversal y, lo que es peor, no atiende a lecciones aprendidas. Ciudades andaluzas emblemáticas como Málaga, que es una de las más castigadas por la sequía, es un buen ejemplo de ello. Si en el verano de 2023 el Ayuntamiento cometió la imprudencia de mantener abiertas duchas y lavapiés en todas las playas de la ciudad, lo que a la vuelta del verano derivó en bajada de presión del agua y el anuncio de una subida del 42% del recibo, este año ya baraja permitir el llenado de las piscinas.  

Sólo en la provincia de Málaga se estima que existen alrededor de 80.000 piscinas privadas del total de 300.000 que hay en Andalucía. La Axarquía, la región que peor lo está pasando por la falta de precipitaciones, presenta una de las tasas más altas de España en cuanto a número de piscinas por habitante y muchos de sus propietarios exigen disfrutar de ellas este verano. Continúa la falta conciencia medio ambiental; hablamos de cambio climático como si se tratara de una simple transición, pero lo que tenemos entre manos es una emergencia climática.  


La gestión de la Junta de Andalucía, desde luego, no ayuda. Si sus políticas de prevención en materia de desaladoras, reparaciones de fugas de agua y lucha contra la explotación ilegal de acuíferos brilla por su ausencia, la discriminación hídrica que realiza no hacen más que alentar el egoísmo y la temeridad climática. Decretar como hizo antes de las últimas lluvias, que las piscinas comunitarias quedaban prohibidas, mientras se permitían las de hoteles y parques acuáticos y el riego de los campos de golf conforma el caldo de cultivo perfecto para que se generalice el "qué hay de lo mío". Como guinda del pastel de indignación que sirve Moreno Bonilla, su abandono a sectores como el de la jardinería, viveros y mantenimientos de piscina 

Así las cosas, todo el mundo mira ahora a los ayuntamientos, que son quienes deberán decidir si hay o no llenado de piscinas. La decisión debería ser tan sencilla como prudente: queda prohibido, con la excepción de las piscinas municipales, que actúan como refugio climático, especialmente en esos municipios en donde sus alcaldes y alcaldesas se han olvidado de los beneficios de la sombra natural en las zonas de tránsito y esparcimiento.

No cabría lugar a una medida impopular si la responsabilidad ciudadana fuera la norma, pero no es el caso. Lo impopular en estas circunstancias debiera ser lo aplaudido. No sucede de ese modo y no es casual: pese al desmantelamiento del estado de bienestar que está ejecutando Moreno Bonilla, los últimos sondeos del CIS andaluz evidencian que no está sufriendo desgaste alguno. Andalucía cuenta con un electorado que apoya mayoritariamente a la derecha y regiones como la provincia malagueña, absolutamente teñida de azul, en donde la conciencia medio ambiental debiera ser más presente es donde más ausente está. La derecha está reñida con el bien común y ese neoliberalismo del que hace gala prima la libertad individual sobre lo colectivo. Y eso, en Andalucía, se hacer notar también en tiempos de sequía. 

Más Noticias