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El día que La Vuelta se olvidó de que aún faltaba un ciclista por llegar a la meta

La organización empezó a recoger los bártulos cuando un corredor rezagado no había terminado la etapa. Último en Madrid con un considerable retraso, el neerlandés Jan Maas fue jaleado a su paso por el público.

El ciclista Jan Maas, último en la etapa final de la Vuelta a España, en una foto de archivo.
El ciclista Jan Maas, último en la etapa final de la Vuelta a España, en una foto de archivo. Jayco

Cuando el público congregado en el paseo de Recoletos esperaba la llegada del escapado Remco Evenepoel (Soudal Quick-Step), quien volvió a revolucionar la etapa final de la Vuelta a España, apareció en la lontananza un ciclista de rostro afable enfundado en un maillot blanquiazul. Entonces, aplaudió a rabiar a un corredor cuyo nombre desconocía. A nadie le importó que el pelotón le sacase varios minutos de ventaja. O, precisamente por seguir esforzándose tras haberse descolgado, fue colmado de gritos de ánimo y muestras de cariño.

Es la grandeza del ciclismo. También la de los aficionados. Evenepoel, lógicamente, desataba la euforia entre el gentío que abarrotó el circuito cerrado madrileño, que iba desde la glorieta del Emperador Carlos V hasta la plaza de Colón, con un desvío por la Gran Vía hasta Callao. El belga buscaba con empeño una cuarta victoria en la meta de Cibeles y su coraje merecía la justa recompensa del respetable este domingo, tras adjudicarse tres etapas, la clasificación de la montaña y el premio de la combatividad.

Ante el incontestable dominio del Jumbo-Visma, todas las esperanzas estaban depositadas en él, pero su desfallecimiento en el Tourmalet, donde perdió 27 minutos, restó atractivo a la carrera. La incógnita, a partir de ese momento, sería la actitud de Jonas Vingegaard y Primoz Roglic respecto a su compañero de filas y maillot rojo, Sepp Kuss, traicionado por ambos en el Angliru tras dejarlo atrás y poner en riesgo su liderato. El otro interrogante, la ambición de Remco, que no menguaría ni en la meta de Cibeles.

El pelotón, en todo caso, no toleró la escapada y empezó a tirar, provocando que algunos ciclistas bajasen el ritmo. Thomas de Gendt, el rey de las fugas enrolado en el Lotto Dstny, claudicó ante el frenético pedaleo del enjambre. Joel Nicolau, el gerundense del Caja Rural, se lo tomó con mucha más calma. Pero quien recibía un sonoro abrazo a lo largo del circuito era un neerlandés de 27 años con el palmarés en blanco. Sus colores remitían al Jayco, cuyo jefe de filas, Simon Yates, cuarto clasificado en el Tour de Francia, no acudió a la Vuelta.

Un equipo australiano diezmado, con el líder Eddie Dunbar y el escalador Filippo Zana fuera de combate, presentaba a su llegada a Madrid a solo tres ciclistas en carrera. Matteo Sobrero corría por primera vez en la ronda española, aunque ya había disputado el Giro y el Tour. Felix Engelhardt, en cambio, perdía la virginidad en una grande, al igual que el enigmático solitario, quien había terminado el día anterior, con final en Guadarrama, como farolillo rojo. ¿Quién era aquel rezagado al que todo el mundo jaleaba?

"¡Vamos, Jan!", gritó alguien a su paso, desvelando el misterio del penitente, ajeno a la disputa de la etapa en un sprint que volvería a ganar Kaden Grooves (Alpecin), seguido de Filippo Ganna (Ineos Grenadiers) y, más retrasado, del infatigable Remco Evenepoel. Un gregario que había fichado el año pasado por Jayco con apenas un par de muescas superficiales en su cuadro: tercero en el Tour de la Mirabelle y cuarto en el Istarsko Proljece-Istrian Spring Trophyz, ambos en 2021. Su nombre: Jan Maas.

Con sus líderes y buena parte de sus compañeros retirados, alcanzar Madrid se convirtió para él en un objetivo que le sabría a victoria. Durante el itinerario, incluso se coló en la escapada que en la undécima etapa lo llevaría a lo alto de la Laguna Negra, donde logró un meritorio decimocuarto puesto después de haber finalizado quinto en el sprint especial de Vinuesa. Y, en la última, disfrutó de la gloria reservada a los obreros del ciclismo que lo dan todo por su jefe de filas y por su equipo, pese a que el motivo no fuese precisamente un triunfo.

Jan era el ciclista rezagado, aunque por momentos parecía el escapado. A juzgar por los vítores y aplausos, parecía que se había alterado el sentido de la carrera y, como en el reino de los cielos, el último era el primero. Sin embargo, en el definitivo giro al circuito, comenzó la desbandada del público tras el paso del pelotón. Algunos regresaban a casa después de una tarde desapacible, en la que la lluvia se mostró perezosa después de unos días baldeando las calles. Otros se dirigieron a la meta en la plaza de Cibeles, donde un gregario de lujo, el estadounidense Sepp Kuss, hacía historia en lo más alto del podio.

La Vuelta había terminado, pensaron muchos, incluida la organización. Sobre todo, cuando Domen Novak (UAE) y Joel Nicolau, muy distanciados del vencedor de la jornada, hicieron acto de presencia. Ambos comparecerían con seis minutos de retraso en la meta, con el gerundense cerrando la clasificación, como publicó la web oficial. Entonces, en el extremo de Colón, los operarios empezaron a retirar las vallas de la curva, recubiertas de señales negras y amarillas que indican el peligro y aconsejan ralentizar la marcha.

Ya habían pasado todos los coches de los equipos y de la organización, así como las motos de la Guardia Civil y de la Policía Local. Un agente se plantaba en el asfalto y hablaba por el walkie-talkie frente a un furgón de La Vuelta. Hora de recoger los bártulos… o no. "¡Oiga, que falta uno!", se escuchó entre el público. ¿Un voluminoso vehículo en medio del recorrido? ¡Si Jan Maas no ha llegado! "Les da igual", comentó una aficionada. Entonces se escucharon los aplausos a lo lejos. Era él, sin prisa pero sin pausa.

"¡Vamos, vamos!", gritaron todos de nuevo, a uno y otro lado del paseo de Recoletos. Había pasado una eternidad y Maas se presentaría con más de trece minutos de retraso a la plaza de Cibeles, todo un éxito en su primera participación en una gran vuelta. El currículo de este all rounder, es decir, un ciclista versátil, no fue óbice para que los aficionados valorasen su esfuerzo. Sin embargo, tiempo después, no aparecía en la clasificación de la última etapa de la ronda española, donde Joel Nicolau figuraba como farolillo rojo.

¡Se habían olvidado de él hasta en la web oficial! Y, cuando todo parecía sentenciado, surgía de la nada Imanol Erviti (Movistar) a cámara lenta. No podía ser, porque en realidad había terminado a veintiséis segundos del ganador. Fiel escudero de Alejandro Valverde, disputaba la Vuelta a España por última vez y se permitía el paseíllo desde la meta hasta Colón para procurarse el agradecimiento de los aficionados. Sobrado de adjetivos, Remco Eveneopoel había sido ovacionado, aunque los aplausos al pamplonés y al neerlandés sonaron igual de fuertes.

Quien no se olvidó de Jan Maas ni de sus dos compañeros fue su equipo, que los calificó como "nuestros tres mosqueteros" en Instagram. "Siempre mantenemos el espíritu en alto y seguimos luchando. Estuvimos cerca de ganar una etapa y nos pusimos el maillot de montaña, perdimos a nuestros líderes, pero estamos muy orgullosos de que nuestros debutantes hayan llegado a la meta de su primera gran vuelta. La suerte no estuvo de nuestro lado en La Vuelta de este año, pero no fue por falta de intentos", sentenció el Jayco.

El neerlandés, quien finalizó la clasificación general en el puesto 137, por detrás de sus colegas Engelhardt y Sobrero, sobrevivió en su debut a una carrera con "¡accidentes, caos y coraje!", en palabras de su equipo. "Cuidándose de las lesiones durante todo el camino, pero siguió luchando para completar su primera gran vuelta", añadió la escuadra australiana, quien volvió a repetir un verbo que simboliza el tesón de Jan Maas: "Seguimos luchando y volveremos más fuertes".

Finiquitada la etapa, en un vídeo difundido en Twitter, el Jayco daba voz a un ciclista que vivió un vía crucis cuya última estación, la de Atocha, lo condujo al edén de Cibeles. Orgulloso de haber terminado en Madrid, el neerlandés calificó la Vuelta como una "montaña rusa" de la que hay que disfrutar día a día, porque nunca se sabe lo que te puede deparar la siguiente jornada. Resignarse sobre la bicicleta, mas también vivir el momento y gozar con las cenas, los masajes y las risas en el autobús.

"Sufrimiento", insistió este domingo el gregario, que vio mermadas sus facultades durante la última semana. Después de conocer sus límites y de "aprender mucho" de una experiencia "realmente dura" y agradable a la vez, aseguró, es tiempo de celebrarlo. Después de alcanzar la meta, furgoneta mediante, la clasificación de la etapa fue actualizada en la web de La Vuelta y el ciclista al fin pudo ver su nombre inscrito en el último puesto, que a la postre resultó el primero: Jan Maas.

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