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coronavirus Vacunación desigual, cortoplacismo y falta de recursos sanitarios: errores que se repiten en bucle durante la pandemia

Después de 22 meses desde que la covid-19 irrumpiera en Europa y aunque una pandemia es impredecible, hay errores de forma y contenido que se producen y repiten pese a toda la experiencia adquirida contra el virus.

Un sanitario toma la temperatura a un hombre que accede al Hospital de Alcorcón en Madrid, este lunes. EFE/Víctor Lerena
Un sanitario toma la temperatura a un hombre que accede al Hospital de Alcorcón en Madrid, este lunes. EFE/Víctor Lerena.

Lejos queda aquella frase de Fernando Simón, pronunciada un 31 de enero de 2020, cuando el coronavirus era apenas un rumor en Europa: "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". Si el punto de partida fue el mes de marzo de ese año, ya son 22 meses condicionados por la covid-19. 

Estos son algunos de los errores que se siguen cometiendo tanto a nivel global como específicamente en España, con los que no se conseguido acabar con esta pandemia mundial dos años después de su aparición.

Vacunación desigual en el mundo

La incidencia acumulada sigue disparada en España y aunque también aumentan las hospitalizaciones, desde Sanidad se llama a la calma al ver que el efecto de la vacunación de las terceras dosis reduce los contagios y que los fallecimientos, pese a crecer, no se disparan como en las pasadas navidades.

Una de las mayores advertencias se hizo desde que las vacunas comenzaron a inocularse por todo el mundo. Los expertos lo tenían claro: el coronavirus seguirá mutando hasta que la vacuna esté extendida en todo el mundo. Por eso, aunque ómicron desató la alarma y la urgencia, la comunidad científica vio cómo se repetía el error. Primero, la variante delta, originada en la India por su bajo índice de vacunación, se convirtió en la cepa predominante en el mundo. Ahora, ómicron, desde los primeros diagnósticos de Sudáfrica, que apenas tiene un 29% de su población vacunada, amenaza con convertirse en la nueva variante protagonista del coronavirus. 

Y este problema sigue sin resolverse: aunque España está entre los diez países del mundo con mejor cobertura vacunacional, hay muchos otros que no han llegado siquiera el 1%. Es el caso de República Democrática del Congo (0,04%), Haití (0,34%), Sudán (0,49%), Camerún (0,6%) o Uganda (0,88%).

Fernando Lamata, presidente de honor de la Asociación por un Acceso Justo al Medicamento (AAJM), es contundente: "Era importante frenar la pandemia ampliando la vacunación a todo el planeta con una estrategia global. Igual que en Europa hemos comprado vacunas conjuntamente y que lleguen las mismas en proporción a todas las regiones, eso se debería haber hecho a nivel global. Si no se hace así, ocurre que el virus muta en regiones menos vacunadas", aseguraba en una entrevista en Público.

Confiarlo todo a la vacuna

Otro de los errores cometidos ha estado precisamente en la vacunación. O mejor dicho, en cómo se ha prometido que la vacuna traería el final de la pandemia

Ángela Domínguez, coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Vacunación de la Sociedad Española de Epidemiología, ve en este enfoque un error y que habría que transmitir la idea de que "la vacunación es un instrumento muy útil pero que con la vacunación no es suficiente".

Una enfermedad aparecida hace dos años no puede ser eliminada tan pronto y, aunque expertos como Margarita del Val auguran que probablemente "el virus se va a quedar con nosotros para siempre pero a lo mejor como un catarro", hay que dar más tiempo a la ciencia y a la propia naturaleza para asentar del todo el cambio de paradigma que ha traído la covid-19.

Domínguez considera que se ha hecho una "traducción simple" y eso ha llevado a la agitación y la desinformación: "La vacuna sirve para evitar los casos graves, muertes y hospitalizaciones, pero la transmisión no se elimina totalmente. Tenemos que continuar con las medidas de prevención como el uso de mascarilla, la higiene de manos, ventilación de espacios... Tenemos que evitar que el virus se transmita y con la vacuna no es suficiente, pero es una idea incorrecta que pueden tener algunas personas", sostiene.

Este vaivén de noticias difusas pero incesantes, que de forma inédita ha llevado a que los españoles sepan el nombre de la empresa que ha fabricado la vacuna que les han inyectado, ha terminado por generar que unos cinco millones de personas hayan rechazado vacunarse. De ese número, el 72% han esgrimido como motivo principal la desconfianza ante la vacuna por la rapidez con la que se fabricó desde la aparición del virus, según una encuesta del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).

Mirada cortoplacista para acabar con la pandemia

En ese sentido, una mirada cortoplacista frente a la pandemia ha derivado en agotamiento. Cada pocos meses aparecía una hipotética solución —como fue la vacuna— que solventaba un problema pero que no ponía el punto y final definitivo. 

"Con la pandemia vamos aprendiendo continuamente. La experiencia de cómo se han comportado otros virus nos puede ayudar, pero hay que hacerle un seguimiento muy estrecho y ver cómo evoluciona. Por eso, lo importante es adoptar medidas de protección multicapa. Cuantas más, mejor, porque ninguna de ellas es 100% efectiva: si una falla, quedan las demás", apunta Ángela Domínguez respecto a la vacuna y a las medidas de prevención. 

Medidas tomadas a destiempo

En clave nacional también se han producido errores. Adelantarse a la pandemia, aún después de lo vivido, se antoja complicado; más aún cuando el coronavirus todavía sonaba extraño y ni la propia OMS sabía cómo se transmitía. Sin embargo, haber adelantado "una o dos semanas" el confinamiento que se decretó con el estado de alarma hubiera salvado muchas vidas, según Joan Caylà, investigador sobre la vigilancia y prevención de enfermedades infecciosas.

Escaso rastreo de contagiados y de sus contactos

Un error que se repetía al comienzo y que se sigue produciendo en la actualidad es el poco seguimiento de las personas contagiadas: "Se optó por crear rastreadores que generalmente estaban alejados de las unidades de vigilancia epidemiológica. No se disponía de aplicaciones informáticas que pudieran soportar el numero de casos y contagios. Un fallo que no ha mejorado es el estudio de contagios, identificar dónde se originan los brotes y comprobar el cumplimiento de cuarentenas", arguye Caylà.

De hecho, a día de hoy, la positividad en España —porcentaje de PCR realizadas que dan positivo en coronavirus— está en un 12% frente al 5% que recomienda la OMS, lo que indica que España ha vuelto a perder el control de la covid-19 por no reforzar el rastreo de contactos.

Información confusa y falta de coordinación

"Con esta idea de que la pandemia estaba superada hemos llegado a 400 casos de incidencia acumulada", apunta Caylá, que también pone el foco de la responsabilidad en los medios de comunicación. "Hemos visto a tertulianos con frecuencia en canales importantes que tan pronto hablan de covid, como de la erupción de La Palma. Con relativa frecuencia se ha dado espacio a negacionistas y antivacunas, lo que genera desconfianza en el sistema". 

Además, este investigador apunta a que hubiera sido necesaria una mayor coordinación a nivel estatal: "Si entendemos que el pasaporte covid puede ser útil, sería mejor aplicarlo en todas las comunidades autónomas", sostiene, aunque tampoco se lleva sorpresas por el funcionamiento de las administraciones: "Las cosas mejorables vienen de hace años. Hace diez años ya decíamos que la mayoría de crisis de salud pública eran debidas a enfermedades transmisibles e infecciosas, que requería que tuvieran más recursos".

Precariedad y escasos recursos sanitarios

La precariedad es la nota predominante en la sanidad pública española y otro error fue el de contratar refuerzos de forma temporal, con la idea de que una vez sobrepasadas ciertas olas, la pandemia remitiría. El pasado octubre la mayoría de las comunidades ya habían anunciado que no renovarían a los sanitarios de refuerzo en pleno repunte de la pandemia en Europa y aunque algunas comunidades han pospuesto esta decisión unos meses, estos profesionales ocupan puestos estructurales que la sanidad debería cubrir con contratos indefinidos. En Madrid o Andalucía peligran hasta 7.500 y 8.000 puestos de trabajo, respectivamente.

De hecho, el propio confinamiento se produjo por una incapacidad mundial de hacer frente al virus. Los servicios sanitarios del mundo, así como los españoles, no podían hacer frente al coronavirus, por lo que se optó por los confinamientos como primera medida preventiva: "Hay que tener en cuenta que no estamos jugando a ganar el virus, estamos jugando a ganar tiempo hasta que consigamos tratamientos efectivos o una vacuna", aseguraba el científico del CSIC, Saúl Ares, pocas semanas después de estallar la pandemia.

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