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El trópico llega al Pirineo con noches a más de 20 grados y lluvias torrenciales

El calentamiento global intensifica la exposición de la península ibérica a las masas de aire caliente de África y modifica los patrones meteorológicos en algunas de las zonas más elevadas del país, como los Pirineos o el Sistema Ibérico.

26/07/2023 - Aneto
El calentamiento global está acelerando la fusión de los últimos heleros del glaciar del Aneto. Guarda Civil

"Podríamos inferir una especie de, en efecto, tropicalizacción o subtropicalización del clima. De todas formas esto hay que ir estudiándolo y ver cómo evoluciona", explica Rafael Requena, delegado de la Aemet en Aragón, sobre los cambios que en los últimos años se están dando en los patrones meteorológicos del Pirineo, el Sistema Ibérico y el valle del Ebro, que discurre encajonado entre esas dos cordilleras.

¿Quiere esto decir que el clima de esas áreas, a caballo entre el mediterráneo y el continental, ha mutado en tropical de un día para otro como consecuencia del calentamiento global? Para nada. O quizá resulte más certero concluir que hay señales que apuntan a la llegada de características del mismo, aunque todavía de manera incipiente.

Lo que sí está ocurriendo es que se están dando unas anomalías, que cada vez lo son menos a base de repetirse, de perfil climático tropical, que se caracteriza por las temperaturas elevadas y por la concentración de las precipitaciones combinadas con largos periodos de sequía que están modificando ciclos biológicos, como los de los vegetales y los animales, y físicos, como los de los ríos.

"En general se puede decir que sí", se está dando ese proceso de tropicalización del clima en esas tres áreas, "no sólo por las temperaturas mínimas y máximas más altas, sino por la forma de distribuirse la precipitación, cada vez de forma más heterogénea, es decir, o llueve de golpe de forma torrencial, o está días y días sin llover nada. Es una característica que venimos observando", anota Requena.

Los registros de temperaturas que ofrece el SAIH (Sistema Automático de Información Hidrológica) de la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) incluyen algunos inquietantes de los dos primeros meses de este verano, como es la frecuencia con la que se dan noches tropicales con mínimas de veinte grados a más de mil metros de altitud.

Entre el 21 de junio y el 21 de agosto hubo ocho en Aineto y seis en Lafortunada, ambos en Huesca, cinco en Belagua (Navarra) y una en La Molina (Girona), mientras en los tres primeros puntos el termómetro superaba los 18 en, respectivamente, siete, once y seis ocasiones.

A eso se le añaden siete noches por encima de ese último nivel en el embalse de Cavallers (Lleida), a casi 1.800 metros de altitud, cuatro en Canfranc (Huesca) y dos en Las Paúles (Huesca), y anotaciones similares en parajes donde en invierno operan estaciones de esquí como Espot (dos, una con 19,9ºC), Zuriza y Cerler, un sector al que el calentamiento global sitúa entre el cierre y la reconversión.

Mientras eso ocurría en el Pirineo, en el Sistema Ibérico llamaban poderosamente la atención las doce noches tropicales y otras once a más de 18 grados en dos meses en La Iglesuela del Cid, un pueblo de Maestrazgo turolense situado a 1.227 metros de altitud donde el mercurio alcanzó los 24,9ºC (a una décima de la noche tórrida) el 11 de julio.

También se anotaron dos tropicales y tres más por encima de los 18ºC en Ezcaray (La Rioja), con el pueblo a 813 metros sobre el nivel del mar, aunque con la estación meteorológica a bastante mayor altitud, como ocurre en todos los casos, y ubicado a apenas doce kilómetros en línea recta de la estación de esquí de Valdezcaray.

Temperaturas más elevadas y lluvia más concentrada

Rafael Requena: "Estas variaciones pueden ser explicadas por una subtropicalización del clima"

"Las temperaturas está claro que están subiendo claramente. El problema de las lluvias es que no se puede decir ni que aumenten ni disminuyan sino que se concentran en pocos días", explica el delegado de la Aemet en Aragón, quien anota que "las situaciones frontales con lluvias no tan intensas pero lloviendo durante más horas y más días al año, son cada vez menores".

La CHE ya venía advirtiendo de ese incipiente proceso de subtropicalización del clima en la cuenca del Ebro en los trabajos previos del último Plan Hidrológico de la cuenca, en los que apunta a un "decrecimiento" de las lluvias "muy marcado" cabeceras de los ríos, es decir, en la montaña, "durante el invierno y el verano", al tiempo que detectaba un cambio de patrón generalizado hacia la reducción de las precipitaciones "desde invierno a verano; y un incremento del porcentaje de la lluvia de otoño".

"Dentro del contexto del cambio climático estas variaciones entre precipitaciones estacionales pueden ser explicadas por una subtropicalización del clima", añadía, en la que se enmarcan fenómenos ya consolidados como la desaparición de los mayencos, las crecidas primaverales causadas por la fusión de una nieve cada año más escasa.

De nuevo, los datos del SAIH apuntan en esa dirección, con más de un mes sin apenas precipitaciones en marzo y abril en Aineto previas a una concentración de 229 litros en los últimos treinta días de la primavera, en una situación similar a la de Espot, mientras las mayores precipitaciones del último año llegaban a finales de agosto a Eriste, con cien litros entre los días 21 y 22, y en Lafortunada se concentraban en las tres últimas semanas de la primavera 281 de los 913 recogidos; en algunos casos, con periodos de hasta un mes y medio de sequedad.

El caso de la Iglesuela, expuesta a apenas medio centenar de kilómetros de la bomba de calor en la que se está transformando el Mediterráneo, resulta paradigmático de ese proceso de concentración de las precipitaciones: algo más de la mitad del agua que ha caído allí este año, 123,4 litros de 228,4, lo hicieron en cinco jornadas puntuales entre finales de mayo y primeros de junio.

"El problema es que no ha habido precipitaciones"

En Iglesuela preocupan los efectos que el calor puede tener en la masa boscosa que rodea el pueblo

El Ayuntamiento de la Iglesuela, de 395 habitantes censados y cuya red de agua potable se abastece desde un manantial, ha comenzado a tomar medidas en previsión de una eventual escasez provocada por la ausencia de lluvias, con solo 2,6 litros entre el 11 de julio y el 22 de agosto, una fase de sequedad que llegó tras el arreón de 177,8 de los 40 días previos que evitó que las restricciones llegaran antes.

"El problema es que no ha habido precipitaciones. Aun no hay problemas de abastecimiento, pero ya hemos advertido a los vecinos de que el agua del manantial viene justa", explican desde el Ayuntamiento, que ha prohibido regar los huertos con agua de la red.

Normalmente, esos huertos y las granjas reciben el suministro de agua desde las dos balsas en las que se va almacenando el sobrante del consumo urbano, pero "el problema es que ahora no hay sobrante", señalan las mismas fuentes, en parte por la sequedad y en parte por la mayor demanda que generan las estancias veraniegas de vecinos y los visitantes que lo frecuentan (está declarado conjunto histórico artístico).

El inusual calor que este verano se registra en la localidad, en la que nevadas y heladas son frecuentes en invierno, no ha afectado a ese flujo de visitantes, aunque sí preocupan sus eventuales efectos en la abundante masa boscosa de pino que rodea el pueblo.

"El monte da miedo, está muy seco porque no llueve en condiciones desde el mes de junio", anotan.

La exposición de la península ibérica a las masas de aire caliente del Sáhara

Miguel Ángel Saz: "Hay fenómenos extremos que no se darían sin ese calentamiento de la atmósfera"

¿A qué se debe esta situación? Para Miguel Ángel Saz, geógrafo especializado en climatología de la Universidad de Zaragoza, "no sería tanto hablar de tropicalización, que sería pasar a un clima lluvioso y cálido, sino de que la Península Ibérica está cada vez más expuesta a las oscilaciones del clima en el norte de África".

En este sentido, la estabilidad de las masas de aire del Sáhara favorece el aumento de sus temperaturas en un proceso que se ve intensificado por el del calentamiento global y cuyo impacto en las de la península es cada vez más acusado.

"Hay fenómenos extremos que no se darían sin ese calentamiento de la atmósfera", explica el geógrafo, que llama la atención acerca de cómo en esta época "el cambio climático es perceptible a escala humana, y eso nunca había ocurrido antes".

Así, la clara percepción del aumento del calor, más patente incluso por las mínimas que por las máximas, o la evidencia del cambio de los patrones de precipitación, con episodios extremos como la barrancada del 6 de julio en Zaragoza, se le suman otros episodios como los adelantos de un mes de las cosechas, la sequedad de los pastos de montaña o la mayor frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, con especial repercusión en el campo, y de las riadas.

A esa lista de evidencias se le han sumado en los últimos meses otras de carácter emblemático como la certeza de que el proceso de regresión del emblemático glaciar del Aneto es irreversible y algunas más relacionadas con el sinsentido como la frecuencia con la que la Guardia Civil de Montaña debe emplearse en las últimas semanas para socorrer a turistas que sufren golpes de calor y episodios de deshidratación tras empeñarse en practicar el senderismo a más de 30 y de 40 grados por el Pirineo.

"El clima está intervenido por la acción humana"

A eso se le añaden otros eventos como que, ya en el llano, Zaragoza haya registrado este verano las dos primeras noches tórridas de su historia, con mínimas por encima de los 25 grados; que en Montalbán, a más de 900 metros de altitud en las Cuencas Mineras turolenses, el termómetro llegara a marcar una mínima de 29 a mediados de julio o que el caudal del Ebro cayera por debajo del nivel de seguridad de 30 metros cúbicos por segundo en 41 de las 123 jornadas que fueron del 21 de abril a la misma fecha de agosto.

"Lo que ocurre en el Aneto es completamente previsible en este escenario climático, en el que los glaciares están retrocediendo y desapareciendo en todo el mundo", explica Saz, quien llama la atención sobre otro de los cambios que se han producido en el ámbito del clima.

"En general el clima era esperable, y de ahí las predicciones del tipo las cabañuelas, pero ahora no lo es tanto. Es modelizable, pero a veces no sucede lo que debería ocurrir si no estuviera afectado por la acción humana". "Muchas veces, lo que sucede, en frecuencia o en intensidad, ocurre porque el clima está intervenido por la acción del ser humano", añade.

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