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Actualizado:Como ese mítico juego de las máquinas recreativas de cazar topos según salen del agujero, así viven los psicólogos en la empresa TherapyChat. Los profesionales, expectantes, esperan a que un nuevo paciente se registre y solicite ayuda. El más rápido en hacer click se lo lleva. Luego resulta que el psicólogo vive en España y el paciente en México y que los horarios son incompatibles. O que el diagnóstico sobre el paciente era incorrecto y que otro compañero lo enfocaría mejor.
La necesidad, ahora más visibilizada que nunca, de cuidar la salud mental ha provocado la ebullición de muchas empresas que ofrecen terapia online. Sin embargo, este auge deja un reguero de conflictos y quejas que hacen preguntarse si la psicología ha sido mercantilizada en exceso y se ha convertido en un producto con el que lucrarse, ya que la sanidad pública no es capaz de dar plena cobertura a este problema. Mala praxis, precarización de sus trabajadores y un trato muy mejorable con el paciente son algunas de las críticas a este modelo de negocio.
Seremind, Youper, My Online Therapy o Sanvello son algunas de estas aplicaciones y empresas, aunque TerapyChat es el principal ejemplo español de este tipo de negocios. El auge de estas cadenas pretende abaratar los precios para el paciente, pero suele significar que el profesional al otro lado reduce sus ingresos. Y en ese proceso, normalmente de forma inherente, empeora el servicio ofrecido.
Desde hace años las empresas privadas se aprovechan de los psicólogos más jóvenes. Javier Prado, presidente de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR), explica que al año se gradúan en torno a 8.500 psicólogos y que hay un 50% de paro estructural en la profesión. Esto acaba provocando el modelo riders o la uberización de la profesión. "Hace mucho tiempo que en la psicología se dan las condiciones propicias para que esto pasara porque el sector va a dos velocidades: una especialidad clínica con poder pero limitada y otra muy precaria de la que se alimenta parte del sector privado", argumenta.
Clara Benedicto, portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Mental, muestra su preocupación por estos negocios: "Se habla con un discurso neoliberal e individualista. Invisibiliza las causas de una mala salud mental, que son malas condiciones de vida. Se va mucho al "si quieres, puedes". Existe el riesgo de que cuanto más sometido estás a las leyes del mercado, aumenten las posibilidades de medicalizar sufrimientos normales, mientras que a los más graves no se les presta atención por falta de poder adquisitivo".
Este año, la pandemia ha puesto sobre la mesa la fragilidad mental y el cuidado que esta requiere. El estrés, la ansiedad y los miedos han aflorado tras el confinamiento, y el 45,9% ha sentido ansiedad o miedo, según una encuesta que realizó el CIS en este aspecto. El 56% de los españoles se ha sentido triste o deprimido durante la pandemia y cuidar la salud mental se empieza a convertir en una prioridad. Y no acaba ahí la cosa, la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) prevé un aumento del 20% de trastornos depresivos y ha comprobado que los más jóvenes son el segmento más sensible.
Además, uno de cada diez mayores de 15 años ha sido diagnosticado con algún problema de salud mental, según datos del Ministerio de Sanidad. En total, el 6,7% de la población española sufre ansiedad y depresión y solo hay 6 psicólogos en la sanidad pública por cada 100.000 personas, mientras que la media de la Unión Europea se coloca en 18 por cada 100.000, según datos publicados por el Defensor del Pueblo.
Acusaciones de mala praxis
Un ejemplo de lo que pueden llegar a ser este tipo de empresas es TherapyChat. Un psicólogo que trabaja para la compañía desde hace más de año y medio atiende a Público y comenta las cuestiones que menos le gustan e incluso las valora como mala praxis profesional: "Las cuatro primeras sesiones de un paciente las cobras a un precio, las cuatro siguientes subes unos dos o tres euros y de la novena en adelante ya cobras la tasa completa, aunque para la plataforma todas suponen el mismo coste", asegura este trabajador, que prefiere no desvelar su nombre.
"Se premia que tengas a los pacientes de forma indefinida. Alargar las terapias es mala praxis; aquí premian la mala praxis"
Esto, desde un análisis profesional, lo considera un atropello contra el buen hacer: "Se premia que tengas a los pacientes de forma indefinida y alargar las terapias es mala praxis. Pero aquí premian la mala praxis", sostiene. Sin embargo, también apunta que esas prácticas suelen producirse también en otros espacios de trabajo.
Una extrabajadora de TherapyChat que prefiere salvaguardar su identidad por si pudiera repercutirle en el mercado laboral pone también el foco en que el modelo no favorece a las expectativas del propio paciente: "El cliente se vuelve muy demandante de aquí y ahora. Es el fast food de la psicología. ¿Que te cansas? Pues haces ghosting –cortar toda comunicación sin previo aviso– como si fuera Tinder", asegura. Dice que "afortunadamente" ya no trabaja allí. Público ha intentado ponerse en contacto con la compañía, pero no ha obtenido respuesta.
Javier Prado, para explicar este modelo de trabajo, hace referencia a lo ocurrido durante la crisis económica en España con los seguros médicos tras el desmantelamiento de la sanidad pública que impulsó entonces el PP. "Salvo grandes compañeros que dan una calidad buena tras años de experiencia, el resto es la jungla. Gente que se tiene que buscar la vida y entran en juego terceras partes", insiste.
¿Quién hay detrás de este tipo de empresas?
Los fondos de inversión tienen mucho que ver con este boom de la salud mental en el sector privado. El Economista recogió recientemente que, según los datos de ResearchAndMarket.com, se estima que el mercado mundial de la salud mental alcanzará los 537,97 millones de dólares en 2030.
TherapyChat, fundada en 2016, atiende a más de 250.000 pacientes en 30 países. Trabaja con otras empresas privadas de la sanidad como Sanitas y este verano cerró una ronda de financiación de cinco millones de euros para poder empezar a operar en Italia y Francia.
La última jugada de esta compañía fue abrir durante tres días en el centro de Madrid un pequeño espacio llamado La Llorería donde se montaron colas inesperadas para acudir a recibir atención psicológica y se daba más prioridad a hacer fotos que a calmar ansiedades provocadas por el turbocapitalismo. El marketing resultó efectivo y TherapyChat dio que hablar.
"Lo de La Llorería me cabreó –narra la extrabajadora de la compañía–. Todo el dinero que se gastan en esos proyectos, alquilar un local en pleno Malasaña... Es el que no se gastan en las personas que están ahí, los que lo sustentan de verdad", critica.
Trabajo precarizado
La escasa estructura pública en torno a la salud mental provoca que el negocio privado se introduzca en terrenos casi inhóspitos para las garantías laborales y profesionales. Por ejemplo, todos los que trabajen a través de TherapyChat tienen que estar dados de alta en autónomos.
Pese a tener que asumir esos gastos, los psicólogos relatan que al comenzar, la aplicación solo te permite tener tres pacientes a tu cargo. "Es contradictorio, porque tienes que pagar tu tasa de autónomos y cobras diez euros la hora al comienzo", sostiene la extrabajadora.
El aún psicólogo de TherapyChat comenta cómo va la forma de cobrar: "Los seis primeros meses tienes una tarifa fija. Luego la cosa es progresiva: a partir de la octava sesión con un paciente te llevas 19 euros de los 45 que cuesta la sesión. Después subes a 21, luego 23 y finalmente a 25", relata este psicólogo, que recalca que solo aumentan el precio cuando hacen más sesiones con un paciente, algo que critica con dureza.
Además, algo que cuentan ambas fuentes a Público es que el caché del psicólogo y la tarifa que puede cobrar va en aumento a partir también de las valoraciones de los pacientes. "Estás como seis meses sí o sí con una serie de criterios para pasar a nivel dos, así que es importante que te pongan valoraciones positivas... Como si fuese yo un Airbnb".
Clara Benedicto valora las condiciones de trabajo y considera que cuantas menos presiones tengan los profesionales, mejor para el paciente: "Al final, un profesional que atienda el sufrimiento de una persona tiene que tener condiciones dignas de trabajo y un entorno de trabajo donde pueda escuchar y tener tiempo y minimizar las influencias del mercado".
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