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La regla de los 90 minutos, una vacuna contra el suicidio adolescente

Además de buscar ayuda profesional especializada, padres, profesores y personas de su entorno podemos seguir unas guías básicas sobre cómo actuar cuando sospechamos que un adolescente alberga ideas suicidas.

Escucha activa
Una mujer practica la escucha activa junto a una adolescente.

"Un grito de dolor. Hasta el último segundo antes de consumarse, es un grito que pide ayuda". Así describe en su informe publicado este mes Aldeas Infantiles SOS el suicidio adolescente, la primera causa de muerte en jóvenes y adolescentes entre 12 y 29 años, según datos del CIBERSAM.

Por una parte, hablamos de algo evitable, ya que "la mayoría de las muertes por suicidio se pueden prevenir", asegura el informe.

"Los padres no estamos preparados para prevenir esto, ni sabemos cómo actuar. Tampoco sabemos ver lo que les pasa a nuestros hijos. No sabemos si está encerrado en su cuarto porque ha tenido un problema con los amigos o con la novia y ya se le pasará o si es algo más", dice, por otra parte, a Público Carlos Soto, superviviente y coordinador del Grupo de Autoayuda Mutua de la Asociación Princesa81.

Aún así, existen unas directrices básicas que todos -padres, profesores y allegados- deberían grabarse a fuego a la hora de tratar con personas que dan muestras de estar sufriendo, sobre todo, si son adolescentes.

Claves de la escucha activa

"No entrar a criticar o culpabilizar. Limitarnos a escuchar lo que esté dispuesto a contar. Estar cerca". Son algunos de los consejos que nos da Juan José Escudero, superviviente de suicidio y presidente de la Asociación Sendas para la Prevención del Suicidio y de la Salud Mental.

"Puedes decirle: Parece que lo estás pasando mal. Pero sin presionarle. Es muy importante no juzgar y no hacer comentarios del tipo Estás dramatizando o Anda, si tú lo tienes todo..., recalca.

No es algo, además, que se pueda hacer con prisas. Escudero nos habla de la "regla de los 90 minutos", un tiempo que puedes pasarte en silencio a su lado, sin ponerte nervioso, sin hacer otra cosa, demostrando que no hay nada más importante en el mundo para ti que escucharle, esperando a que se abra. "A los adolescentes les cuesta hablar, sobre todo, con sus figuras parentales o de autoridad".

La escucha activa es, como dice a Público Juan José Escudero, "la vacuna contra el pensamiento suicida". Y una práctica en la que deberían formarse padres, profesores y, también, los propios alumnos. En sus palabras, consiste en dar a entender que entiendes que lo está pasando mal. Repetir lo que la otra persona te dice. Dejar que sus propios conceptos vayan fluyendo.

Un diálogo sin juicios

"Nunca decirle yo haría esto, yo haría lo otro. Esto no se debe hacer jamás en momentos en que se está abriendo, está totalmente prohibido porque pueden entender que no les estás escuchando. Ya lo harás en otro momento. Pero cuando te están hablando, debes evitar cualquier crítica, cualquier deberías...", resalta.

Es más, aconseja hacerlo "aunque resulte desagradable. A lo mejor te habla de cosas que a ti no te gustan. Igual te dice que disfruta mucho con la droga, que se quiere morir, que va a dejar los estudios o cualquier otra cosa. Tú, calladita. Recuerda que no puedes juzgar, solo escuchar. Ya buscarás soluciones y le propondrás consejos después, en otro momento".

"Se encierran en sí mismos porque no encuentran esa escucha activa. Necesitan entender que de verdad les quieres escuchar", señala por su parte Carlos Soto, que imparte cursos de formación para profesionales de salud mental sobre el tema.

"Debes comprender que el problema que tiene tu hijo es lo más grande del mundo para él. No quitarle peso con frases como es una tontería, se te pasará, lo que tienes que hacer es..., etc. Esos futuribles para él no existen".

"A veces, no entendemos los adultos que el mundo cambia y cuestionamos todo lo que pasa. Tenemos una educación diferente", nos recuerda Soto. "Si tratamos de juzgar su comportamiento y ayudarles desde lo que nosotros aprendimos cuando éramos jóvenes, pensarán: Pero ¿esto qué es? ¿En qué mundo vive...?. Perderíamos credibilidad para ellos".

Por otra parte, en situaciones delicadas, conviene medir las valoraciones que hacemos. "La crítica de un padre o un familiar muy cercano son como bombas para un adolescente que está pasando por una situación difícil", advierte Escudero.

¿Qué queremos enseñar a nuestros jóvenes?

Como padres, ¿sabemos perdonar y pedir perdón? ¿Sabemos dialogar? ¿Gritamos cuando estamos enfadados...? Son algunas de las preguntas que pueden darnos pistas de la clase de ejemplo que estamos dando.

"Aprender a regular las emociones es un proceso interactivo en el que participamos todos. Así, vas aprendiendo cuál es el modelo de respuestas que más te protegen, las que más te hacen crecer. Se trabaja con el ejemplo en el día a día", apunta Escudero.

De la misma manera, Carlos Soto opina que "si nosotros no contamos nunca nuestros problemas a nuestros hijos, ¿cómo queremos que ellos nos lo cuenten? Lo que podemos hacer es compartir con ellos eso que nos preocupa y, después, hacer comentarios del tipo hablarlo me ha venido muy bien o cuando cuentas las cosas parece que pierden peso". Son algunos trucos que propone para que se animen a abrirse. "Una vez que empiezan, ya van a hacerlo siempre", dice.

Ayuda profesional especializada

Además de ese "estamos preocupados, te queremos" que la familia siempre debe transmitir al adolescente, el chico o chica necesitará ayuda profesional especializada. "La persona con pensamiento suicida tendrá que hacer un trabajo interno interesante. La ayuda psicológica es muy importante, porque te encuentras sumergido en una situación emocional que no sabes cómo manejar", apunta a Público el sobreviviente de suicidio Salvador Ríos.

En este sentido, "para un terapeuta, lo importante no es convencer al paciente para que no se mate. Sería un enfoque demasiado simple, inefectivo para un problema demasiado complejo", dice a Público el psiquiatra especializado Alejandro Rocamora, profesor del Centro de Humanización de la Salud.

"Lo que hay que conseguir es, a partir de la situación en la que está, transformarla. Por eso, más que preguntar "por qué te quieres suicidar", que no aporta nada, hay que preguntar "para qué te quieres suicidar". "Esta es una pregunta que va al sentimiento profundo de la persona, no tanto a la circunstancia y permite al terapeuta poner medios para superar su sufrimiento", afirma este experto, que trabajó más de 40 años como voluntario en el teléfono de la Esperanza.

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