Este artículo se publicó hace 9 años.
"Recogiendo firmas me llegaron a decir: si te han desahuciado, que te jodan, algo habrás hecho"
Desde 2008 se han producido casi 400.000 desahucios en España. Yolanda Yeste firmó un préstamo hipotecario de doble garantía y estuvo a punto de perder la casa de sus padres. Gracias a la PAH, recuperó la vivienda de sus progenitores y vive con sus dos hijas en un piso de alquiler social
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En octubre, el Parlamento Europeo (PE) dio un toque a los bancos españoles y al Gobierno para que redujera el "intolerable número de desahucios". Fue una resolución no vinculante así que sus afectados encuentran una única esperanza en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Desde 2008, según datos de la PAH, en nuestro país se han producido casi 400.000 desahucios, (19.261 de ellos en el primer trimestre de 2015), y unas 100.000 familias se han visto en la calle. A estas víctimas se suman unos 700.000 afectados del fraude financiero. Una de ellas es Yolanda Yeste. El paro golpeó con dureza y ahí empezó a cambiar su vida. Todo por una hipoteca de doble garantía que le puso entre las cuerdas. La PAH fue su único rescate.
Acudo a la PAH (Plataformas de Afectados por la Hipoteca) de Barcelona, en calle Leiva. Camino por una fría acera y desde fuera identifico el local donde he quedado con Yolanda Yeste, una mujer que se ha enfrentado a algo más que a la pérdida de su vivienda. Carlos Macías, portavoz de PAH Barcelona, me aconsejó escuchar esta historia. Nada más entrar, el frío da paso a un torrente de calor, pero de cariño. Me entregan una rosa amarilla de papel y una mano de cartón con la que aplaudir en silencio o votar. Faltan pocos minutos para que comience la asamblea cuando identifico a Yolanda entre las primeras sillas, como una activista más. Lejos de mensajes de recuperación, el local está repleto de personas asustadas por un embargo que tienen a la puerta de la esquina. Yolanda termina su exposición y nos vamos a conversar a un patio trasero.
"Yo toda mi vida la he pasado trabajando. Soy una mujer que recibió malos tratos. Mis hijas estuvieron a punto de morir, una operada de nacimiento, porque el parto fue prematuro después de un puñetazo que recibí"
Nada más sentarnos me habla de sus hijas. Me pide permiso para encender un cigarro y empieza a desmenuzar quién ha sido y quién es ahora. "Yo toda mi vida la he pasado trabajando. Soy una mujer que recibió malos tratos. Mis hijas estuvieron a punto de morir, una operada de nacimiento, porque el parto fue prematuro después de un puñetazo que recibí". Ahora esas niñas tienen quince años y estos últimos meses han vivido experiencias duras, pero sin decaer jamás.
Yolanda era una mujer todoterreno. Reconoce que se ganaba muy bien la vida como seguridad, donde alcanzaba los casi 2.400 euros. El sueldo base eran 900, "así que imagina la de horas extras que hacía. Mañana, tarde y noche. No tenía amigos. Los únicos amigos que he encontrado han sido aquí, en la PAH, a mis 54 años". Su alquiler era de 800 euros y en 2008, por querer tener una vivienda en propiedad, se compró un piso. Su padre la avaló, con una hipoteca de doble garantía. Es decir, "la mitad en mi piso, y la otra mitad en el piso de mis padres como avalistas", concreta. Su caso fue con UCI, una financiera del banco Santander donde ella considera que la entidad aglutinaba todas las estafas para que los problemas no les salpicaran.
Desde 2008 los Mossos podían controlar la seguridad privada y le impiden no hacer horas extras. Ahí empiezan los recortes de sueldo. Baja a 1.900 euros. Después a 1.800… y su hipoteca era de 1.600. Empieza a entrarle miedo. "Me asusto por mi casa pero más por la de mis padres, con un piso pagado de hace 50 años. Yo no estoy curada de mis malos tratos porque esas cosas siempre quedan ahí, tus relaciones no funcionan nunca, siempre tienes miedo… y esto le añadía un nuevo temor a mi vida. En 2010 ya ganaba 1.300 y me dije… se acabó".
Recibió una carta de la UCI. Tenía que vender su vivienda. "Un piso que compré por casi 300.000 euros lo vendí por 160.000. Con lo cual me quedaron 200.000 de deuda, en el piso de mis padres. Me fui a vivir con ellos hasta hace unos meses". Supuso un shock. Volver a vivir con sus padres, con 48 años y sus dos hijas. Dos habitaciones para cinco personas. "Una de las pequeñas estudiaba en la cocina. La otra, donde podía. Mis padres tenían 75 años. Fue dramático. Un infierno. Primero porque mis padres me hacían sentir culpable de todo. Desde que te levantas hasta que te acuestas diciéndote 'por tu culpa, por tu culpa'. Estaba más sola que la una". Se convirtió en la tercera niña de la casa y debía asumir todas las normas: no salir, dormir antes de las once, no reír mientras se comía… "No reír… ¡Imagina! Lo que yo daba por una sonrisa de mis hijas esos días", confiesa.
"Estuve año y medio trabajando de lunes a domingo, doce horas de noche, sin un solo día de fiesta, sin parar"
Los tres primeros años lucha sola, sin contar nada a nadie, y hace carencias. Le suplica a UCI que no puede devolver esa deuda. UCI le responde que ya no hay más carencias. "Entonces debo buscar un segundo trabajo. Claro, por tener dos pagadores luego Hacienda me hace pagar 1.500 euros de multa. Estuve año y medio trabajando de lunes a domingo, doce horas de noche, sin un solo día de fiesta, sin parar. ¿Qué ocurre? Al año y medio caigo enferma y aún sin pedir la baja me despiden del segundo trabajo. Fue el fin". Yolanda no ve salida. Sabe que el siguiente paso es quedarse en la calle. Y con sus padres, que era lo peor: dos ancianos, con una madre con Alzheimer.
Un compañero de trabajo le comenta una nueva ley. Busca en Internet y de repente… "me salta un anuncio de la PAH de Barcelona. Yo no sabía apenas nada. Veo que están cerca de casa. Me planto aquí, derrotada, llorando, desquiciada. Estaba hecha polvo. Mis hijas ya tenían problemas de ansiedad en el colegio. Con mis padres éramos la diana de todo. Me dije… hasta aquí hemos llegado. Pero nada más entrar en la PAH vi la luz". Yolanda empieza a involucrarse, a informarse, prepara sus papeles y acude con ellos a la UCI en noviembre de 2013. En marzo de 2014 consigue la dación en pago con un alquiler social para sus padres, que duraría dos o tres años. Para evitarlo, pelea por un alquiler vitalicio pero sus compañeros de la PAH, Carlos y Susana, proponen un cambio de planes.
"Yolanda, sabemos que quieres firmar ese acuerdo pero va a ser que no. ¿Por la misma deuda se van a quedar con los dos pisos, el tuyo y el de tus padres? Dinos, ¿tienes fuerza para darle una vuelta a tu caso?"
Yolanda afirma que miró a los dos un instante y asintió con las fuerzas que le quedaban. También la despidieron de su primera empresa alegando que no estaba centrada en su actividad. En diciembre acuden todos a la UCI. Exigen la condonación de la deuda. El responsable de UCI se muestra enfadado y Yolanda le corta en seco. "Ni ah, ni oh, ni uh. Ya me cueste la vida", le respondió. Y recalcó: "Estoy tocada, pero no hundida. El piso de mis padres nadie lo toca". El 24 de julio firmó. No hay dación en pago, el piso está libertado de la hipoteca, tiene la condonación de la deuda y un alquiler social para ella y sus hijas, con un pisito al lado de Sants. "Estamos felices y tranquilas. Me da lo mismo si tengo que buscar comida en el contenedor. Y eso que ahora se me agota el paro".
Sabe que volverá a trabajar como seguridad, aunque no le apetece tanto. Primero, por edad. Segundo, porque la PAH le ha dado unos valores que no encajan en su anterior perfil. "Con la suerte que tengo, todo sea que termine en un banco y se metan estos de la PAH… ¿Te imaginas? ¿Qué hago?". Yolanda ríe a carcajadas, imaginando esa situación. "Yo les he dicho que hacemos el numerito. Que me empujen, los empujo y poco más. La PAH me ha enseñado a ser humilde. Yo era de… 'tú a la puta calle', porque era mi trabajo. Aquí me han enseñado primero a escuchar, a valorar y actuar".
Dice que este último año y medio vivió como un zombi. "Es ir por la vida porque tienes que ir. Una vez me dijo alguien que yo ni sentía ni padecía…. Yo era una muerta en vida. Incluso he llegado a pensar en el suicidio. No podía más en estos últimos cinco años. Pero miras a tus hijas y dices… ¿le vas a dejar el problema a ellas? No es justo. Esa idea me duró un instante. Pero sin ellas, lo hago. Después de tantos años no tienes nada, no tienes nadie, y piensas qué haces aquí".
La PAH ha cubierto la soledad que Yolanda tenía. Le da dado un respiro y cariño. Le da dado la hermana que nunca llegó a tener. Los amigos verdaderos que nunca llegó a conocer. Le ha ayudado a conseguir una casa y todo lo que necesitaba. "Lo más humildes son los que más te dan. Yo lo vendí todo y ellos me han amueblado mi casa. No tenía ni un cuchillo, sólo mi ropa. Ahora me sobra. Tengo para dar de todo: cuchillos, tenedores y tengo hasta tres cafeteras…", comenta, entre risas.
Dice que su única ilusión es ver crecer a sus hijas con los valores que ahora ha aprendido. Pero pregunto por ella, por su vida personal. Encoje la nariz y los hombros, y responde: "Yo ya no importo". Le corrijo. "Sí, ya sé que no debería decir esto, pero lo importante son ellas. Además, siempre he vivido con una coraza. No sé qué desprendo. Y como tuve malos tratos, llevo años donde no se me acerca nadie, y dices… ¡no soy tan fea, joder!".
"Yo no podía creer que en España había tanta miseria. Y yo he estado ahí. Y existe la miseria de la gente a la que le cortan la luz y la que no puede comer"
La asamblea sigue su ritmo. Yolanda continúa hablando de sus hijas y su lucha. Reconoce que se mira en el espejo y ya no es la de antes. "Yo ya no denunciaría, como solía hacer en mi etapa de seguridad, cuando pillaba a alguien robando para comer. Es lo que le pasa a mucha gente que dice… 'Yo como estoy bien y vivo de coña y puedo tener vacaciones, el de atrás…'. Una vez cuando recogía firmas en la calle me dijeron: 'si te han desahuciado que te jodan, algo habrás hecho'. La mayoría de gente no comprende esto porque no lo vive. Yo no podía creer que en España había tanta miseria. Y yo he estado ahí. Y existe la miseria de la gente a la que le cortan la luz y la que no puede comer". Yolanda y yo nos levantamos para mirar el desarrollo de la asamblea. Los asistentes desvelan sus miedos. Sus ojos muestran la incertidumbre, pero también gritan auxilio y apoyo. La PAH es su esperanza. Antes de irme, una última pregunta.
Como dice nuestro Gobierno, ¿crees que estamos remontando?
"¿Tú has visto la de gente que hay aquí? Al revés, vamos a peor. Los lunes vienen cada vez más afectados. Es vergonzoso. Estamos en la lucha pero es muy difícil. El poder financiero es lo máximo que hay en el mundo. Manda el poder del dinero. Pero mira todo lo que en la PAH hemos conseguido sin nada a nuestro favor. ¿Por qué? Porque todo ha sido lucha y calle. Sí se puede, Ana. Sí, se puede".
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