Este artículo se publicó hace 8 años.
Proyecto Co.Madre: los úteros como guardianes de los saberes ancestrales
La mujer ocupa un lugar principal en las comunidades rurales de países como Colombia y Brasil. La vida oscila en torno a ellas, a sus conocimientos y cuidados. Chamanas, parteras, curanderas, abuelas, madres… Custodian la sabiduría milenaria de unos pueblos con una gran tradicional oral que ahora tendrá su repercusión en Internet gracias al trabajo de documentación que está haciendo el colectivo Etinerâncias.
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CARTAGENA DE INDIAS (COLOMBIA).- Hace ya dos años que Raissa y Gabriel metieron lo imprescindible de su casa de São Paulo en una furgoneta, una mítica Volkswagen Kombi blanca. Les pesaba la ciudad y decidieron no tener que llevarla a cuestas. Ella trabajaba en una ONG con jóvenes que tenían conflictos con la ley y él es arquitecto urbanista. Juntos decidieron lanzar su vida hacia un proyecto itinerante. “Sentíamos la necesidad de estar en movimiento”, explican. Querían llegar a lugares donde las personas habitaban espacios colectivos, casi siempre rurales, y vivían en comunidades donde las tradiciones orales y los saberes ancestrales ocupaban un lugar central en el día a día.
Etinerâncias, el colectivo que han fundado como proyecto vital, “nació de una voluntad de cambiar cosas y de una angustia”, relata Gabriel. “Explicar nuestra vida y focalizar nuestra energía en lograr un mundo más justo” se convirtió en una meta sobre la que ir dibujando un camino. Al seguirlo, fueron reencontrándose con los saberes tradicionales que se transmitían, de forma oral, en las comunidades indígenas y pueblos rurales de Brasil.
En su viaje aprendieron algo muy importante: las mujeres ocupan un lugar principal en estos pueblos. “Son las guardianas de los saberes ancestrales”
“Fue una chamana que conocimos en Caparaó la que nos dijo que teníamos que empezar a documentar todo lo que íbamos recogiendo en cada lugar”. En las comunidades conversaban con los ancianos, aprendían sobre saberes tradicionales: hierbas, plantas comestibles, remedios naturales, partería, sabiduría oral. Se llevaban un trozo de su conocimiento y a cambio quedaban encargados de cuidarlo y expandirlo, para que no se pierda. “La tradición escrita oprime la oral”, dice Gabriel. Ellos comparten tiempo y espacio con los lugareños, los escuchan, aprenden de ellos y los ponen en contacto con otras comunidades quizá lejanas pero con problemas parecidos.
Su Kombi se ha ido transformando con ellos, por el camino, hasta convertirse en “un punto de cultura itinerante”. Cuentan con una biblioteca de publicaciones independientes en la que se van intercambiando libros que nunca suelen ser de grandes autores, sino pequeñas ediciones que resultan de los ‘saraus’, que es como llaman en Brasil a los encuentros de poesía y arte. También organizan un cinefórum muy particular, con un proyector que lanza la imagen directamente sobre la pared de la furgoneta, y son guardianes de un banco de semillas no transgénicas que van transfiriendo a los lugares por los que pasan.
En su viaje aprendieron algo muy importante: las mujeres ocupan un lugar principal en estos pueblos. “Son las guardianas de los saberes ancestrales”.
Raissa sonríe con una mirada limpia que parece que vea en ti incluso más de lo que quisieras enseñar. Las horas que ha pasado con las grandes mujeres guardianas de los secretos de los pueblos indígenas del interior de Brasil inundan cada palabra que pronuncia en un portuñol tranquilo, pausado. Sabe escuchar, se nota que ha aprendido de las mejores.
Ella y Gabriel, la otra mitad de su proyecto de vida, Etinerâncias, aterrizaron en Cartagena de Indias, Colombia. Hasta aquí han traído un proyecto que están desarrollando en el Laboratorio Iberoamericano de Innovación Ciudadana (LABICCO). Lo han llamado Co.Madre y será una plataforma audiovisual que recopilará saberes tradicionales y experiencias de mujeres iberoamericanas con la intención de crear un gran archivo que haga pervivir la cultura oral y fortalecer el intercambio de saberes. “Co.Madre reafirma la mujer como protagonista de una historia de vida y de lucha que necesita ser recontada”, sostienen. El nombre viene del término comadre, ese vínculo fuerte de amistad y cuidado que une a dos mujeres sin que existan necesariamente lazos de sangre entre ellas.
Van a centrar el proyecto en San Basilio de Palenque, el primer pueblo de esclavos liberados de América. Allí conocieron a Rosalina, una de las curanderas tradicionales de la comunidad palenquera, un ejemplo vivo de mujer conectada con los saberes ancestrales que emanan de ese lugar mágico, pedacito de África en medio del continente latinoamericano.
Es curioso pero en el hospital de Palenque conviven la medicina moderna y la tradicional en aparente buena armonía. “La ciencia oprime estos saberes”, cuenta Raissa. “Rosalina es un ejemplo de cultura viva, todo lo que sabe seguirá vivo mientras ella permanezca entre nosotros”. Probablemente pasa de los ochenta años pero ella sigue cuidando a la comunidad mediante hierbas tradicionales, baños, masajes y toda las enseñanzas que aprendió de su familia. Además de su labor como curandera, Rosalina se sube al escenario del pueblo durante el Festival de Tambores y expresiones Culturales de Palenque y canta hasta bien entrada la madrugada.
Con ella compartieron también enseñanzas y experiencias sobre la forma tradicional de dar a luz en Colombia y en Brasil, de donde viene Raissa. “Rosalina nos recordó que todas las mujeres están preparadas para tener un parto natural”, incluso fuera de los hospitales. En países como Francia, parir en casa está prohibido desde hace unos años; en cambio, en el Reino Unido recomiendan parir en el hogar cuando se trata de un embarazo de bajo riesgo para evitar la cascada de intervenciones que se producen durante un parto hospitalario. En ellos, muchas veces, se trata a la embarazada como una enferma y se desoye el proceso natural que supone dar a luz y para el cual el cuerpo femenino está perfectamente preparado.
Con la sexualidad femenina la industria farmacéutica hace negocio: “Las mujeres son medicalizadas todos los días”
Con la sexualidad femenina la industria farmacéutica hace negocio. “Las mujeres son medicalizadas todos los días”, recuerda Raissa. Píldoras anticonceptivas, hormonas artificiales, ibuprofenos para el dolor de regla. “En Brasil, como en otros países, se hacen muchísimas más cesáreas de las que recomienda la Organización Mundial de la Salud”. Son los propios médicos, hombres en su inmensa mayoría, los que prefieren optar por la intervención quirúrgica a la hora de dar a luz, y no es solo por una cuestión de rapidez.
“Los médicos ganan mucho dinero con la gran industria en la que se han convertido los partos”. En Brasil la medicina se han encargado de perseguir el alumbramiento natural incluso mediante mecanismos legales porque, según Raissa, “hay una política del miedo muy fuerte que lucha para mantener las cosas como están”. Cuenta el caso de una amiga embarazada, que cuando le planteó a su médico que quería un parto normal este le avisó de que así lo harían pero que, si el bebé moría por no haber elegido una cesárea, la culpa sería de la madre.
Así se sustenta un sistema de salud que mueve mucho dinero: “En Brasil la medicina es una industria muy compleja con importantes intereses financieros. Una persona que vive en un barrio popular no estudia medicina, no todos se pueden permitir esta carrera tan costosa”. El cambio sigue siendo un proceso lento y el mercado continúa estando acotado por algunos pocos, en su mayoría hombres, encargados de sembrar descrédito sobre todo lo que han aprendido las mujeres acerca de su cuerpo desde hace decenios.
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