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País Valencià Centros sociales en València: cuando la comunidad sustituye a la institución y crea redes de "autoayuda" vecinales

Una nueva generación de espacios autogestionados pone el acento en el desarrollo de políticas sociales que la administración desatiende en barrios especialmente castigados por la crisis.

13/11/2021 Una mujer, ante una mesa llena de alimentos en el centro social Ca Saforaui, en Gandía
Una mujer, ante una mesa llena de alimentos en el centro social Ca Saforaui, en Gandía. Cedida

El Cabanyal es, con toda probabilidad, el barrio más bonito de València. Y también uno de los más rebeldes. Durante años se convirtió en símbolo de la oposición ciudadana a los proyectos "modernizadores" de Rita Barberà, con una resistencia numantina a la voluntad de la alcaldesa de echarlos de sus casas para poder entregar a los especuladores unos golosos terrenos a la orilla del mar. Entonces no se daba ningún permiso para reformar una vivienda y los servicios municipales más básicos, como limpieza o seguridad fueron reducidos hasta ser residuales. Dice la leyenda que ni siquiera se cambiaban las bombillas de las farolas de las calles. La tozudez del vecindario prevaleció y la ampliación de la avenida Blasco Ibáñez que les pasaba por encima acabó naufragando, primero por la crisis inmobiliaria y, ya después, con la llegada de los Gobiernos del cambio al Consistorio.

De aquella época –y de aquella crisis- quedan importantes bolsas de pobreza y exclusión que la pandemia no ha hecho sino empeorar. De aquella lucha también han sobrevivido profundas experiencias y un aprendizaje: que solo con el apoyo mutuo entre vecinos se puede salvar el barrio. Desde hace años, hay iniciativas sociales que paran desahucios, reparten comida o ayudan los recién llegados.

Ahora, tres de estos proyectos –el sindicato de barrio y los huertos comunitarios Huerta Cabañal y Acción Antifascista- se han unido para ir más allá y crear el Casal Popular 'el Clot'. "Hace años que negociamos con el ayuntamiento la cesión de un espacio, un antiguo taller de coches de propiedad municipal que se encuentra en frente de los huertos y que tiene el espacio perfecto que necesitamos. Nosotros nos comprometemos a realizar todas las reformas necesarias y a asumir todos los gastos, pero desde el Ayuntamiento no hacen más que darnos largas", explica Júlia Garrido, del Sindicato de Barrio del Cabanyal.

Entre otras cosas, sería necesario crear un espacio digno para poder centralizar el trabajo de reparto de alimentos que se hace tanto desde la red de alimentos como desde la Cocina Barrio, una iniciativa única en el País Valencià que reparte unos 100 platos calientes al día por un euro, para que las familias más necesitadas puedan acceder a una alimentación saludable y sostenible. Además, quieren poner en marcha nuevos proyectos, como un gimnasio y una escuela popular desde se puedan dar desde clases de valenciano u otras de cocina impartidas por migrantes hasta refuerzo educativo. "No solo queremos cubrir necesidades materiales, sino también crear comunidad, reconstruir prácticas vecinales y vínculos sociales opuestos a la ética capitalista. Para nosotros, el Casal supone un espacio donde crear un vínculo de pertenencia que ayude a aumentar la conciencia de clase", explica Garrido. Procesos similares se están viviendo en otros barrios de València, como Orriols, donde las entidades vecinales reclaman también la cesión de un espacio vecinal, o Malilla, donde piden que se alargue el periodo de cesión de la alquería reconvertida en centro social hace tan solo unos meses.

"Desde el Ayuntamiento nos dicen que sí al proyecto, pero después todo son largas, se pasan la pelota de un departamento al otro y todo va demasiado lento", denuncia Garrido. Para desencallar este bloqueo, el 23 de octubre abrieron el local simbólicamente. La respuesta vino en forma de Policía, identificaciones y un inmediato desahucio que consideran que no cumplió todas las garantías jurídicas. Pero la acción tuvo su rédito y este jueves pasado se reunían con la concejal de Vivienda y Patrimonio, Isa Lozano. "Valoramos muy positivamente la reunión de hoy, hemos salido con una nueva fecha para reunirnos y trabajo por hacer", resumen desde el Casal.

Una nueva generación de centros sociales emergente

Esta nueva generación de centros sociales, enfocada a cubrir necesidades materiales a veces muy básicas y crear comunidades vecinales, está surgiendo con fuerza en todo el País Valencià y no solo en la capital. Ca la Mera en Ontinyent, el Espai Veïnal Antic Institut en Pego, Cals Frares en Alcoi o el Ateneu Popular del Pla-Carolinas, situado en este barrio de Alacant y abierto hace apenas dos meses podrían ser algunos ejemplos.

En este último caso, el origen de la red vecinal que ha impulsado el Ateneu son los huertos creados en los solares que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria dejó en el barrio. "A partir de aquí se han creado unas relaciones de autoayuda muy interesantes, tanto para temas alimentarios, como de apoyo escolar o problemas causados por la subida del precio de la luz", explica Juan Carlos, uno de los activistas del Ateneu.

Pero el ejemplo más paradigmático y consolidado es Ca Saforaui, en el humilde barrio de las 500 casitas de Gandia. Desde hace cinco años, ofrecen toda una serie de servicios al vecindario más necesitado. Necesidades que van desde alimentos a acompañamiento para realizar trámites burocráticos, pasando por una escuela popular y los huertos urbanos. "Todo esto se hace desde el voluntariado, nadie cobra", destaca Ausiàs Galbis, en habla de un proyecto que tampoco tiene ningún apoyo institucional. El alquiler del local se paga con cuotas de los socios. "Solo una vez nos dieron una ayuda puntual que no se ha repetido, y no es porque no lo hayamos pedido", apunta. En enero pasado crearon un comedor popular con capacidad de ofrecer tres comidas en el día a decenas de personas gracias a las aportaciones de 424 particulares mediante una campaña de micromecenazgo.

Galbis insta a analizar la situación social en el País Valencià, "con gente que lo está pasando muy mal y están totalmente abandonados, como la gente mayor, con pensiones de 350 euros y totalmente desatendida".

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