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“¡Viva el feminismo desenfadado!”, dice Ruth Rubio con una sonrisa de oreja a oreja a modo de despedida, después de un encuentro de hora y media con Público en la cafetería del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla, una especie de oasis en la bulla de la ciudad. Rubio es profesora de Derecho Constitucional, pero el enfoque de sus investigaciones es interdisciplinar y no se reduce a compartimentos estancos. Ha viajado por medio mundo a la búsqueda del conocimiento. Su nombre será colocado este verano, junto al de otras mujeres y hombres, en un panel en el Tribunal Penal de la Haya por sus contribuciones teóricas en el campo de la reparación de las mujeres víctimas de crímenes de lesa humanidad. Y el Ayuntamiento de Sevilla le reconocerá la próxima semana con la medalla de la ciudad. Rubio pertenece también a la asociación Economistas Frente a la Crisis, una iniciativa impulsada por un grupo de profesionales de distintas disciplinas, que, “preocupados con la interpretación predominante de la naturaleza de la crisis, su diagnóstico y los principios neoliberales bajo los que la crisis está siendo gestionada, consideran necesario hacer oír su voz en el debate social”, según reza en su declaración de principios.
Es una delicia escuchar a Ruth Rubio. Hace dos años, en el evento El estado de la Unión, organizado por el Instituto Universitario Europeo, estudiantes y autoridades de Florencia, donde entonces era titular de la Cátedra de Derecho Constitucional Comparado, pudieron comprobarlo. Rubio acabó poniendo patas arriba el Salone dei Cinquecento de Palazzo Vecchio en Piazza Signoria, uno de los lugares más solemnes del planeta. Aquí, su discurso completo, en inglés, titulado “Mujeres en Europa y en el mundo”. Y aquí, por escrito, su traducción al castellano:
Discurso de Ruth Rubio en el Salone dei Cinquecento de Palazzo Vecchio en Piazza Signoria, en castellano. by Público.es on Scribd
En la entrevista con Público, Rubio analizó las multitudinarias manifestaciones feministas del 8 de marzo pasado, la Constitución Española desde una perspectiva de género, la sentencia de la manada, la situación de Catalunya, lugar con el que tiene fuertes vínculos porque su madre es catalana, el abandono de las víctimas del franquismo y la escasa, pero creciente madurez democrática que existe en España. Sigue un extracto de la conversación estructurada por temas.
Manifestaciones del 8M y feminismo
“La agenda feminista reta el sistema. No es una lucha sectorial, sino que está poniendo el dedo en alguno de los enormes fracasos como sociedad. Queremos mandar, fijar el rumbo. Tenemos el derecho a ser diosas nosotras también y participar en la creación del mundo, en la definición de las reglas del juego. Esto es maravilloso. Yo no pensé que vería este día. Cuando yo empecé con el feminismo jurídico, ya había muchísimas mujeres luchando, pero ni a nivel social, ni en la academia, conllevaba reconocimiento alguno. Hasta hace muy poco ser feminista era sinónimo de una cantidad de cosas, cada cual peor, y ahora parece que quien no es feminista es el que tiene que justificarse. Poco a poco, ser feminista se está convirtiendo en sinónimo de ser demócrata, de reclamar la condición de ciudadana de pleno derecho para las mujeres y, en definitiva, de creer en los derechos humanos, que es, a fin de cuentas, de lo que realmente se trata. Y esto se está consiguiendo ahora. El 8M me emocionó muchísimo. Estuve en la calle, aquí, en Sevilla, y lloré, porque no me imaginé que iba a vivir esto en mi ciudad. He pasado muchos años fuera. Volver a mi ciudad natal, ver esas calles tomadas por esas mujeres tan jóvenes. Una fuerza incontenible. Esta misma medalla que me da la ciudad no me cabe ninguna duda de que es un reconocimiento al movimiento. Yo he hecho cosas, vale, algunas interesantes, pero sin el 8M, sin el movimiento feminista nunca hubiera sido posible el reconocimiento de la ciudad a mi trabajo, que me honra muchísimo por lo que todos tenemos de pequeña vanagloria o ego, pero sobre todo porque es el reconocimiento a un movimiento. Antes de mí han estado muchas otras mujeres y ahora hay un movimiento de jóvenes fantástico. Y de chicos jóvenes también. Porque esto es de estas cosas que dices: yo no voy a vivir para verlas. Viví un momento parecido una vez que hice un seminario en Beirut, hace bastantes años, cuando pensábamos que Siria iba a encarar una transición democrática en el marco de las olas de la fallida primavera árabe. Participé en un curso de formación a abogados y abogadas para que supieran introducir en la nueva constitución una perspectiva de género. Recuerdo verme ahí entre hombres sirios, algunos de los cuáles tenían más de 60 años, haciendo sus ejercicios en la pizarra, escribiendo en árabe y lanzando sus ideas de cómo introducir la perspectiva de género en la nueva constitución siria. Y yo diciendo: esto no me está pasando a mí. Es una película y yo soy espectadora. Claro, que te pase eso en Beirut es una cosa, pero que tengas una sensación de ‘esto no me esta pasando a mí’ en la calle Imagen, donde normalmente ves esas aglomeraciones al paso de la Macarena o los Gitanos, es otra historia”.
Causas del éxito del 8M
"La agenda feminista reta el sistema. No es una lucha sectorial, sino que está poniendo el dedo en alguno de los enormes fracasos como sociedad"
“Hay una confluencia de factores. Es un momento global. No nos olvidemos de la famosa marcha de Washington. Era una marcha de protesta que siguió a la elección de Trump. Ahí ya hubo un movimiento de mujeres que desbordó cualquier expectativa. Hay un momento de hartazgo general. Estamos hablando de unos tiempos en los que un Strauss-Kahn, un Berlusconi, un Trump pretenden reunir con impunidad en una misma persona la condición de líder político de una gran potencia y depredador de mujeres. Eso es un insulto a una ciudadanía de mujeres a estas alturas de la película. Y ahora están las redes sociales que son un instrumento que nos facilita lo que las mujeres hemos hecho toda la vida, ayudarnos unas a otras, tejer redes sociales, desde siempre, entre otras, porque hemos sido las encargadas de la reproducción y del cuidado y dependemos de esas redes. Ahora existe una capacidad de formar plataformas políticas a base simplemente de voluntad y desde cualquier lugar, sin desplazarse, que no había antes. Y ya no nos sabemos solas, sino que somos parte de un movimiento de sororidad a escala global. También está la crisis que ha sacudido a la gente joven. Es que tienen muy poco que perder, es que realmente lo que les estamos dejando da pena. Y encima que aún sucedan cosas como el caso de La Manada. Pues, la verdad, ¡toma las calles!”.
Democracia y cultura democrática
“Una cosa es vivir en democracia en el sentido de que tengamos elecciones periódicas, una Constitución, separación de poderes y derechos fundamentales, pero la cultura democrática es otra cosa. Y sus manifestaciones son múltiples. Se nota en si la sociedad civil está organizada o no, en si la sociedad civil ejerce su derecho de protesta o no, pero también en si los alumnos son receptivos al pensamiento crítico y se atreven a cuestionar la autoridad del conocimiento. Se nota en los modelos educativos. Y en muchas más cosas. El legado del autoritarismo, del patriarcado y de la dictadura es enorme. Y por eso, esa cultura democrática tarda mucho más tiempo en permear. Al mismo tiempo, observamos a nivel europeo y a nivel mundial enormes regresiones. Se está produciendo una confluencia en el tiempo entre una madurez democrática cada vez mayor de la sociedad civil en muchos países y ciertas regresiones brutales. Hablo de Orban en Hungría, de Trump en EEUU y lo que representan esas dos figuras. Ese choque entre ese mayor grado de toma de conciencia y de madurez democrática, por un lado, y regresiones y gestos muy grotescos propios del antiguo régimen, por decirlo de alguna forma, por otro, está generando muchas de estas chispas, de estas eclosiones".
El caso de La Manada
“Se mezclan muchas cosas ¿Quién ha hecho la ley? El hombre, de siempre. Y ¿quién la ha interpretado? El hombre, de siempre. Y ¿quién la ha aplicado? De siempre, el hombre. En mi curso de derechos fundamentales, en la primera lección, les presento el Tribunal Constitucional y nos vamos a la página web y vemos cuántos hombres y cuantas mujeres hay, quiénes son, qué han hecho antes de llegar al Tribunal. ¿Creen que la composición hace diferencia en términos de las sentencias que va a dictar el TC?, les pregunto a los alumnos. Y muchas veces, cuando vamos viendo sentencias concretas, vuelvo a esa pregunta. La interpretación de la norma es siempre una labor creativa. La interpretación está inevitablemente mediada por las vivencias personales de cada uno, por nuestras experiencias, por nuestra ideología y nuestra composición del mundo que inevitablemente influyen en cómo vemos la realidad. Eso es inevitable. Vivimos en la ficción de que la norma está ahí y tiene un contenido inequívoco y de que el juez es un aplicador neutral. Pero las normas llevan el ADN de su creador y se prestan a un abanico de posibles interpretaciones y el juez nunca puede ser un aplicador neutral. Si esto no fuera así, no habría votos disidentes, ni cambios de doctrina. Todos los jueces opinarían igual. En un asunto así, hace diferencia la ley misma y quiénes la interpretan. Pero lo interesante del fenómeno es que en nuestro país representa un hito histórico. La ciudadanía echada a la calle protestando por una sentencia. En España no teníamos esa experiencia. Qué momento tan interesante de inflexión. La sentencia, la reacción popular, la ocurrencia del ministro Catalá de nombrar una comisión de composición mayoritariamente masculina para estudiar la reforma de los delitos sexuales, nuevamente la reacción de protesta, y, por fin, ¡a corregir el error! Es justo el momento del cambio. Si no lo fuera, al ministro no se le pasa por la cabeza primero proponer una comisión de hombres, ni luego, inmediatamente recular”.
La respuesta de los jueces a la sentencia de La Manada
“Independencia judicial, sí, pero el poder judicial está sujeto a la Constitución y a las normas internacionales de derechos humanos y si en su actuación el poder judicial descansa sobre una visión de los hechos llena de estereotipos de género está vulnerando convenciones internacionales y la Constitución Española. Entre la independencia y la arbitrariedad hay una línea. Me parece fantástico que la ciudadanía les esté mirando y que si cometen grandes excesos la gente proteste. El juez es independiente en el caso concreto, pero el poder judicial también depende en última instancia de esa legitimidad social, de que la gente le reconozca su autoridad y no solo su poder, de que su actuación sea y parezca efectivamente imparcial. Es una señal de madurez democrática que la ciudadanía le pierda el miedo a los jueces. Respeto al trabajo bien hecho, sí, pero también que se pierda el miedo reverencial a sus señorías. Porque todo lo que nos haga sentirnos impunes en el ejercicio del poder, sea de la índole que sea, es una invitación al abuso de poder o, cuanto menos, a su ejercicio de forma negligente. Hay un momento de pérdida de inocencia. Le vamos poniendo rostro a la justicia. La justicia no es, como desde tiempos clásicos se la representa, la señora con los ojos vendados en señal de su imparcialidad. La justicia tiene cuerpo, tiene rostro y cuando se le ve el cuerpo y el rostro se entienden a veces algunas cosas que de otra forma no se entenderían”.
Su nombre en el tribunal de La Haya
“Veremos a ver. Es una iniciativa que parte de una organización, Women’s Caucus for Gender Justice, con gran impacto en la redacción del Estatuto de Roma y en el litigio ante la Corte Penal Internacional, y que se plantea ahora hacer un homenaje colectivo a las personas que han luchado por la justicia de género en la lucha contra la impunidad por los crímenes de lesa humanidad en situaciones de conflicto. Tuve una pequeña contribución. ¿En qué medida y de qué forma se podía incorporar una lectura de género a la reparación? Es decir, cuando nos planteamos el daño ¿Tiene sentido plantearlo desde una perspectiva de género? ¿Supone el mismo tipo de daño el que se deriva para hombres y mujeres de las mismas violaciones de derechos? ¿Marginamos, a la hora de establecer prioridades, las vulneraciones y los daños que afectan de forma especial a las mujeres? ¿Qué formas de reparación tienen sentido para las mujeres y para los hombres? Por ejemplo, pensemos en la reparación simbólica: el mundo está lleno de monumentos fálicos que conmemoran y homenajean a todo tipo de hombres y sus hazañas, pero rara vez nos hemos parado a pensar en el sentido y formas de conmemoración de y para las mujeres, en si conectamos con ese hombre a caballo o con esa columna o pirámide y si nuestras hazañas son debidamente visibilizadas. Hay experimentos en este sentido. Hay otras formas más horizontales y colectivas, menos verticales e individualistas de conmemorar eventos. La reparación a las víctimas con perspectiva de género era una cuestión que no se había abordado de forma profunda hasta el momento. Y me aventuré desde la ignorancia, que es muy osada. Venía con mi bagaje del derecho público y de estudios de género, pero no tenía un bagaje especialmente fuerte en justicia transicional y mucho menos en esto de la reparación. Pero durante mis años en Nueva York se presentó la oportunidad de liderar un proyecto de investigación y me animé precisamente porque había muy poco. Si hay muy poco y eres sensata y creativa, me dije, puede salir algo bonito y, efectivamente, fue así. Tuve la oportunidad de hacer un trabajo teórico basado en una amplia base empírica. Había fondos para encargar casos de estudio, en varios países incluyendo Marruecos, Sudáfrica, Guatemala, Perú, Timor Oriental o Ruanda, entre otros. Llegué a intervenir en algunos procesos. Y ahora quieren reconocer mi contribución teórica, de la misma forma que quieren reconocer la contribución de otros académicos y académicas, de abogados, jueces, incluso de víctimas que salen de forma anónima para preservar su intimidad, y de la misma Angelina Jolie y el entonces secretario de asuntos exteriores británico William Hague, quienes, en 2015, organizaron una exitosa cumbre mundial sobre la violencia sexual como arma de guerra”.
Ni verdad, ni justicia, ni reparación
“España me produce mucha tristeza. ¿La transición española fue un éxito? Permitió que dejáramos de matarnos. En ese sentido fue un éxito, que vendimos por el mundo, además. Cada transición es siempre un proceso de compromiso político que tiene que tener en cuenta las circunstancias particulares. La transición española tuvo grandes méritos. Y aún así, vista con los estándares de hoy en día sí tiene muchos cabos sueltos. Lo que me llama más la atención no es cómo se hizo la transición entonces sino la resistencia que sigue habiendo hoy en día a que esa labor se acabe bien. ¿Por qué no se puede completar lo que se hizo? Y en ese sentido, efectivamente, el hecho de que sigamos mereciendo la críticas de la ONU, por nuestra renuencia a dirimir responsabilidades es muestra de ello. La guerra civil española está probablemente entre los conflicto bélicos internos más estudiados a nivel mundial y el franquismo también lo ha sido, pero lo que no ha habido en España es una Comisión de Reconciliación, una Comisión de la Verdad, que consiste no solo en esclarecer hechos, dónde están los desaparecidos, qué pasó, quién mató a quién, sino en llevar a cabo un trabajo que permita llegar a un grado mínimo de consenso, de lectura compartida de lo que nos pasó y de nuestra historia, a nivel de sociedad civil. Eso nos ha faltado. En ese sentido, seguimos teniendo las dos Españas. Tenemos una Ley de la Memoria que ha llegado tarde, tarde y pobre, sin la dotación presupuestaria suficiente. Cada vez que hay que cambiar el nombre de una calle, o quitar una estatua, hay que hacerlo por la noche para que no se monte una bulla. Eso te demuestra que no hay un consenso a nivel social como el que se ha logrado en otros países como Alemania donde colectivamente se reconoce y se condenan los abusos del pasado. Mire usted, esto fue una barbaridad y estamos todos colectivamente abochornaos de que esto se hiciera y se hiciera en nombre del Estado español, ese es el tipo de reconocimiento que falta.
“Y en reparación se ha hecho muy poco también. Pensiones que para muchos llegaron tarde y de forma desigual. En mi experiencia y en mi trato con las víctimas he llegado al firme convencimiento de que lo más importante para la reparación de las víctimas es el reconocimiento. Puedes dar una indemnización, pero si esa indemnización no va acompañada de un reconocimiento por parte del Estado de los derechos lesionados y el daño producido que sirva también para limpiar el nombre y rehabilitar a las víctimas, no sirve para nada. El concepto mismo de reparación tiene en su base el reconocimiento del Estado. No el de mis compañeros de batalla, ahora organizados en colectivos de la sociedad civil. No. El del Estado, que reconoce y se disculpa y que por supuesto pone los medios para la reparación integral. Así que lo que estamos viendo es un proceso de auto-reparación de las víctimas que es un oxímoron. Es la sociedad civil la que está poniendo el empeño y la energía para sacar esto para adelante. La exhumación de cadáveres es lo mínimo, que una persona pueda tener la tranquilidad de saber dónde están los restos de sus antepasados y darles sepultura, la que estime oportuna. Que a esto todavía no se le haya dado la importancia que merece por parte de ningún gobierno de la democracia es bochornoso, porque tampoco me vale una ley si no lleva un presupuesto de la mano”.
“Todo esto, además de ser algo que nos debe de avergonzar, explica parte de las dinámicas políticas de este país, donde los adversarios políticos son considerados auténticos enemigos, porque lo que haces con el enemigo es anularlo, no debatir con él, para que no te anule a ti. La idea de un frente común en situaciones o momentos puntuales es impensable. Tú tienes una agenda política, yo tengo otra, pero a lo mejor hay algunos puntos en los que coincidimos y que conviene priorizar, al menos en determinados contextos. Esa es la lógica de decir yo tengo un adversario, pero no un enemigo. La polarización política que vivimos tiene mucho que ver con la democracia mal suturada y mal acabada en este país”.
Catalunya, España (I). El encaje de un referéndum constitucional
“Ai, què farem? Soy hija de catalana. Mi madre es catalana. Vive en Sevilla. Soy el caso contrario al de tantos otros. Mi padre vino a Sevilla a hacer las milicias, se enamoró de este lugar, empezó a trabajar en el estudio de Aníbal González, y se trajo a mi madre engañada para acá. Mi padre, burgalés. Yo soy hija de castellano y catalana, plural como la España misma”.
“La Constitución reconoce el principio de la indisolubilidad de la nación, que es algo común en las constituciones. Las hay, pocas, pensemos en Liechtenstein o Etiopía, que sí reconocen el derecho a la autodeterminación que pueda llevar a la secesión de parte de su territorio, pero es algo extraordinario, lo normal es lo contrario, y muchas tienen incluso cláusulas de intangibilidad que no permiten que se atente contra la integridad territorial del Estado. Tenemos el artículo 92 de la Constitución que prevé el referéndum consultivo, pero tampoco es la vía obvia para este tipo de consultas, pues está previsto para consultas ciudadanas generales. Pero esto no es un problema de ingeniería constitucional, porque, con reforma light o reforma agravada, la Constitución se podría reformar y que se lograra sería señal de madurez constitucional. Y se puede reformar el artículo 92 y el artículo 2 y lo que haga falta reformar para proveer la posibilidad de un referéndum. El problema es de otra naturaleza. Es político. Se han dejado llevar las cosas a un punto que parece que es un punto de no retorno, donde hay responsabilidades compartidas. Normalmente, por poner un ejemplo, en los Estados plurilingües se opta entre un régimen territorial, es decir, cada lengua en su territorio y un régimen personal, es decir, reconocemos que el Estado tiene varias lenguas oficiales y vayamos donde vayamos todos los ciudadanos tenemos derecho a ser atendidos en la lengua oficial de nuestra elección. Bélgica como ejemplo de lo primero, Canadá como ejemplo de lo segundo. El nuestro es un sistema híbrido que reconoce el castellano como lengua hegemónica del Estado y a su vez ciertas lenguas cooficiales cada una dentro de su ámbito territorial. Ese sistema genera tensiones y asimetrías. Ya en 1998 escribí defendiendo la necesidad de un mayor uso del resto de lenguas que son, según dice la Constitución, patrimonio y riqueza lingüística colectiva por parte de las instituciones del Estado que es de todos. Tiene que haber más reconocimiento de esa diversidad. Porque si no lo haces, generas un incentivo para que las instituciones territoriales propias sean el único lugar donde se afirme la identidad de los colectivos que, a nivel Estatal, están en situación de minoría. Me sorprende la falta de debate profundo y popular de estas cuestiones y el grado de desconocimiento que tienen mis alumnos sobre el tema de las lenguas. Ignoran por ejemplo que mi madre es Juana, y no es Joana, en el DNI porque bajo Franco en tu DNI no podías poner Joana”.
“Es decir, no ha habido un esfuerzo deliberado de construir un patriotismo español celebratorio de la diversidad y de la riqueza de sus pueblos, un patriotismo cívico, constitucional y plural. Hemos dejado que el nacionalismo y el patriotismo español siguieran siendo patrimonio de un sector reaccionario y continuaran asociados a lecturas represoras, reaccionarias e incluso franquistas. Y así se ha llegado a una situación polarizada de la que ahora es muy difícil salir, porque cualquier intento de afirmar un patriotismo/nacionalismo español inclusivo nos resulta sospechoso y parece llegar tarde. Los desmanes que se están produciendo por el otro lado, empeñado en el posibilismo de su ficción, nos llevan a un sinsentido. Me temo que estamos en una especie de choque frontal de trenes y que los actores políticos actuales ya se han quemado. Si hay una vía de salida, no va a pasar por los interlocutores que tenemos ahora. No va a pasar por quienes ya están señalados en un sentido y en otro, porque cada uno tiene ya un interés político y personal en su carrera como para que las soluciones que aporten sean soluciones que realmente sirvan para salir de la situación”.
Catalunya, España (II). El desgarro profundo
“Tengo familia y tengo primos que no se hablan. El daño que esto le está haciendo a la sociedad catalana es tremendo. Esto va a durar muchísimo tiempo. Y además son energías políticas que no se están invirtiendo en el cambio climático, en la educación, en la desigualdad creciente, en el machismo persistente y rearmado, en la precariedad laboral, en todos esos enormes retos sociales que tenemos. 40 años de dictadura y ahora ¿cuántos años vamos a tener de crisis de gobernabilidad? Yo lo vivo como una auténtica desgracia. Y siento cansancio, porque además no veo la salida. ¿Cuántos debates no estamos teniendo? ¿Cuántas agendas políticas se están aprovechando para desplegarse ‘ahora que nadie nos ve’? No nos tenemos que inventar un enemigo externo. Eso al que está en el poder le permite seguir avanzando mientras tiene a la gente entretenida en estos temas que suscitan tanta pasión. Tenemos el juego servido con nosotros mismos y nuestras rivalidades internas”.
“El tema esta judicializándose en exceso y eso resta autoridad. Vamos a ver, donde contamos con la autoridad y la legitimidad del orden jurídico, ¿qué necesidad hay de hacer un despliegue de fuerza y meter a todo el mundo en la cárcel? Eso no nos puede ayudar. Eso resta autoridad, porque parece querer compensar con fuerza lo que pareciera una escasez de argumentos. La solución tiene que pasar por algún tipo de debate político. Hablamos de una sociedad, la catalana, profundamente dividida por mitades. Cualquier idea de que esto se va a resolver simplemente con y dentro de lo que dice hoy la Constitución, es una ficción. Mire, la Constitución descansa sobre la voluntad de Constitución, sobre que haya un reconocimiento popular y generalizado de la legitimidad de la Constitución. Si hay una parte importante del Estado que no la reconoce, la Constitución no va a resolver el problema. Esto no es una pequeña norma que si usted no se la cree yo se la impongo. Por lo tanto, esta vía es imposible. ”
La Constitución está viejita. Una visión feminista
“La Constitución española ya se está quedando viejita. Siempre miro a ver qué hacen otros países porque hay que tener la modestia de saber hacerlo. Y veo que, por ejemplo, en la Constitución de 2008 de Ecuador, entre los deberes de los ciudadanos, además de los clásicos, está reconocido el deber de cuidado de los ciudadanos y el reparto igual del trabajo doméstico. Eso es bastante revolucionario porque rompe con la consideración tradicional de que los deberes que había que articular en la Constitución eran los del varón ciudadano, porque los de la hembra eran los de la reproducción y cuidado en la esfera doméstica y esos simplemente se presuponían. Más allá de que luego Ecuador tenga un grado u otro de madurez democrática, y de que estas cláusulas constitucionales se lleven o no a la práctica, son expresivas de cambios culturales y nos hacen ver que en términos de ingeniería constitucional hay cosas muy interesantes para nutrir el feminismo constitucional.
Tenemos también pendiente todo el tema de los derechos reproductivos. Toda la jurisprudencia que tenemos gira en torno a la vida del feto. Oiga, ¿Y qué hay de la mujer embarazada como sujeto constitucional de derechos? Eso no está en nuestra Constitución. Tampoco la paridad que, a diferencia de otros países, sólo aparece en nuestras leyes. Que se incluya España como democracia paritaria y la paridad como rasgo definitorio de nuestro sistema político. Y tenemos pendiente el propio lenguaje de la Constitución, que es obra de sus tiempos y por supuesto no fue redactada pensando en un lenguaje inclusivo y sus implicaciones políticas.
Por no hablar del orden de sucesión a la Corona que ni menciono de puro obvio. Es algo sobre lo que hay amplio consenso pero como la reforma constitucional está secuestrada, no se ha podido modificar. Si la monarquía es algo, es un símbolo y que sea un símbolo patriarcal no es de recibo. Por lo tanto, habría muchísimas posibilidades de reforma y de innovación. En 40 años han pasado muchas cosas, y ha habido muchas revoluciones. Tenemos el matrimonio igualitario que también merecería reflejo en nuestra norma básica. El elenco de causas de discriminación debiera incluir hoy en día no solo el sexo, sino también la orientación y la identidad sexual y de género. Tenemos colectivos transgénero e intersexuales, que están dando luchas y hay avances, pero, a nivel constitucional, siguen invisibilizados. Hay mucho campo para la reforma y un creciente cuerpo de constitucionalistas feministas, hombres y mujeres, con muchas propuestas innovadoras esperando en un cajón”.
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