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Una "montaña de dinero", una venganza y el rugby de Nueva Zelanda: la historia de cómo llegó el kiwi al Baztan

En los años 80, las plantaciones de kiwi proliferaron en España. Según una leyenda urbana, en el valle del Baztan, la fruta llegó tras la ocurrencia de un jugador de rugby invitado a un intercambio entre Nueva Zelanda y Navarra fomentado por el seleccionador nacional español Lino Plaza.

Familiares y amigos de Lino Plaza en plantaciones de Elizondo.
Familiares y amigos de Lino Plaza en plantaciones de Elizondo. Cedida

Roger Mahan rozaba la treintena cuando pisó España por primera vez a finales de los años 70. Viajaba con su amigo Jim, también neozelandés, en lo que denomina como "ruta de los fracasos". Con 30 dólares en los bolsillos, se instalaron en Madrid, donde impartirían clases para una conocida academia de inglés, y en su primer día en la ciudad se plantearon una misión que consideraron imprescindible: encontrar un estadio de rugby.

Los obstáculos del idioma les llevaron equivocadamente al Vicente Calderón, donde se gastaron lo poco que tenían en ver su primer partido de fútbol, pero en el segundo intento afinaron la estrategia pidiendo direcciones con el dibujo de un balón de rugby. Llegaron al Campo Central de la Ciudad Universitaria y, al presentarse como neozelandeses, no tardaron en verse frente a un entrenador cuyas únicas palabras al parecer fueron: "Training, tuesday".

El hombre parco en palabras era Lino Plaza, a la postre leyenda del rugby español, que por entonces llevaba ya dos décadas en la capital procedente del Valle de Baztan, en Navarra. Su hermana Jone recuerda a Público que a Lino le gustaba el rugby "porque además de sano, era un deporte noble y no estaba tan contaminado como otros". Y Mahan, en conversación con Público, añade: "Cuando llegamos a Madrid, lo era todo en el club Arquitectura. Un Dios. Aún lo es".

La amistad que se forjó entre Mahan y Plaza aquel día fue la semilla de uno de los logros menos conocidos de Plaza y de una pequeña leyenda urbana del Baztan según la cual el origen de los cultivos de kiwi en el valle estaría en el rugby. Durante años, Plaza, que fue jugador, árbitro internacional, entrenador, directivo y seleccionador nacional de rugby, organizaba concentraciones en la localidad de Lekaroz para que jugadores neozelandeses enseñasen a mejorar a los locales. Y cuentan que en uno de los descansos de una de las concentraciones, un jugador de Nueva Zelanda comentó que la tierra de Baztan parecía adecuada para cultivar el kiwi.

Más de tres décadas después, Navarra y País Vasco tienen 133 hectáreas de plantaciones de kiwi que, según datos del Ministerio de Agricultura, producen 1.078 toneladas de fruta al año. Cifras que están muy lejos de las de Galicia, comunidad líder que concentra más de la mitad del total de las hectáreas dedicadas a este cultivo con una producción de casi 18.000 toneladas.

Sentado en una terraza del barrio madrileño de Chamartín, unos amigos de Mahan se refieren a él, en declaraciones a Público, como "el hombre que trajo el primer kiwi a España". Pero él lo matiza: "Quizás el primero fue Carlos del Río, que tenía una plantación pasando el río Tui, en la frontera con Portugal". Allí un día de 1969, Del Río le dijo a su mujer que iba a experimentar con "un fruto parecido a una patata con pelos", y gracias a la inversión del fundador de Pescanova, José Fernández López, plantó 100 ejemplares en la localidad de Gondomar, Pontevedra.

Familiares y amigos de Lino Plaza en plantaciones de Elizondo.
Familiares y amigos de Lino Plaza en plantaciones de Elizondo. Cedida

Por aquel entonces, el kiwi se exportaba a Alemania por 100 pesetas la pieza, lo cual desató una fiebre del oro de la que se aprovechó la empresa de los gallegos Del Río y Fernández, por entonces la única vía posible para adquirir semillas o plantas. En 1981, un estudiante llamado Vicente Villar se plantó en Francia para conseguir un ejemplar. Tiempo después rememoraba así su éxito a la periodista Carmen Pérez-Lanc, de El País: "Como venía de Nueva Zelanda, parecía algo retorcido, complicado; pero en Francia había plantaciones. Encontré un vivero, volví a casa y en invierno me traje dos tráileres con 7.000 plantas, de las que vendí unas 5.000. Yo abrí el mercado del kiwi a todos los mortales". Un año más tarde, en el 82, Carrefour estrenaba la venta de kiwi a un precio de entre 99 y 125 pesetas la pieza. La empresa que fundó Villar, Kiwi Atlántico, es hoy la mayor comercializadora de kiwi de España.

El kiwi llegó a los hipermercados el año que España albergaba el Mundial de fútbol. A Mahan lo contrataron como manager de la selección de fútbol de su país y recibió una petición del comité para seleccionar una planta que representara a Nueva Zelanda en lo que hoy es el Jardín del Mundial frente al Bernabéu. La petición la atendió Plaza, que eligió lino de Nueva Zelanda o formio, y que en lugar de poner una placa en honor a las autoridades del país o el embajador de turno, se quedó con el descriptivo "Lino". "Era 100% vasco", dice de él Mahan, "no tenía tiempo que perder".

En aquella época, Mahan compaginaba su afición por el rugby y sus entrenamientos con Plaza con la importación de langostino australiano, pescado de Nueva Zelanda, y, por supuesto, kiwi. Su objetivo era convertirse en representante local de los mayoristas de su país, porque España era y es uno de los mayores consumidores de kiwi de Europa, con casi 2,7 kilogramos por persona y año. "Pero cuando todo estaba casi cerrado", explica "cogieron a otro".

Fue entonces cuando su amigo Lino le propuso convertirse en productor. Y hacerlo en el valle del Baztan. Según Mahan, el famoso jugador de rugby de la leyenda urbana podría ser él mismo, pero el mérito sería del baztandarra Plaza, que vio la oportunidad antes que él. "Lo mío fue una venganza contra los mayoristas", ríe.

En una comida, a la izquierda, Roger Mahan; y en el fondo, Lino Plaza.
En una comida, a la izquierda, Roger Mahan; y en el fondo, en el centro, Lino Plaza. Cedida

El de Nueva Zelanda tenía dudas de un microclima atlántico que tanto se evoca en la literatura y en el que además del kiwi hoy es posible ver palmeras y otros elementos habituales en el Trópico. "Me parecía que estaba demasiado cerca de los Pirineos y que el frío sería demasiado fuerte", recuerda. Se animaron a empezar en el 82, año en el que precisamente una inusual nevada cubrió las primeras plantaciones haciendo que los emprendedores se temieran lo peor. Al contrario, las plantas sobrevivieron y dieron como resultado los kiwis más dulces que Mahan había probado hasta el momento. "Cuando lo contaba en Nueva Zelanda no lo creían".

A la aventura se incorporó también como socio Miguel Mindegia, que recuerda que los jugadores de rugby que se concentraban en Lekaroz, así como los técnicos a los que Mahan invitó de Nueva Zelanda a Baztan, decían: "Estáis viviendo en una montaña de dinero y no os dais cuenta".

Sin embargo, la implantación en el valle no fue del todo fácil. Mindegia recuerda discusiones en el bar porque el fruto no fuese típico de la zona y tuvieron más éxito con el asesoramiento en la creación de plantaciones y con la comercialización en toda la costa cantábrica que con la producción hiperlocal. "Se podía haber hecho más", sentencia.

El testigo pionero de Kiwi Baztan lo llevan hoy Maite Urroz, Lander Sagaseta y Joseba Zarratea a través de la empresa de producción ecológica Kibbi. Urroz explica que en Navarra, al contrario que en Galicia, las parcelas son pequeñas y compartimentalizadas y las grandes se destinan habitualmente a la ganadería. Se trata además de una zona con poca mano de obra disponible por industrias como la de Arcelor o la abundancia de oportunidades en la hostelería. "Hay mucho apego a la tierra y dedicarla a algo diferente les parece que es desprenderse", explica al teléfono. "Pero con cuarenta años de historia esto también puede ser tradicional".

La nueva tradición habría empezado, en palabras de Mahan, con un viaje en honor a los fracasos. Una travesía que terminó dando frutos gracias a una improbable amistad entre navarros y neozelandeses forjada en el rugby, aupada después a una especie de leyenda urbana hoy matizada por Mahan. Una curiosa nota a pie de página hiperlocal en la historia de una fruta, como todas y todo en la agricultura -y por extensión en la vida-, relacionada con migrantes y viajeros; emprendedores y aventureros; y, también, alguna que otra pelea.

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