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Minería submarina: avaricia frente a biodiversidad

Las compañías mineras están decididas a explotar la luz verde que ha dado Noruega para excavar en el fondo marino en sus costas árticas. Su impacto podría devastar frágiles ecosistemas y la salud global del océano.

Activistas de Greempeace protestaban el pasado 3 de diciembe de 2023 ante el MV COCO, un barco minero de The Metals Company en el Pacífico.
Activistas de Greenpeace protestaban el pasado 3 de diciembre de 2023 ante el MV COCO, un barco minero de The Metals Company en el Pacífico. Martin Katz / Greenpeace

"Sabemos muy poco sobre su impacto potencial. Son necesarios más estudios científicos y mayor regulación. Abrir una mina en el fondo del océano significa usar enormes máquinas perforadoras que expulsan gigantescos penachos de lodo tóxico que pasan a las corrientes marinas y, con ellas, más allá de los ecosistemas locales", explica a Público el científico finlandés Simon Holmström, director del área de Minería submarina en la organización ecologista Seas at Risk.

Pero no solo eso, el daño afectaría a la pesca, a la salud alimentaria, al almacenaje de dióxido de carbono en el océano –que actúa como un gran sumidero–. "Su impacto puede ser devastador para la salud del mar y a la estabilidad climática a nivel global", recalca Holmström.

Son algunas de las razones por las que el pasado 6 de febrero el Parlamento Europeo aprobó una resolución –523 votos a favor y 34 en contra– donde pide que se detengan los planes de explotar el fondo submarino por el momento y que aplique el principio de precaución.

Una petición a la que con anterioridad se habían sumado 24 países de todo el mundo. Entre ellos, España, que inauguró de esta manera su derecho al voto en el Consejo de la International Seabed Authority (ISA) en febrero de 2023.

Noruega quiere liderar el extractivismo oceánico

La resolución llega después de que Noruega aprobara el comienzo de las prospecciones comerciales en una extensión de 280.000 kilómetros cuadrados en sus aguas nacionales del Ártico. Por eso, Holmström califica la resolución como un "duro golpe" a este país escandinavo: "Este mensaje pone un estigma necesario en la minería del océano profundo y apoya la campaña a favor de una moratoria".

¿Por qué precisamente Noruega ha sido el primero en aprobar la minería submarina en sus costas? La razón que da su Gobierno es que "el mundo va a necesitar más minerales –para baterías y todo tipo de aparatos electrónicos– y es interesante que se produzcan aquí", contesta a Público la noruega Haldis Tjeldflaat Helle, directora de la campaña de minería submarina en la sección nórdica de Greenpeace.

Sin embargo, y aunque lo miremos solamente desde el punto de vista de los beneficios económicos, esta experta opina que "no es una justificación muy realista en el presente, ya que es una industria muy poco desarrollada todavía, no tenemos todavía la tecnología necesaria para que la producción industrial sea verdaderamente rentable. Para eso harán falta todavía entre 15 y 25 años más".

Noruega es el mayor productor de gas y petróleo del Espacio Económico Europeo

En principio, podría chocarnos que un país tan teóricamente avanzado en cuestión de derechos humanos y protección del medioambiente como Noruega haya dado este paso. Pero tampoco es algo tan sorprendente: estamos hablando del mayor productor de gas y petróleo del Espacio Económico Europeo. "No solo no han reducido la extracción de combustibles fósiles, sino que están explorando nuevas prospecciones", denuncia Helle.

Supone, además, una amenaza para su segunda industria más floreciente: la pesca. "No sabemos cómo se verían afectada. Aún faltan más estudios sobre el posible impacto en los ecosistemas y la salud alimentaria", recalca Halle.

Carrera por la codicia

Por el momento, son tres las compañías, pequeñas start up, interesadas en solicitar el permiso para empezar a cavar en el lecho oceánico ártico. Lo que buscarían serán manganeso y sulfato de níquel y de cobalto, "compuestos cuya extracción precisa de una tecnología muy invasiva para las especies y que implicaría excavar kilómetros cuadrados del lecho submarino".

The Metals Company ha anunciado su intención de iniciar las prospecciones en 2024

Empezamos a tener algunas pistas de lo que este impacto podría significar. El año pasado, un estudio del National Oceanography Centre de Southampton (Reino Unido) se topó con una explosión de biodiversidad en la zona del Pacífico, a más de 4.000 metros de profundidad, donde planea minar The Metals Company.

Resulta que esta compañía canadiense, una de las más agresivas en su sector, ha anunciado su intención de iniciar las prospecciones en 2024, sin esperar a que la comunidad internacional haya redactado un código de conducta para ello. Algo que Greenpeace trata de impedir con acciones en alta mar: "Queremos evitar que obtengan los últimos datos de investigación que necesitan para conseguir ese permiso", nos dice Helle.

Especies aún desconocidas podrían extinguirse

Su objetivo es un área conocida como Clarion-Clipperton Zone, que ocupa casi lo mismo que toda Europa Occidental. En ella, entre 5.000 y 6.000 especies, muchas de ellas nuevas para los científicos, conviven con una golosa reserva de metales útiles para fabricar componentes electrónicos: manganeso, cobre, cobalto, níquel, titanio, zinc y minerales de tierras raras.

La minería podría provocar la destrucción irreversible de ecosistemas

No es difícil comprender que, en el océano profundo, donde la vida ocurre muy despacio y sin grandes disrupciones, una actividad agresiva como la minería podría provocar la destrucción irreversible de ecosistemas ya de por sí delicados y la extinción de especies aún por conocer.

Son amenazas que igual nos resultan lejanas y ajenas si vivimos inmersos en una ciudad, o lejos de la costa. Sin embargo, no es así. "Detener la destrucción medioambiental a gran escala de los océanos es crítico para asegurarnos el sustento el día de mañana. Necesitamos tener pescado no contaminado, un clima estable y mares sanos que poder disfrutar", nos responde Holmström.

No olvidemos que el océano absorbe alrededor de un 30% del dióxido de carbono generado por nuestra civilización. También provee alimento para 3.200 millones de personas en todo el mundo. Y alberga entre el 60 y el 80 por ciento de todos los seres vivos del planeta.

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