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Un ladrón con gabardina y miles de euros en hurtos: el hombre que saca de quicio a las librerías de Barcelona

El próximo 15 de octubre, la librería Fahrenheit 451, situada en La Barceloneta, lleva a juicio a un hombre al que acusan de haberles robado 1.500 euros en libros. No es la primera vez que el gremio tiene problemas con este ladrón que lleva actuando desde hace años y que se distingue por un 'modus operandi' de lo más singular.

Interior de la librería Fahrenheit 451.
Interior de la librería Fahrenheit 451. Cedida por los propietarios

Dicen los que lo han visto actuar que siempre va bien vestido. Zapatos oscuros, pantalones anchos, camisa. En ocasiones, una americana; normalmente, una gabardina. Dicen que se balancea sin prisa de una estantería a otra, que pregunta a los dependientes, que sonríe, que es educado. Que lleva un periódico debajo del brazo, y que pide amablemente una referencia de un libro o que le envuelvan otro para regalo. Dicen los que lo han atendido en su librería que no levanta sospechas, que parece de fiar. Que incluso han llegado a considerarlo uno de sus mejores clientes. Hasta que al cabo de un tiempo alguien corre la voz y se dan cuenta que estaban equivocados.

Este 15 de octubre, la librería Fahrenheit 451, de Barcelona, lleva a juicio a este sujeto, después de que el pasado 3 de marzo unos agentes de la Guardia Urbana lo arrestasen en las puertas del establecimiento y le extrajeran siete volúmenes de los bolsillos de sus pantalones y de su chaqueta. No era la primera vez que robaba, como se iría sabiendo después, tampoco el único sitio en el que lo había hecho, pero, al ser descubierto por la policía, estos hechos llevaron al ladrón a la sala de un juzgado. Tomàs B., como desveló que se llamaba el detenido una investigación de Ser Catalunya, tiene 47 años, acumula ocho antecedentes por hurtos parecidos y es de sobra conocido en comisaría. Aunque su perfil como delincuente, paradójicamente, no sea nada común.

"Durante los meses previos a la detención, estuvo viniendo bastante por aquí", explica Xavier Noya, trabajador de la librería La Garba, situada a 50 metros de la Fahrenheit 451, en el barrio de La Barceloneta. "Era un cliente ejemplar, casi siempre compraba algún libro. No me enteré de lo que en realidad nos estaba haciendo hasta más tarde". Todo empezó a esclarecerse, cuenta Noya, el día que otro lector le pidió un libro de cocina. Cuando fue a cogerlo del escaparate, donde tenía que estar, no lo encontró, así que acto seguido acudió a la sección de cocina. "Mientras estaba buscándolo, me di cuenta que en la sección de al lado, en la que tenemos libros de fotografía, generalmente caros, había muchos huecos entre los ejemplares", relata el librero. "No te diré que me sé todas las publicaciones que tenemos, pero sí más o menos cuáles son las que se están vendiendo, porque nuestra librería es pequeña. Y cuando vi que allí faltaban tantas, me quedé muy parado". Unos días después se resolvería el misterio.

Sergio Lledó, uno de los propietarios de la librería vecina, escribió en un chat de WhatsApp que comparten con otros colegas del gremio pidiendo consejo sobre qué hacer con un cliente habitual que pensaban que les estaba robando. En cuanto describió al individuo, Noya cayó inmediatamente. Era el mismo que él había estado atendiendo. "Quedamos en que la siguiente vez que alguien lo viera en su librería, avisaría a la policía. Y apareció en la Fahrenheit 451, que por eso fue quién lo denunció", continúa. "Nos ha robado 1.500 euros en libros", calcula Lledó. En La Garba, por su parte, estiman que les ha usurpado entre 400 y 500 euros.

"Este hombre, desgraciadamente, es conocido por el gremio desde hace años", expone Marià Marín, secretario técnico del Gremi de Llibreters de Catalunya. La gabardina de Tomàs B., el chaquetón holgado que se coloca encima de un chaleco con el forro abierto en el que camufla su botín, ha transitado como un fantasma por el interior de muchas librerías durante la última década, siempre siguiendo el mismo ritual. Ya en 2014, la prensa recogió que había sido pillado in fraganti llevándose once libros de la librería Empúries, en Girona. El viaje a la vida (Eduard Punset), La marca del editor (Roberto Calasso) o El libro tachado (Patricio Pron) eran algunos de los volúmenes que pretendía quedarse sin pasar por caja. Otros establecimientos barceloneses también han vivido con él episodios similares, como La Carbonera, On the road o La Central. Y librerías como Finestres o Lata Peinada afirman que lo han reconocido entre su clientela en alguna ocasión (desde la Fahrenheit 451 aseguran que extraoficialmente hay constancia de que lleva delinquiendo desde 2004).

"Después de recibir varios avisos, pudimos saber que el hombre que estaba detrás de todos los robos era la misma persona, y pusimos en alerta al resto de tiendas", manifiesta Marín, que aún así añade que se encuentran con muchas limitaciones para pararle los pies, puesto que la mayoría de locales no tienen cámaras de seguridad y que además el saqueador, cuando alguien logra retenerlo, no suele ponerse violento, sino que devuelve los libros, pide perdón y se escabulle por la puerta antes de que al dependiente se le ocurra llamar a la Policía.

"Nosotros también recibimos sus visitas hace un tiempo", apunta Araceli Clares, de la Librería Hispano Americana, cerca de la Plaça Universitat. "Siempre llevaba el mismo abrigo, incluso en verano, y aquello no era muy normal", prosigue, ante de añadir que por lo demás nunca tuvo motivos para sospechar de él, puesto que parecía un señor culto y amable, "sin ninguna pinta de ser ladrón". Ocurrió que, con el paso de las semanas, Clares detectó que había un volumen que se esfumaba constantemente de la estantería; se trataba del Manual de automóviles, de Arias Paz, un clásico sobre automoción que en su momento se vendía mucho. A todo esto, hubo un día en el que aquel hombre dejó de aparecer por allí. Y con los años, al recibir la noticia de que lo habían cazado actuando en otro sitio, la librera ató cabos y pudo explicarse aquellas desapariciones.

Si se hace una lista con todos los libros que le han encontrado en los bolsillos, se llega a la conclusión de que al ladrón no le mueve ningún antojo literario, como sí que sucede con los mangantes bohemios que cruzan las novelas de Roberto Bolaño. El único patrón que se repite en su caso es que los volúmenes hurtados suelen tener un precio considerable o son fáciles de esconder. "Cuando lo descubren", detalla Marín desde el Gremi, "se hace el despistado, o a veces alega problemas mentales, cleptomanía". Público ha intentado sin éxito contactar con la Guardia Urbana para confirmar esa posibilidad.

Sufra o no un trastorno, Marín cree que no actúa por impulsos, que sigue una estrategia: "Si coge un libro que cuesta 18 euros, se lleva diez o doce. Si cuesta 50 euros, uno o dos. Esto no es casualidad. Nunca pasa de los 300 euros en cada robo, y eso lo hace alguien que es consciente que por esa suma puede ahorrarse consecuencias penales más altas". Todos los libreros coinciden en señalar ese factor como uno de las causas de su reincidencia: robar en una librería siempre saldrá más barato ante la ley que hacerlo en otros negocios donde se expongan artículos más caros. Por eso los más afectados reivindican que lo importante es denunciar y engrosar el historial delictivo del caco.

"No tenemos mucha esperanza con el juicio", reconoce Lledó, de la Fahrenheit 451. "No podemos demostrar que nos ha robado todos los libros que no ha robado, porque no tenemos imágenes". Unos meses después de la detención en La Barceloneta, un reportaje del periodista David Cobo en el digital Tot Barcelona dio a conocer que Tomàs B. había vuelto a ser descubierto intentando robar en La Llama Store, de la que escapó como pudo. A la espera del encuentro con el juez, la lista de damnificados sigue creciendo. "El principal problema de los robos en librerías es que en los comercios de segunda mano no hay un control real de la mercancía que les llega. Por más que digan que se hace, no se hace", se queja Lledó, convencido de que el ladrón sustrae los libros para después revenderlos. Los dueños de estos negocios, muchos de ellos situados en el Mercat de Sant Antoni, por su parte, insisten en asegurar que no han tenido contacto nunca con el personaje y que cada vez que adquieren un nuevo ejemplar tienen que hacer constar en un recibo los datos de la persona que se lo ha hecho llegar.

Lo haga por encargo, para trapichear o por cualquier otro motivo, de momento no hay forma de frenar al hombre de la gabardina, un ladrón singular que está logrando sacar de quicio a un sector en el que los robos se habían ido reduciendo a accidentes puntuales. "Sí que hay veces que buscas un libro, ves que lo tienes en stock, no lo encuentras por ninguna parte y ya das por hecho que se lo han llevado", comenta Clares. "Pero encontrarte a alguien con este modus operandi… Esto parece una cosa del pasado. Pero, claro, antes había mucho más movimiento en las librerías que ahora".

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