Este artículo se publicó hace 8 años.
Las heridas de las guerras civiles no se cierran con el perdón
Un nuevo estudio evalúa los efectos de los programas de reconciliación en Sierra Leona y constata que los ciudadanos crean más lazos afectivos públicos y privados, al tiempo que se registran más casos de depresión, ansiedad y estrés postraumático.
Sinc
MADRID.- Las guerras civiles fracturan en dos la sociedad, la economía y la política de los países. Pero cuando cesan los bombardeos, la población tiene que librar una última batalla: la reconciliación. Reconstruir la cohesión social es un proceso largo en la que las conocidas como ‘comisiones de la verdad’ juegan un papel crucial. Sin embargo, con estos procesos aumentan los casos de depresión, ansiedad y los traumas de la población.
Un nuevo estudio, publicado en Science, confirma que la salud mental de los ciudadanos empeora cuando se intenta fortalecer la sociedad desde las instituciones y las organizaciones no gubernamentales (ONG). Los investigadores evaluaron, por primera vez, el impacto de la reconciliación en las víctimas de la guerra civil que asoló Sierra Leona entre 1991 y 2002, causando más de 50.000 muertos.
El programa analizado, Fambul Tok –conversación entre familias en una lengua local– fue diseñado por una ONG del país africano y colocó frente a frente a más de 2.000 personas, entre víctimas y verdugos. Las charlas se desarrollaron durante 2011 y 2012 y sirvieron para que la población expresara sus sentimientos acerca de la guerra y su final, así como para descubrir crímenes de guerra. En estas sesiones, los combatientes pidieron perdón. "Las personas que pasaron por el proceso de reconciliación tuvieron que revivir recuerdos dolorosos", declara a Sinc Oeindrila Dube, profesora en la Universidad de Nueva York (EE UU) y una de las autoras del estudio. "En un caso, un niño tuvo que escuchar cómo su mejor amigo había matado a su padre. Y eligió perdonar a los culpables".
Este estudio es el primero en abordar las consecuencias de las políticas de reconciliación en la salud mental. "Nuestra investigación indica que hablar de atrocidades de guerra puede resultar traumático para las personas afectadas porque rememorar los hechos abre viejas heridas internas”, asegura Oeindrila Dube. "Estos programas no van acompañadas de apoyo psicológico para ayudar a las personas a lidiar con estos recuerdos".
El equipo de investigación registró las actitudes, los efectos psicológicos y la fortaleza de los lazos sociales de 2.383 personas casi tres años después de participar en la ‘comisión de la verdad’ creada una década más tarde del alto al fuego definitivo.
Las charlas facilitaron la reintegración de los excombatientes entre la población y se incrementaron las redes afectivas públicas –asociaciones y actos abiertos de solidaridad con las víctimas– y privadas –aceptación de la guerra y mayor confianza entre miembros de la comunidad–. Además, las personas de estas localidades destinaron más recursos económicos para la reconstrucción de escuelas y hospitales. Sin embargo, los beneficios en el conjunto de la sociedad repercutieron negativamente en la salud psicológica de los individuos.
Las medidas del Fambul Tok empeoraron los casos de depresión y la ansiedad. Por ejemplo, el número de casos de estrés postraumático fue un 36% mayor en las localidades que llevaron a cabo el proceso de reconciliación en comparación con las que no lo implementaron. En estas últimas, los traumas graves apenas alcanzaron al 8% de la población.
“Los beneficios sociales no pueden conseguirse a costa de la salud mental de los ciudadanos”
La experta Dube considera que, a pesar de los efectos negativos para la salud mental, los programas de reconciliación promueven el compromiso social. En este sentido, remarca a Sinc que estas medidas son útiles en otros lugares y contextos "como el de la Guerra Civil española o la dictadura de Videla en Argentina, pero teniendo en cuenta las mejoras en el aspecto psicológico de la población".
A raíz de este estudio, la directora de Innovación de Acción contra la Pobreza, Annie Duflo, considera que se deben replantear las ‘comisiones de la verdad’ porque “los beneficios sociales no pueden conseguirse a costa de la salud mental de los ciudadanos”.
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