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La endogamia amenaza al lobo ibérico

El lobo intenta estabilizar sus poblaciones después de años de persecución y estigmatización, pero el aislamiento de las manadas ha provocado una falta de diversidad genética que, a la larga, puede acarrear problemas para la especie. 

Imagen de archivo de un ejemplar de lobo ibérico ('Canis lupus signatus').
Imagen de archivo de un ejemplar de lobo ibérico ('Canis lupus signatus'). Eric Beracassat/Hans Lucas / AFP

Las manadas de lobo ibérico (Canis lupus signatus) no viven su mejor momento. Tras décadas de persecución, el Gobierno consiguió elevar su grado de protección para impedir la caza de este emblemático depredador que ha paseado su pelaje por el rocoso paisaje español. Aunque el animal está incluido dentro del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE) desde 2021, todavía padece una estigmatización que lo arrincona en pequeñas franjas territoriales y lastra el ritmo al que las manadas se expanden. 

El síntoma de que las cosas no van tan bien como deberían es la escasa variedad genética de las alrededor de 300 manadas que pueblan la península ibérica. Un equipo de investigadores del CSIC acaba de concluir que los lobos están teniendo problemas de endogamia debido a la fragmentación del territorio y a las dificultades que tienen para contactar con subgrupos de la especie.

"La endogamia ocurre cuando los individuos que están emparentados entre sí se aparean. Esto genera una serie de problemas genéticos de cara al futuro. Los valores de endogamia que hemos encontrado son muy variables. Esto, en resumen, es un indicativo de que las poblaciones no están sanas, porque no deberían estar emparentadas, sino que deberían dispersarse por el mapa y aparearse con individuos de otras manadas", explica Isabel Salado, una de las investigadoras de Estación Biológica de Doñana (EBD) del CSIC que ha liderado el trabajo de campo publicado ahora en la revista Journal of Heridity.

Aunque hay subpoblaciones que presentan bajos índices de endogamia, sí existen datos preocupantes. Los investigadores han comparado la carga genética de los lobos contemporáneos con la de los ejemplares que vivían en una misma región hace 70 años y han constatado que, en la mayoría de los casos, había un parentesco directo con los antiguos pobladores. "Esto no debería de ser así, es algo muy extraño para una especie a la que se presupone una movilidad muy elevada", sostiene Salado.

Retrato de un lobo ibérico en los bosques de España.
Retrato de un lobo ibérico en los bosques de España. Juan Carlos Muñoz/AFP

Esto quiere decir que las poblaciones se han fragmentado y localizado, es decir, que los descendientes, debido a la escasa gestión del lobo durante décadas, se han quedado recluidos en pequeños núcleos, reproduciéndose entre sí y sin entrar apenas en contacto con otras manadas. "Precisamente al sur del río Duero, una zona que ha sido recientemente colonizada por los lobos, es donde mayor tasa de endogamia hemos localizado. En este caso puntual esto tiene también que ver con el llamado efecto fundador, que quiere decir que a esta zona llegan pocos individuos y, por tanto, es más complicado que haya contacto con ejemplares que no tengan parentesco".

La falta de diversidad genética, además de ser un indicativo de los problemas de conservación de una especie, potencia la vulnerabilidad de las manadas, que se vuelven más homogéneas y débiles ante cambios en el entorno y la llegada de enfermedades. "No hemos descrito depresión por endogamia, pero es un riesgo", dice la investigadora del CSIC. Esto ya lo han experimentado otras especies, como el lobo mexicano, que vio cómo la endogamia desencadenaba problemas en el número de camadas y causaba debilidad ósea. 

En España, el lince ha sufrido las consecuencias de la endogamia hasta rozar la extinción, lo que ha llevado a las autoridades a tener que implementar procesos de cría en cautividad para garantizar que los ejemplares con parentesco no se reproduzcan entre sí.

Laura Moreno, responsable del programa de especies de WWF, considera que detrás de este problema está la fragmentación de las poblaciones fruto de la persecución indiscriminada de la especie. "El lobo ha estado muy estigmatizado. Es un animal con una capacidad de dispersión muy grande, pero debido a la persecución y a la caza las los grupos de lobos se han recluido y han quedado muy divididas sin apenas contacto entre sí", expone. 

"Lo que hace falta es un cambio en la gestión. El lobo puede estabilizarse, porque tiene alimento suficiente y es una especie que se adapta perfectamente al territorio, pero necesita un cambio en la gestión que pase, no solo por mejorar sus condiciones, sino por la coexistencia con la ganadería", argumenta la conservacionista, que recalca que en los últimos años, a pesar de estar prohibida su caza, han aparecido numerosos casos de furtivismo.

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