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ZARAGOZA.- El calentamiento global está generando un círculo vicioso que fatiga al pulmón arbóreo del planeta y reduce la capacidad de los árboles para capturar carbono de la atmósfera y convertirlo en oxígeno.
Esta es una de las inquietantes conclusiones de un estudio coordinado por el Inra (Instituto Nacional de Investigación Agronómica, en su traducción del francés) en el que han participado 19 instituciones de once países y que ha incluido la monitorización de las plantas de decenas de bosques del hemisferio norte.
El estudio se ha conocido en vísperas de que, este 30 de noviembre, comience en París la cumbre del clima, en la que países como España comparecerán con los deberes sin hacer en varias materias como la emisión de CO2.
El estudio, publicado por la revista Nature Plants, ha incluido la monitorización de varios bosques españoles, como los aragoneses y levantinos del Moncayo, Guardamar, Jarafuel y Maigmo, por parte de la universidad de Zaragoza, y los de Peñaflor, Torrijas y Villarroya de los Pinares, en este caso por el Instituto Pirenaico de Ecología, integrado en el CSIC.
La evolución de los árboles de esas zonas –la aparición de nuevas células que crecen en el árbol entre la corteza y la madera- ha sido analizada de manera semanal y, en algunos casos, se ha prolongado hasta cuatro años.
“Es un círculo vicioso, lento desde una perspectiva humana, pero constante y con unas consecuencias que pueden ser bastante graves”, explica Edurne Martínez del Castillo, geógrafa de la universidad zaragozana que ha liderado uno de los grupos de investigación y que destaca que “lo novedoso [del estudio] es la fatiga, la menor capacidad para captar carbono” por los árboles.
El estrés hídrico frena la fotosíntesis
El estudio ha permitido diferenciar dos fases en el ciclo anual de crecimiento de los árboles. En la primera, que coincide con las horas de luz, aumentan en tamaño –entre 0,1 y 0,4 centímetros de radio al año- y, en la segunda, que se desarrolla con un mes de retraso y que depende de las temperaturas, producen biomasa al captar el carbono y fijarlo en forma de madera.
“Primero ganan volumen y después lo engrosan”, explica. Sin embargo, añade, “cada vez están más fatigados y su capacidad para captar CO2 [dióxido de carbono] se va reduciendo”. La comunidad científica considera que las masas arbóreas absorben el 15% del CO2 que genera la actividad humana, que ronda las 30.000 millones de toneladas.
“La captación de carbono por los árboles está muy relacionada con las temperaturas y con su variación”, señala. Captan más cuanto más calor hace, “pero -matiza- siempre que el resto de los factores ambientales se mantenga estable”. Aquí entra en juego la terrible realidad del cambio climático.
“Un aumento de las temperaturas –indica- conlleva irremediablemente un aumento de la evapotranspiración por parte de las plantas. Y esto quiere decir que pierden mayor cantidad de agua”. “Cuando eso ocurre –anota-, lo que hacen es cerrar los estomas [poros que comunican el ambiente gaseoso de los vegetales con el exterior] y reducir la fotosíntesis, la actividad fotosintética, lo que se traduce en una menor captación de carbono”. Y, paralelamente, en una menor entrega de oxígeno a la atmósfera. El ciclo se acentúa cuanto menor es la disponibilidad de agua.
“Cada vez habrá más CO2 en la atmósfera”
Martínez del Castillo, que está realizando una tesis doctoral sobre los impactos de eventos climáticos extremos en los bosques, explica de una manera gráfica este círculo vicioso de la fatiga arbórea. “Si la vegetación tiene cada vez menos capacidad para capturar ese carbono, la consecuencia es que habrá cada vez una mayor cantidad de CO2 en la atmósfera, lo que contribuirá a aumentar el efecto invernadero y, por tanto, a elevar las temperaturas”. Vendría a ser una consecuencia retroalimentadora del efecto invernadero: el calentamiento global permitirá que los árboles sigan creciendo pero hará decaer su función de regeneradores de la atmósfera.
Y no se trata de un proceso local sino global, que ocurre en todo el planeta. “Los resultados han sido consistentes en los 51 lugares en los que hemos monitorizado los bosques”, explica Martínez del Castillo. En el estudio predominan las áreas europeas, aunque también han participado equipos de Canadá o de zonas de Rusia cercanas a Siberia, y abarca varios tipos de clima, como el mediterráneo, el boreal o el templado.
Cuantificar la pérdida de capacidad para captar carbono es “complicado”, explica la geógrafa, que destaca que, en cualquier caso, el proceso es más acusado –“ un poco más susceptible”- en áreas como la mediterránea, donde los vegetales suelen estar sometidos a mayores niveles de estrés hídrico al ser menores las precipitaciones. Ocurre lo mismo en las zonas áridas o semiáridas, pobladas normalmente por especies de menor volumen que las regiones de elevada pluviometría.
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