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MADRID.- En marzo de 1957, la CIA abrió un centro de interrogatorios en Madrid con tres decenas de empleados. Los agentes interrogaban con gran interés a los jóvenes españoles, los llamados "niños de la guerra", repatriados de la URSS a España.
Los servicios especiales estadounidenses vieron en su regreso una oportunidad única para conocer algo más de la hermética Unión Soviética en plena Guerra Fría, por lo que elaboró el conocido como "Proyecto niños", destinado a obtener información militar.
Este plan lo recoge un documento de 1963, desclasificado en 1995, que actualmente se expone en el Instituto Cervantes de Moscú. El archivo revela que en marzo de 1957 la CIA abrió un centro de interrogatorios en Madrid con tres decenas de empleados que interrogaban a estos jóvenes repatriados de la URSS a España.
"Los que más les interesaban eran los que trabajaban en fábricas, o en el ejército. A esos, y a los que pertenecían al Partido Comunista. Les preguntaban, entre otras cosas, por las fábricas soviéticas"
"Los que más les interesaban eran los que trabajaban en fábricas, en el ejército o eran ingenieros. A esos, y a los que pertenecían al Partido Comunista, les interrogaban mucho. Les preguntaban, entre otras cosas, por las fábricas soviéticas", cuenta Manuel Arce, uno de cerca de 2.000 "niños de la guerra" que decidieron volver a su patria, a Sputnik Nóvosti.
Ese es el caso de Ernesto Vega, que en Rusia había trabajado en una fábrica de aviación. "Su obsesión eran los planos de la fábrica en la que trabajaba, pero les decía que no sabía dibujar", recuerda.
Arturo Bruno, que se fue a Rusia con tan solo cinco años, también rememora los interrogatorios. "Preguntaban dónde vivíamos, en qué trabajábamos. Lo querían saber todo", explica a esta agencia, "especialmente todo lo relacionado con el ámbito militar", puntualiza.
El programa duró cuatro años. Durante este tiempo interrogaron a 1.800 repatriados y se produjeron más de 2.000 informes. Según el documento desclasificado de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, el país norteamericano obtuvo "información de gran importancia" sobre los proyectos de construcción de misiles guiados.
A Bruno le cuesta hacer memoria. "Hace 60 años de estas interrogatorios, tengo ahora 84". Sin embargo, recuerda esos momentos de su llegada a España.
"Los interrogatorios eran en la calle Orense de Madrid. Yo estuve un día, y los que hacían las preguntas no eran españoles", afirma, "tenían pinta de estadounidenses", señala.
Manuel todavía mantiene frescos los recuerdos de aquellos interrogatorios. "Durante mi interrogatorio había agentes de la policía española y un estadounidense. Sin embargo, mis preguntas eran muy livianas porque no figuraba en las listas del Partido Comunista y mi profesión no estaba relacionada con sus intereses", explica a Sputnik.
"La izquierda española no quería que estos cientos de jóvenes volviésemos a España mientras viviese Franco, y el que quisiese hacerlo era tildado de traidor"
El médico de profesión rememora una y otra vez aquellos momentos. "Nos pusieron un número en el pecho, nos fotografiaron de frente y de perfil y nos tomaron las huellas dactilares completas".
Arce recuerda varios nombres de compañeros suyos a los que interrogaron en profundidad, aunque la mayoría ya han fallecido. "Me acuerdo de Agustín Gómez, que era futbolista en Rusia. Era del Partido Comunista y muy conocido, por eso a él le interrogaron muy intensamente", explica a esta agencia.
La mayoría de estos "niños de la guerra" ya han fallecido, pero algunos todavía mantienen el recuerdo de esos años de vivencias en la URSS. Manuel rememora su llegada al país soviético. Tras su desembarco en Leningrado, fue trasladado a Óbninsk, a unos 100 kilómetros de Moscú, una de los 16 internados destinados a los jóvenes españoles.
En este centro viviría otras dos guerras, la ruso-finlandesa en 1939, en la que fallecieron algunos de sus profesores, y la Segunda Guerra Mundial, en la que cayeron muchos españoles en combate en las filas del Ejército Rojo. La mayoría de los "niños de la guerra" mayores de 16 años se alistaron.
Su estancia en la URSS se alargaría hasta 1956, cuando, tras la muerte de Stalin y después de muchas batallas con el Partido Comunista español (PCE), comenzó la repatriación en masa, aunque no se esperaban que en España les habían preparado un intenso interrogatorio a manos de la CIA.
"La izquierda española no quería que estos cientos de jóvenes volviésemos a España mientras viviese Franco, y el que quisiese hacerlo era tildado de traidor", recuerda Arce.
Sin embargo, la morriña, la nostalgia por sus familias pudo más que una dictadura, y consiguieron convencer a las partes gracias a la intermediación de la Cruz Roja Internacional, que presionó a Franco, al PCE y a los responsables soviéticos para que, los que quisiesen, pudiesen volver a España, aunque con ciertas restricciones.
A su llegada, los exiliados se dieron cuenta de las cortapisas que Franco tenía preparadas para ellos. Todos los que llegaban de la URSS eran revisados con lupa por la policía española y por los agentes estadounidenses.
Arce se fue de Moscú en 1956, con 27 años, aunque más tarde volvería para terminar su carrera de Medicina. "No dudé en subirme a ese barco para regresar a España. Deseaba ver a mi familia, que había logrado sobrevivir a la guerra, y tenía miedo de que se volviese a cerrar el telón y no tuviese otra oportunidad".
Sin embargo, siempre termina volviendo. La última vez, a sus 86 años, durante la inauguración de la exposición en el Instituto Cervantes de la capital rusa, en el que se muestra este documento de la CIA.
"Rusia es un país que deja una huella muy profunda, engancha y crea adicción", concluye Arce, que explica a esta agencia que resumió sus experiencias en el libro 'Memorias de Rusia, Vivencias de un niño de la guerra'.
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