Este artículo se publicó hace 8 años.
La desidia de los cazadores envenena a las aves carroñeras
Un estudio pionero realizado por el CSIC y tres universidades revela que el 45% de los buitres leonados presenta en su sangre niveles de plomo letales para otras aves, y que en un 6% de los casos duplican y triplican esas tasas tras ingerir restos de munición en piezas de caza abandonadas en el monte tras ser abatidas
ZARAGOZA .- “Resulta preocupante que el 6% de los animales analizados estén afectados y presenten elevados niveles de plomo en su sangre” procedentes de la munición con la que son abatidas piezas de caza que luego quedan abandonadas en el monte, explica Manuel Alcántara, jefe del Servicio de Biodiversidad del Gobierno de Aragón.
Esta comunidad autónoma ha impulsado un estudio pionero, en el que han participado el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y las universidades de Castilla-La Mancha, Autónoma de Madrid y Coimbra (Portugal), que ha puesto sobre la mesa nuevos indicadores del deterioro ambiental del país: casi la mitad -el 44,9%- de los buitres leonados estudiados presenta altos niveles de plomo en su sangre –200 nanogramos por mililitro, letales para especies de menor tamaño- y el 6% del total –uno de cada 16- llega a duplicar y triplicar esa tasa al superar los 500.
La presencia del metal en los primeros se relaciona con causas ambientales, básicamente por el consumo –como carroña- de animales previamente intoxicados en mayor o menor medida con plomo tras ingerir animales previamente contaminados vía plantas o agua, mientras que la única explicación probable para los segundos niveles apunta a la ingesta de restos de munición presentes en los cadáveres de piezas abatidas por cazadores que luego quedan abandonadas en el monte, algo habitual en muchas zonas del país.
Se trata, en cualquier caso, de una alerta sobre la contaminación ambiental por metales pesados y el riesgo de que entren en la cadena alimentaria, que refuerza otras anteriores como las referentes a la presencia también de plomo y cadmio en animales de crianza extensiva como los caballos y piezas de caza como ciervos y jabalíes e, igualmente, de los estudios de la Confederación Hidrográfica del Ebro sobre sus detección en peces, aguas y lechos de ríos de toda la cuenca, en este caso como consecuencia de la actividad industrial.
“Sorprende que haya tantos buitres que puedan seguir volando con unas dosis de plomo consideradas letales”, explica Alcántara. El estudio concluye que “los valores más extremos que se detectaron en el 6% de los buitres solo podrían proceder de munición de plomo, usada principalmente en la caza mayor”.
El Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos de la universidad castellanomanchega estudió las muestras de sangre que entre 2008 y 2012 habían tomado los técnicos del Gobierno de Aragón en 691 de los 718 buitres leonados que tenía marcados el servicio de Biodiversidad. Hoy están bajo seguimiento 760, en una comunidad en la que anidan más de 5.000 parejas reproductoras que equivalen al 15% de la población europea y el 21% de la española de este ave carroñera.
Ese trabajo reveló la presencia de niveles superiores a los 200 nanogramos por mililitro de sangre en el 44,9% de los ejemplares. “A partir de ahí empezamos a tirar del hilo”, explica Alcántara.
Eso llevó al segundo dato. “Ese porcentaje del 6% es extrapolable a todo el país como rango general, aunque se producen variaciones estacionales en función de la actividad cinegética en cada comunidad”, indica el jefe del servicio de Biodiversidad.
El estudio del Gobierno de Aragón resulta también pionero en la utilización de los buitres para elaborar mapas de contaminación. No obstante, al ser capaces de recorrer más de un centenar de kilómetros en un día, su concreción es relativa. “Ofrecen un marco de referencia, aunque es muy difícil señalar los focos en municipios o zonas reducidas”, anota Alcántara.
Sí han podido determinar, no obstante, que los niveles de intoxicación son mayores en zonas de elevada presión cinegética, como el Pirineo oscense o la zona turolense del sistema Ibérico, y en áreas colindantes con otras que la sufren, como ocurre con las aves que se desplazan entre la ibérica zaragozana y Castilla y León.
¿Y qué se puede hacer ante una situación de este tipo? El Gobierno de Aragón estudia aplicar algún tipo de medida con los cazadores para reducir el abandono de piezas abatidas, mientras en algunas zonas de Europa es obligatorio retirar los casquillos de los cartuchos. Alcántara considera “compleja” la posibilidad de obligar a cambiar la munición que se utiliza en la caza, al tratarse de un problema que afecta a más de una comunidad autónoma.
No obstante, sí está prohibido utilizar la de plomo en humedales incluidos en la Red Natura 2000 desde 2001, el mismo año que dejó de distribuirse gasolina con ese metal. Tampoco se permite depositar animales cazados en los comederos de la Red Aragonesa de Comederos para Aves Necrófagas (RACAN).
La caza cuenta con cientos de miles de adeptos en España. Concretamente, están federados 333.974 cazadores que forman parte de 5.836 clubes, lo que sitúa a los escopeteros como la tercera actividad por licencias –el fútbol casi le triplica con 909.761 y el baloncesto le supera en casi 22.000- y la segunda por número de clubes, según los datos del Consejo Superior de Deportes.
No obstante, va a la baja: en diez años ha perdido casi 100.000, lo que supone un 22% de los tiradores federados, mientras se creaban algo más de un centenar de entidades.
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