Este artículo se publicó hace 8 años.
Los 'daños colaterales' de la valla de Melilla: Mamadou, sin rehabilitación tras sufrir un traumatismo cerebral
Tras una caída que le postró más de dos meses en el hospital, se queda sin derecho a los cuidados necesarios pese a que el informe médico indica que es una persona dependiente.
Corina Tulbure
-Actualizado a
Mamadou Diara, de veintiún años y originario de Mali, sufrió en noviembre un traumatismo craneal tras caerse de la valla de Melilla. Presentaba un cefalohematoma y múltiples fracturas, según consta en el parte médico del Hospital Comarcal de la Ciudad Autónoma. Tras el alta en el hospital, a fecha de hoy, al joven no se le asiste en ningún centro de rehabilitación porque no tiene los papeles ni la tarjeta sanitaria.
Público ha intentado contactar con Mamadou y desde Prodein explican que no se puede hablar con el chico, dado su estado de salud: “Se repite mucho, no para de contar números con los dedos. Cuando le daban de comer en el hospital, decía que no comía porque estaba esperando a su padre, pero el padre ha fallecido hace un montón de tiempo. Es una persona completamente dependiente que necesita la ayuda de una tercera persona”, asegura José Palazón, director de la citada asociación.
Mamadou ha recuperado el habla, pero no explica nada concreto o de forma coherente. Puede moverse, pero no es capaz de orientarse: no sabe dónde se encuentra y no puede asearse o cuidarse solo. “Le llevé plátanos: cogió uno, lo peló y se lo comió. Al rato cogió otro y no fue capaz de pelarlo. Ahora mismo está completamente incapacitado”, añade Palazón. Tras el traumatismo, la evolución de Mamadou ha sido favorable y rápida, teniendo en cuenta que hace dos meses estaba completamente inmovilizado y no articulaba ni una palabra.
Según Prodein, que contactó con los médicos del hospital de Melilla, el joven está recuperando las habilidades, pero necesita medicación y una atención permanente: “No se trata de una curación, sino de un proceso de rehabilitación muy largo que implica una atención constante”, explican. Los cuidados médicos posteriores a su alta hospitalaria son vitales para Mamadou, ya que sin ellos puede quedar incapacitado para siempre.
A pesar de que los médicos y las enfermeras le tengan mucho cariño en el hospital, no ha podido permanecer allí un tiempo indefinido. Sin embargo, a fecha de hoy, carece de un lugar para recuperarse. El joven es completamente dependiente, incapaz de llevar una vida autónoma, tal y como lo explica el informe médico emitido, y necesita ingresar en un centro de rehabilitación.
Al no tener los papeles, se le ha enviado al servicio de enfermería del Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, donde por la noche quedará completamente aislado y sin ningún tipo de atención médica. Allí conviven más de 450 personas, familias enteras con sus niños, y las condiciones de vida no tienen nada que ver con un centro de rehabilitación médica.
Por la noche, no trabaja ningún enfermero o médico de guardia: “Al principio lo querían meter en una habitación de aislamiento, para que estuviera todo el día encerrado, pero el director se ha negado. Durante el día va a estar con los enfermeros de Cruz Roja, pero ellos trabajan hasta las diez de la noche”, explican desde Prodein. Durante la noche, Mamadou quedará desamparado. Solo estarán presentes los vigilantes de seguridad: “Lo van a dejar en enfermería y a las ocho de la tarde otro maliense entrará con él y estarán allí encerrados hasta la mañana”, aclaran desde la asociación.
A pesar de que el informe médico especifica que Mamadou precisa atención médica permanente, desde el hospital no se le ha podido tramitar una derivación a un centro médico: “¿Cómo es posible que la administración no haya previsto todo eso? ¿Cómo es que no se le ha buscado ya un centro adecuado para personas con este tipo de discapacidad que necesitan un proceso de recuperación?”, pregunta Palazón.
Desde el hospital le informan de que los centros de rehabilitación no reciben a personas que no tengan los papeles. No obstante, desde Prodein alegan que tanto el CETI como los centros de rehabilitación dependen del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que debería otorgar la documentación al inmigrante maliense.
El hecho de que a Mamadou no se le envíe a un centro médico que le permita recuperarse no radica en la falta de documentos, sino en la falta de voluntad y el incumplimiento de la normativa sanitaria. Según el Real Decreto-ley 16/2012, el paciente que acude al médico por urgencias, aunque no tenga la documentación, tiene derecho a asistencia sanitaria hasta que reciba su alta médica, no su alta hospitalaria; es decir, hasta que se encuentre recuperado: “Si para eso hace falta que tenga un permiso de residencia, pues se expide un permiso de residencia por razones humanitarias. Es un permiso más que justificado para dárselo a este chico para que se pueda ir mañana mismo de aquí”, comentan desde Prodein.
Mamadou, ahora mismo completamente incapacitado, no es la primera víctima de la brutalidad de la valla de Melilla. Las concertinas mutilan a la gente de forma diaria.
“Los casos son muy frecuentes; un brazo roto, una mano aplastada a porrazos, hay cientos de casos”, explica Palazón. En 2013, la asociación denunciaba las heridas que las concertinas dejaban en las manos de un chico camerunés. Mousa Traore se cayó de la valla, recibió golpes por parte de los policías y permaneció meses en el hospital para recuperarse, sin poder mover sus manos y pies por culpa de las heridas.
En octubre de 2014, la Guardia Civil expulsó con brutalidad y de forma ilegal a varios heridos que se encontraban en la valla. Prodein denunció el caso de Danny, un chico camerunés de 23 años. Lo expulsaron a Marruecos a pesar de estar gravemente herido por los golpes de los policías. Durante semanas, nadie sabía si Danny iba a seguir con vida. Se recuperó tras más de tres meses en el hospital y su caso se encuentra ahora sobre la mesa del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Mientras tanto, la violación de los derechos humanos y la impunidad siguen siendo la normalidad en la frontera de Melilla.
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