Este artículo se publicó hace 6 años.
40 años de la primera mujer en la RAECarmen Conde, de las barricadas republicanas a la película 'Raza'
A Carmen Conde, poeta, cuentista, dramaturga, memorialista y agitadora cultural, no se la recuerda por su obra, sino porque unos señores académicos, en 1978, la votaron para la RAE.
Este 9 de febrero se cumplen 40 años de la elección de la primera académica de la lengua española, y da un poco de pudor recordarlo. Es como si los periódicos conmemoráramos el día en que a Macondo llegó el hielo, y no la obra de Gabriel García Márquez. A Carmen Conde, poeta, cuentista, dramaturga, memorialista y agitadora cultural, no se la recuerda por su obra, sino porque unos señores académicos, en 1978, la votaron para la RAE.
¿He venido y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy…? ¿Qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz o hacia lo nunca?
Era, ya se ha dicho, 1978, año de ruido de sables, de constante revuelta vestida de pantalones campana, de Adolfo Suárez –ministro secretario general del Movimiento (no confundir con La Movida)-- en la Moncloa, de la redacción de esta Constitución tardofranquista que aun hoy jadea, del primer homenaje austriaco a los españoles republicanos asesinados por los nazis, de la despenalización en nuestro país del adulterio y el amancebamiento (castigos solo aplicados sobre las mujeres).
Y Carmen Conde, republicana y bisexual, era votada en aquel 1978 como primera mujer titular de un sillón en la Real Academia Española. Tocaba una mujer, enfatizaban las crónicas de antaño. Lo mismo que se dice ahora: toca una mujer. El País arrancaba así su crónica del acontecimiento, resaltando en el texto –y no en la firma-- que una mujer, o sea, una mujer, era la que había recogido los testimonios de los señores académicos para que justificaran la excéntrica elección de Carmen Conde: “Por primera vez desde la fundación, en 1714, de la Real Academia Española, una mujer ocupará hoy un sillón entre los «inmortales». La elección se efectuará entre las tres candidatas presentadas: Rosa Chacel, Carmen Conde y Carmen Guirado. Una de ellas romperá con la tradicional reticencia de los académicos a compartir sus puestos con colegas femeninos. Los académicos han visto por fin la necesidad de actualizar la Academia a los tiempos que corren, y de esta manera quedan abiertas las puertas de la Real a las mujeres que lo merezcan. Joaquina Prades ha elaborado la siguiente información, tras recabar las opiniones de los académicos que apoyaron la terna”.
Te veo en la alta noche, temiendo que tus ojos
mintieran por amor que era yo la que buscabas.
De Carmen Conde pocos han dicho que es UNO de LOS más grandes poetas de la Generación del 27. Y el cronista resalta lo resaltado para evitar el dadivoso y machirulo recurso de señalar que es UNA de LAS más grandes poetas de la Generación del 27, pues eso la relegaría a la Liga Femenina de aquel bosque de nabos que se nos muestra en las fotos fundacionales. Como El País, que resaltaba que “quedan abiertas las puertas de la Real a las mujeres que lo merezcan”, tal que si los merecimientos de la mujer fueran más cuestionables que los del varón (así sigue recogido en nuestra Constitución, por cierto, donde el varón aun prevalece en la línea dinástica de sucesión borbónica).
Carmen Conde nació en agosto de 1907 en Cartagena, y de joven oposita para delineante en construcción naval y empieza a estudiar magisterio. Con 20 años, en el año fundacional de su generación, se enrolla con el poeta Antonio Oliver Belmás, y empieza a publicar en las muy líricas y minoritarias revistas de Juan Ramón Jiménez, del que será gran amiga. De aquellos años quizá data -así lo dejan entrever sus intercambios epistolares- su primera relación sáfica con Ernestina de Champourcín, lectora de románticos y simbolistas franceses y de místicos españoles. Champourcín: también poeta, también casada con varón, también 27, brillante y altiva aristócrata, le llega a proponer una fuga que Conde rechaza.
Amiga póstuma de las efemérides, se casa con Oliver en 1931, conmemorando el advenimiento de la República. Y funda con él la Universidad Popular de Cartagena. Y, en otra fecha jalonante, 1936, levantamiento franquista, conoce a Amanda Junquera, que será su amante durante muchos años y amiga hasta el final.
¡Corred siempre, muchachas, que el seguiros excita
el ardor de cogeros, suyas todas, a hombres
que de fieros esgrimen el ademán tan sólo!
Y envolveos en ropas de blanco lino puro
para mojar con ellas esos cuerpos calientes,
y amanecer ceñidas, ante el amor que vibra,
por el celo del agua posesor de las vírgenes.
El filólogo y doctor en Literatura José Luis Ferris ha sido uno de los pocos estudiosos que ha profundizado en la obra y la vida de Conde. Y, en su biografía sobre la autora (Temas de Hoy), analiza la influencia vital y literaria de la relación entre Conde y Junquera: “[Como todas las lesbianas de entonces], lo llevaban con absoluta clandestinidad y el mayor de los secretos; en el caso de Carmen y de Amanda, con más motivo, ya que las dos llevaban años casadas, sus maridos eran figuras de la cultura y habían constituido matrimonios ejemplares. Lo que sucedió es el resultado de un deslumbramiento mutuo y sin más pretensiones iniciales que una profunda amistad. Ninguna de las dos pudo sospechar que aquello duraría cincuenta años y alcanzaría la intensidad que alcanzó. Podría decir también que la homosexualidad apareció como un hecho nuevo en sus vidas, cuando aquel afecto entre las dos llegó a tal grado que se necesitaron también físicamente”.
Y Ferris rescata una cita de la propia escritora para explicar el alcance de aquel amor/amistad: “Aprendí viva. No sabía nada fuera de mi apasionada existencia en agraz. Ahora ya conocía la música, mi propia incipiente creación. Todo era nuevo, fresco, auténtico, arriesgado íntimamente. Nunca había yo escrito tanto y mejor que nunca”.
Terminada la guerra civil, Carmen Conde vivió de alquilada en un piso de su amigo Vicente Aleixandre y trabajó en Radio Nacional de España, en el CSIC, en la Universidad Central de Madrid y en la Editorial Alhambra. El régimen franquista no la obligó al exilio ni al arrabal social a pesar de su pasado comprometidamente republicano. “Carmen Conde no sólo adquirió notoriedad durante la República sino que, en el verano de 1940, era una mujer procesada en busca y captura. Me refiero al Expediente de procesamiento sumarísimo ordinario nº 559 instruido contra ella desde el Gobierno Militar de Murcia y seguido por la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación de la misma plaza. Sin embargo, ella estaba en Madrid, en casa del matrimonio Alcázar-Junquera. El esposo de Amanda [Cayetano Alcázar] adoraba a Carmen y no dudó en protegerla, siendo él un franquista significado y una autoridad académica”, explica Ferris.
Sorprendentemente, Carmen Conde acabaría colaborando en la película de exaltación fascista más ambiciosa de España: “Su primer trabajo remunerado llegó, no obstante, del mundo del cine, al ser contratada como secretaria de dirección gracias a Luis Días-Amado, hombre de cine que ese mismo año había sido jefe de producción de la película Raza, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y basada en la novela de Jaime de Andrade (seudónimo de Francisco Franco)”, señala Ferris.
Sobre su ingreso en la RAE, el biógrafo tiene claro cierto sesgo ideológico en la elección: “En 1978, el pasado republicano de Carmen Conde estaba enterrado y más que enterrado. Nadie tenía conciencia de él. Lo que pesaba en contra de ella para ser elegida era todo lo contrario: su acomodo durante cuarenta años a la vida y la cultura de un país regido por la dictadura franquista. En el ambiente de aquellos primeros años de la Transición española se dejaba traslucir cierta preferencia por otra de las candidatas: la novelista Rosa Chacel, que representaba el exilio de los intelectuales que habían regresado. Había mucha expectación”.
La producción literaria de Carmen Conde comprende más de un centenar de libros. Murió aquejada de alzheimer en 1996, más olvidada que olvidante a pesar de la enfermedad. Ahora sus libros son rarezas. Solo es “la primera mujer que ingresó en la RAE”, que no es poco, pero es menos. Y solo nos acordamos de ella en este raro aniversario academicista: no es de extrañar en una mujer que colisionó su vida con los acontecimientos históricos y literarios más llamativos del pasado siglo: 1927, 1931, 1936, 1978.
En la tierra de nadie, sobre el polvo
que pisan los que van y los que vienen,
he plantado mi tienda sin amparo
y contemplo si van como si vuelven.
Unos dicen que soy de los que van,
aunque estoy descansando del camino.
Otros "saben" que vuelvo, aunque me calle;
y mi ruta más cierta yo no digo.
Intenté demostrar que a donde voy
es a mí, sólo a mí, para tenerme.
Y sonríen al oír, porque ellos todos
son la gente que va, pero que vuelve.
Escuchadme una vez: ya no me importan
los caminos de aquí, que tanto valen.
Porque anduve una vez, ya me he parado
para ahincarme en la tierra que es de nadie.
Uno de los libros más hermosos de Carmen Conde se titula Los poemas del Mar Menor (1962). Y es aun más mala suerte su amor por ese mar, hoy el mayor estercolero turístico del Mediterráneo, al que escribió este epitafio:
¡Quisiera yo ser eterna, solo por verte!
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