Una adecuada gestión de la incertidumbre puede marcar la diferencia entre la serenidad y la angustia. El miedo al futuro, al que pasará mañana, puede inquietar al individuo hasta el punto de provocar graves alteraciones en su comportamiento y en su estado emocional.
Por eso es importante relativizar el futuro y volver a vivir el presente. A continuación, os mostramos 9 trucos para entrenar la gestión de la incertidumbre, para aprender a vivir en un mundo incierto.
Redirige las emociones
¿Sientes preocupación por el futuro? ¿La incertidumbre te genera miedo? No te alarmes, es una reacción normal del individuo ante lo desconocido, ante el porvenir. Pero como emoción básica que es, el miedo también puede controlarse, redirigirse. Sé paciente, reflexiona sobre el hecho que te inquieta, toma distancia y canaliza esa energía que genera el miedo hacia la consecución de una meta sencilla.
Cambia el punto de vista
Una de las mejores maneras de canalizar el miedo es adoptando un punto de vista diferente del problema que nos inquieta. Se trata de adoptar el denominado distanciamiento cognitivo, tomando una postura neutral. Imagina que la situación que te preocupa la viviera otra persona, ¿qué consejo le darías?, ¿qué dirías para que se sintiera mejor?
Esta estrategia de tomar distancia de nuestro problema, de cambiar el punto de vista, es realmente útil para gestionar adecuadamente la incertidumbre, porque ayuda a desdramatizar: ¿no sientes habitualmente que los problemas de los demás son más sencillos de solventar que los tuyos? Esto se produce porque los relativizamos, porque estamos distanciados de ellos, algo que debemos intentar hacer también con nuestras preocupaciones.
Crisis como oportunidad
Es un axioma habitual del mundo laboral que se puede aplicar a la vida cotidiana. La crisis sanitaria que hemos vivido en estos últimos tiempos ha sido un buen ejemplo de ello. Una situación que se escapa totalmente a nuestro control puede ser aprovechada para hacer cambios positivos, aquellos que dependan de nosotros.
Controla lo que depende de ti
A menudo tendemos a enfocar nuestros esfuerzos en tareas titánicas que se escapan de nuestro control. En situaciones de crisis o cuando la incertidumbre nos inquieta, lo práctico es concentrar los esfuerzos en tareas que dependan de uno mismo, apoyándonos en personas de confianza. Prueba a preguntarte qué es lo que realmente importa. Todos respondemos cosas parecidas. Y la mayoría de esas respuestas no escapan a nuestro control.
Empieza por cosas sencillas
Otro fantástico truco de gestión de la incertidumbre es empezar a controlar lo que dependa de nosotros a través de situaciones asequibles. No te lances a lo complicado en un momento de incertidumbre, empieza por manejar una situación sencilla. Por ejemplo, mejora tu alimentación, vuelve al gimnasio, prueba algo nuevo en el trabajo… Pequeños riesgos que irán aumentando tu tolerancia a la incertidumbre y que irán fortaleciendo tu autoestima.
Acepta la incertidumbre y lo que no depende de ti
Una adecuada gestión de la incertidumbre pasa por aceptar que existen múltiples situaciones que nos afectan y que no dependen de nosotros. Y esto pasa también por repensar los conceptos de ‘cambio’ y ‘futuro’ tan asociados a la gestión de la incertidumbre.
A medida que una persona madura, tiende a tolerar peor los cambios porque aspira a vivir una vida tranquila y sosegada y esos cambios se perciben como una amenaza, no como una oportunidad o un beneficio. Pese a que, por supuesto, no todos los cambios sean positivos, son inevitables, por lo que estar abiertos a la adaptación es la postura práctica.
Por otro lado, la noción de futuro tiende a inquietar porque se escapa de nuestro control, pero la mejor forma de afrontar el futuro es decidir cómo queremos vivir nuestro presente.
Haz planes flexibles
Ya sabes lo que decía John Lennon: “la vida es eso que pasa mientras hacemos planes”. Desde luego que una mínima planificación es inevitable para organizar una vida, pero pasar el tiempo planificando supone vivir con los dos pies en el futuro, supone cerrar los ojos a la belleza del instante.
Y recuerda que tus planes son estrategias para alcanzar un fin, pero que las situaciones cambian por lo que esas estrategias deben ser flexibles… Y es que incluso los objetivos, con el paso del tiempo, también pueden llegar a cambiar.
Déjate llevar
Dejarse llevar es uno de los grandes retos de la madurez, acostumbrados como estamos a querer controlar todo. Pero, además, es uno de los trucos más productivos y sanadores en la gestión de la incertidumbre.
En más ocasiones de las que crees, no hacer nada y dejarse llevar es la mejor postura ante una situación enredada. Si has reflexionado y racionalizado un problema y no das con la solución, no hagas nada, espera, sé paciente. La mayoría de los problemas se solucionan solos, porque tal vez ni siquiera supongan un problema. La cuestión es elegir bien cuándo no debemos hacer nada.
Desconecta
Merece un capítulo aparte, pero una de las principales causas de la incertidumbre que ahoga a muchas personas procede de la sobreinformación, del exceso de datos y de estímulos. La incertidumbre se alimenta de preocupaciones sobre hechos que han ocurrido o de situaciones que están por venir. Dichos hechos se dramatizan hasta el extremo transformándose en mercancías de consumo. Y la inquietud consume más que la tranquilidad.
La sobreexposición a opiniones, noticias, estadísticas, confrontaciones y estímulos puede trastornar a un individuo inquieto convirtiendo el estado de alerta en una desquiciante forma de vida. Desconecta, respira, la vida sigue ahí fuera.