Este artículo se publicó hace 9 años.
Zerolo, "mi niño"
Tuvo un gran afán en su vida: luchar por la igualdad de derechos. Lo hacía a todas horas, en cualquier momento o circunstancia y lo convirtió en su bandera.
Manuel Sánchez
-Actualizado a
“Es muy importante, mi niño, que se nos vea y se nos oiga. Pasito a pasito, un millón de gracias”, decía cuando conseguía que los medios publicaran noticias sobre el movimiento LGTB
MADRID.- Pedro Zerolo (Caracas, 1960) siempre tuvo un afán en su vida: luchar por la igualdad de derechos. Lo hacía a todas horas, en cualquier momento o circunstancia. Su lucha era una bandera permanente que no dejaba esquinada ni un segundo.
Primero lo hizo desde la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (LGTB), donde estuvo casi diez años como presidente. En aquellos años buscaba la visualización del movimiento LGTB, que aún era muy marginal. Llamaba constantemente a los medios de comunicación para posicionarse ante cualquier asunto o para informar de cualquier acto, y se mostraba sumamente agradecido aunque sólo se publicara media columna. “Es muy importante, mi niño, que se nos vea y se nos oiga. Pasito a pasito, un millón de gracias”, me dijo más de una vez.
Su insistencia y su perseverancia dieron sus frutos, y el movimiento del LGTB fue ganando consistencia y peso social y político, al igual que la fiesta del “Orgullo gay”, a la que acudió durante 25 años, aunque le dolió en el alma faltar a la última celebración porque la enfermedad ya no se lo permitía.
En 2003 pasó del activismo social a la política como concejal en la lista que encabezaba Trinidad Jiménez. Era un convencido de que las cosas se cambian desde la política, y que había muchas cosas que cambiar. Enseguida se hizo notar en las filas del PSOE. Tenía un discurso político muy bien articulado, unas ideas muy claras y una capacidad de trabajo inmensa, lo que no suele abundar en los partidos.
De hecho, José Luis Rodríguez Zapatero no dudó en incorporarlo a su Ejecutiva y situarlo en el área de Movimientos Sociales. Zerolo dinamizaba a la sociedad civil como nadie, tenía reuniones todos los días y a todas horas, y creo numerosos grupos sectoriales afines al PSOE de lo más variado.
La aprobación del matrimonio homosexual fue para él un hito sin precedentes por el que había luchado toda su vida. Se casó, y no paró de casar en su condición de concejal. Cada boda se la preparaba como si fuera la última que iba a celebrar, y no dejaba de emocionarse por poder hacerlo, casi más que los contrayentes.
También tenía sus ambiciones políticas, y cuando Trinidad Jiménez anunció que no iba a repetir como candidata a la Alcaldía en 2007, se postuló tímidamente: “Ven, mi niño, yo quiero presentarme para ser alcalde de Madrid. De ZP a PZ. ¿Cómo lo ves?”.
Como yo lo viera importaba poco, pero quien no lo veía de ninguna forma era el entonces secretario de Organización, José Blanco, y tuvo que conformarse con volver a ir de concejal otros cuatro años, lo que tampoco le disgustaba. Siguió trabajando incansablemente tanto en el ayuntamiento, como con sus movimientos sociales y en todo lo que le pidiera el partido. Si había un acto al que nadie quería ir, siempre se podía contar con Zerolo para que el PSOE tuviera presencia.
Tras repetir en 2011 de nuevo como edil por Madrid, le llegó a enamorar la vida municipal, dio su última batalla contra Ángel Gabilondo tras la expulsión de Tomás Gómez como secretario general del PSM. La perdió, pero no tuvo el más mínimo problema en incorporarse a la lista de su contrincante, que este lunes le fue a recoger su acta de diputado.
En enero de 2014 conmocionó a toda la sociedad con el anuncio de que tenía un cáncer de páncreas. Se rapó el pelo, adelgazó hasta hacerse invisible, pero ni perdió la sonrisa, ni las ganas de trabajar, y no se escondió de nada ni de nadie. “Estoy bien, mi niño, sólo cuando recibo el tratamiento tengo dos o tres días que no puedo moverme de la cama. Pero voy a luchar hasta el final”. Y así lo hizo, como toda su vida.
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