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MADRID.- La Estatua de la Piedad que preside la entrada a la basílica del Valle de los Caídos no es el original. Ni siquiera es la segunda Piedad que Juan de Álavos, autor de las esculturas, había concebido. La enorme Virgen que preside este monumental mausoleo a mayor gloria de los vencedores de la Guerra Civil es el quinto intento del artista para satisfacer los deseos del comprador: el dictador Francisco Franco. Tras muchos bocetos y reproducciones a escala, se consensuó una estatua de la Piedad que llegó a ser esculpida, pero a Franco no le gustó. Al dictador le pareció ridículamente pequeña en comparación con el resto del complejo. Y además, la escultura formaba un triángulo isósceles y dicen las malas lenguas que a Franco le parecía aquello un poco masón.
"La Piedad que propuso mi padre formaba un triangulo regular con una figura imponente que sostenía al Cristo entre sus piernas. De hecho, esa figura llegó a aprobarse y se construyó. Pero al que encargaba, a Franco, le parecía pequeña. Y a mi padre también. Así que se dio orden de desmontarla", señala a Público Juan de Ávalos, hijo del escultor de las figuras del Valle de los Caídos.
La virgen rechazada por Franco, de hecho, fue destruida y parte de los restos sirvieron para pavimentar el camino de ingreso a la basílica y el resto fueron abandonados en las tierras que rodean al mausoleo. "No deja de ser una anécdota curiosa que para entrar a la basílica haya que pisar los restos de una Virgen", bromea Juan de Ávalos, que señala que los rumores que sostienen las malas lenguas de que la Virgen fue retirada por ser triangular no son ciertos. "Hacen reír y son verosímiles, pero creo que no son ciertos", puntualiza.
Pero es más, Ávalos dice que su padre llegó a hacer una Piedad, encargada por Franco, para el mausoleo del dictador en El Pardo. "Ese encargo desvela que Franco no quería que se le enterrara en el Valle de los Caídos", dice de Ávalos, que señala que esta Piedad se encuentra ahora en el mausoleo de su padre. "Curiosidades de la historia", prosigue este hombre, que lamenta que esta segunda Piedad se encuentra en un estado muy deteriorado. Más aún que la que se encuentra en el Valle de Cuelgamuros.
Juan de Ávalos sí que confirma la veracidad de varias anécdotas más. Por ejemplo, la que acompaña a las Virtudes que aparecen representadas en el cuerpo intermedio de la gigantesca cruz que preside el complejo. Las cuatro Virtudes son, tal y como describió Platón, la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza. Como el lector puede apreciar, se trata de las Virtudes, en femenino. Así, el escultor pensó en representar cuatro mujeres. Nada más lejos de la realidad. El propio Franco dio instrucciones al escultor de que debían estar representadas por hombres. "Esto dejará a Franco como un machista... pero así fue", agrega de Ávalos.
Esta anécdota, sin embargo, no es la única. Hasta hace pocos meses, en una cuneta de los alrededores del mausoleo, se podían encontrar los restos de lo que había sido un San Juan para el Valle de los Caídos. Los apóstoles están representados en la base de la inmensa cruz del Valle y justo debajo de las Virtudes. Ávalos había diseñado para la ocasión un San Juan con barba, robusto, imponente. Pero tampoco fue del agrado de Franco.
"El cliente [Franco] le dijo a mi padre que la cabeza de San Juan tenía que ser joven, que era tal y como salía en la Biblia. Como comprenderás, en aquella época, los deseos eran mucho más que órdenes. Así que se modeló la cabeza de ese San Juan y los restos se tiraron a una cuneta", reconoce el propio Ávalos. Los restos de este apóstol estuvieron tirados en esa misma cuneta hasta hace apenas unos meses. Un reportaje de Diario Vasco encontró los restos y fue entonces cuando Patrimonio actuó y los recogió, según señalan a Público desde la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, que ha cedido las imágenes para ilustrar este artículo.
Cinco metros de Franco
Durante la entrevista, Juan de Ávalos defiende que su padre, el escultor de las figuras del Valle de los Caídos, no era franquista. De hecho, lo define como un "pacifista que buscó siempre la reconciliación" y señala que su padre era miembro de las Juventudes Socialistas de Mérida y que tuvo que emigrar a Portugal porque en España había sido vetado para ejercer como profesor en una de las miles de purgas de maestros. "Mi padre buscaba la reconciliación y fíjate que mi madre nunca la encontró. Mi abuelo estuvo a punto de ser fusilado en Badajoz por los franquistas", dice.
Así, siempre según el relato de Ávalos junior, el artista comenzó a trabajar en Lisboa hasta que un día, en una exposición del Palacio de cristal del Parque del Retiro, Franco vio la figura del Héroe muerto, que Ávalos había esculpido. "Franco vio la obra y preguntó que quién lo había hecho. Le dijeron que un 'rojillo' y contestó que 'estos rojillos saben hacer cosas'. Lo siguiente es que nos llamaron para el encargo y nos hospedaron en el Palacio Real en la habitación de Isabel II", recuerda.
Juan de Ávalos trabajó intensamente desde entonces. Nunca le faltaron los encargos. Hasta el punto de que en 1973 el ministro Arias Navarro le encargó una estatua de cinco metros de Franco para que Patrimonio se lo regalara. "La idea es que la estatua estuviera en la explanada del Valle de los Caídos, pero mi padre se cabreó mucho porque decía que la estatua iba a parecer 'el guarro de la finca'". Pero la historia no termina ahí. De hecho, aún no ha comenzado.
El día antes de ser presentada al público, el escultor tenía una cita con, entre otros, Arias Navarro y Carrero Blanco para hacerse las fotos con la estatua. Pero Carrero Blanco nunca llegó. "Llamaron por teléfono y nos dijeron que Carrero Blanco no iba a venir. Que había sufrido un accidente, probablemente una explosión de gas o algo así. Luego supimos lo que había pasado", sentencia de Ávalos, que explica que hoy día esa estatua está en uno de los almacenes de Patrimonio Nacional.
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